automático 7 de Nisán del 33

De camino a Jerusalén “Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos subieron de aquella región a Jerusalén para purificarse” Juan 11,55.

7 de Nisán del 33. En aquellos días Jesús recibió la noticia de que Lázaro, hermano de María y Marta, estaba enfermo. Para cuando llegó allí, Lázaro había muerto y hacía cuatro días que lo habían sepultado. El Maestro ejecutó el milagro de resucitarlo, lo que hizo que muchos creyeran en él. Esto precipitó una reunión especial del Sanedrín en la que se decidió que Jesús de Nazaret debía morir. Mientras los sacerdotes principales y los fariseos entraron en consejo para matarlo, Jesús se apartó temporalmente de la escena pública. Días después emprendió un nuevo viaje a Jerusalén. Era el 7 de Nisán del año 33.

Llegaron los primeros días del mes de Marzo.

Los pescadores se retiraron de las orillas del mar, el olor del aire marismeño fue haciéndose más intenso cada vez y, una noche, Jesús se despertó al ruido de un encendido estruendo.

El viento del norte azotaba el Mar Salado.

Las nubes embravecidas cubrieron el cielo desde el amanecer y despiadados chubascos se abatieron sobre las humildes chabolas.

Las barcas buscaron refugio en el remanso de las ensenadas, con sus blancas velas arriadas y fuertemente sujetas.

Allí las olas se desvanecían pero, en ocasiones, algunas con más brío alcanzaban la orilla barriéndola con silbante espuma.

Pero Jesús, que amaba los campos verdosos y los floridos prados…

…y se admiraba de los lirios solitarios que se inmolan a la brisa del oscurecer, no quiso despreciar el maravilloso espectáculo del mar enfurecido.

Y allí se fue.

El huracán duró dos días y como se acercaba la Pascua y muchos subían de la región a Jerusalén para purificarse en aquella ciudad, él decidió que también lo haría.

Seis días antes de la Pascual llegó a Betania.

Era el 7 de Nisán del año 33.

7 de Nisán del 33. Llegaron los primeros días del mes de Marzo. Los pescadores se retiraron de las orillas del mar, el olor del aire marismeño fue haciéndose más intenso cada vez y, una noche, Jesús de Nazaret se despertó al ruido de un encendido estruendo. El viento del norte azotaba el Mar Salado. Las nubes embravecidas cubrieron el cielo desde el amanecer y despiadados chubascos se abatieron sobre las humildes chabolas. Las barcas buscaron refugio en el remanso de las ensenadas, con sus blanca velas arriadas y fuertemente sujetas. Allí las olas se desvanecían pero, en ocasiones, algunas con más brío alcanzaban la orilla barriéndola con silbante espuma.

Pero Jesús, que amaba los campos verdosos y los floridos prados, y se admiraba de los lirios solitarios que se inmolan a la brisa del oscurecer, no quiso despreciar el maravilloso espectáculo del mar enfurecido. Y allí se fue. El huracán duró dos días y como se acercaba la Pascua de los judíos y muchos subían de la región a Jerusalén para purificarse en aquella ciudad, él decidió que también lo haría. Seis días antes de la Pascua llegó a Betania. Era el siete de Nisán del año treinta y tres.

7 de Nisán del 33. Texto: Pedro Martínez Borrego. Imágenes: Internet. Tema musical: Stolen eyes – Franck Pourcel.

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