Mi nombre será un grito de tu boca,
envuelto en un retazo de misterio,
cuando llegue al fin, si es que llega un día,
el día del encuentro.
Entonces tú dirás alguna gracia,
y nervioso yo, mantendré silencio.
« ¿Cómo estás? ¡Qué alegría! Ya lo ves,
¡cómo ha pasado el tiempo!».
Después habrá intercambio de miradas,
voces que alimenten el desconcierto,
y aprovechando tanta algarabía,
tal vez me des un beso.
Pero nunca, nadie jamás sabrá,
—mientras decidas guardar el secreto—,
lo que tú y yo nos quisimos entonces,
lo que tú y yo sabemos.
Rima CCIII El Ruiseñor Azul