Contemplar el Misterio ********************************** Fiesta de la Natividad Contemplar el Misterio Para encontrarme contigo no tengo que ir muy lejos, basta que mire y haga un poco de silencio, para descubrirte en mi adentro. tendré que fijarme en lo pequeño, que es dónde tú te encarnas abriendo caminos nuevos, a través de lo oculto y de los sencillos gestos. tengo que estar muy atento para escuchar la Buena Noticia de tu nacimiento y dejar que ella ilumine los caminos que emprendo. tengo que hacerte un hueco, despojarme de mis caprichos, vaciarme de lo superfluo para que tú vayas orientando mis decisiones y mis proyectos. necesito ganas y esfuerzo para acogerte como don y asomarme a la puerta de tu misterio que sólo se acoge si medito y contemplo. Señor, ven a nacer en mi vida… para que no me cierre en mi pequeño mundo y me abra solidario a quien me necesita. para que supere divisiones, rompa muros, evite separaciones y haga gestos de unión y cercanía. para que, acogiéndote, sea testigo de tu bondad, portador de esperanza y misionero de tu buena noticia. para iluminarme y orientarme, para encontrar el sentido y la compañía, para que nunca me falte tú paz y tu alegría. ********************************** Que tu Palabra sea… guía de la Iglesia, para que reflejemos en nuestra vida el mensaje profundo que encierra. luz de los que gobiernan, y encuentren caminos de justicia, de concordia y entendimiento entre todos los pueblos de la tierra. bálsamo para los enfermos y afligidos, para los encarcelados y emigrantes, para los que viven en la pobreza, para los que no tienen trabajo, para los que buscan y desesperan. Que encuentren la vida digna que anhelan. creadora de espacios de fraternidad y convivencia, en las familias, en las comunidades, en los lugares de trabajo… en todas nuestras responsabilidades y tareas abrazo de nuestros difuntos y encuentren en ella el cumplimiento de tus promesas. empuje para derribar muros y eliminar fronteras. En el silencio de la Navidad, oigo tu voz de Padre: Encárnate como Jesús, no tengas miedo al barro, a los caminos de la gente. No tengas miedo, hijo mío, a introducirte en la sufrida y anónima historia de la gente. Desciende de tu cielo para ser caminante por los caminos verdaderos de Dios. No hay camino sin hermanos, no hay camino sin Dios. Encárnate como Jesús en las personas, en los oficios más humildes: descubrirás el rostro de Dios, que te colma con su gracia y su ternura, para que siempre seas «casa de luz», Navidad solidaria. [I.L.] Dadme albriçias hijos d' Eva (Anónimo) - Cancionero de Uppsala (S. XVI) https://youtu.be/ddVuhGZZBQ4 ¡FELIZ NAVIDAD! Escucho esta expresión en muchos lugares y a muchas personas. ¿Qué expresa? Cuando yo la pronuncio ¿qué pretendo decir con ella? Si no quiero que sea una expresión vacía o una “frase hecha”, sin contenido ni referencia, tengo que plantearme por qué la digo. Navidad es la fiesta en la que Dios se encarna, se hace uno de los nuestros para enseñarnos cómo vivir de otra manera; para iluminar nuestros caminos, para guiar nuestras sendas; para acompañar nuestros pasos y alegrar nuestras tristezas. Y es importante comprender cómo llega: en el silencio de la noche, en la insignificancia de un pesebre, en el seno de una humilde familia que no tiene ni siquiera una digna vivienda… Son los caminos de Dios que sólo los descubren quienes tienen ojos adecuados y están dispuestos a romper sus esquemas y a abrirse a la sorpresa. Navidad me recuerda que Dios sigue encarnándose de muchas formas en nuestra tierra y que debo estar atento para descubrir dónde lo hace para “ir a adorarle” allí donde se encuentra. ¡Feliz Navidad! Porque Dios está contigo y te acompaña siempre que tú le dejas entrar en tu vida para que la haga feliz y nueva. NAVIDAD AUSTERA Y CONTEMPLATIVA. En estos días todo invita al ruido, la dispersión, al derroche y al exceso. Los días pasan muy deprisa y lo urgente pude ocultar lo importante. Para vivir la Navidad a fondo es necesaria una gran dosis de silencio: para interiorizar, para dejar que Jesús nazca en la cuna de mi corazón, para atender a lo pequeño que nace en mi adentro (por insignificante que parezca), para descubrir las “estrellas” que me guían, me iluminan y me calientan… Una buena manera de profundizar el mensaje de Navidad es orar y contemplar a los protagonistas de la primera Navidad, y descubrir lo que me enseñan: los ángeles que anuncian, dan gloria, alaban, se alegran...; los pastores que acogen el anuncio de la buena nueva, van aprisa a adorar, se entregan en sus ofrendas, dan testimonio de lo experimentado con alegría manifiesta… los magos que buscan, adoran, ofrecen en sus dones todo lo buenos de sus vidas… la estrella que da luz, orienta, guía… José y María que aman al Niño, le protegen, le muestran a todo aquel que les visita… NAVIDAD MISIONERA. Jesús es la Palabra con la que Dios se comunica. Es la manera que tiene para decirnos cuál es su proyecto. “Toda palabra es mitad de quien la pronuncia y mitad de quien la escucha”. Sólo es eficaz si la acepto y la hago vida, si la comunico con entusiasmo y alegría. Los pastores y los magos, al encontrarse con Dios se van a anunciarlo. No hay Navidad completa si no transmito lo que vivo y me da sentido; si lo que he escuchado no lo traduzco en un lenguaje de acciones y hechos, en obras de amor y justicia, en realidades y proyectos que hagan presente y encarnado el evangelio. ¿Con qué gestos, signos, palabras… puedo comunicar hoy en mis ambientes que “Jesús ha nacido” ¿Quiénes son hoy los mensajeros que anuncian de una manera más clara dónde encontrarme con el Dios hecho Niño? Palabra que fue luz el primer día, y en boca de profetas fue clamor, denuncia, compromiso y fuerza viva, eterno resplandor. Palabra como zarza siempre ardiente, Palabra como lluvia en pedregal, Palabra como el sol en nuestra frente: impulso hasta el final. Palabra que la tierra habitaría cuando el tiempo llegó a la plenitud. Palabra que, en el seno de María, nos trajo la salud. Palabra que sin ser palabra vana, es carne y sangre de nuestro existir, y ríe y llora y se hace voz humana y sabe compartir. Palabra que es el «Sí» definitivo: «Amén» y conclusión de nuestra fe, el día en que veremos al Dios vivo, viviendo siempre en él. [A.T.]

Lectura del libro del profeta ISAÍAS 9,1-3.5-6 El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierra de sombras, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín. Porque la vara del opresor, y el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste como el día de Madián. Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre: «Maravilla de Consejero, Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz». Para dilatar el principado, con una paz sin límites, sobre el trono de David y sobre su reino. Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre. El celo del Señor de los ejércitos lo realizará.

Salmo responsorial 95,1-2a.2b-3.11-12.13 Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre. Proclamad día tras día su victoria. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque. Delante del Señor que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a TITO 2,11-14 Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y para prepararse un pueblo purificado, dedicado a las buenas obras.

Lectura del santo evangelio según san Lucas. 2,1-14 En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad. También José, que era de la casa y la familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: —No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: —Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.