José Enrique Ruiz de Galarreta

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Transcripción de la presentación:

José Enrique Ruiz de Galarreta Nuestra experiencia pascual es un convencimiento que se va haciendo cada vez más irrenunciable, unido a un sentimiento de atracción y adhesión cada vez más vinculante. Nuestra experiencia pascual quiere decir que antes creíamos –de alguna manera- en Jesús, por lo que nos habían transmitido, porque estaba en nuestra cultura, porque nos parecía un buen sistema de pensamiento y prácticas religiosas… por muchas razones semejantes, todas ellas “de fuera a dentro”. Pero progresivamente lo hemos experimentado internamente, lo hemos vivenciado de tal manera que el conocimiento, la persuasión, la adhesión, se dan de dentro a fuera, como algo sentido personalmente, como se siente el amor a un ser querido, desde dentro, sin necesidad de demostración. Nuestra experiencia pascual es nuestra progresiva conciencia de conversión a Jesús y al Reino José Enrique Ruiz de Galarreta Texto: Jn 20,19-31 - 2 de Pascua -C- Comentarios y presentación: M. Asun Gutiérrez. Música: Mozart. Sinfonía Nº 11.

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Vivir en la oscuridad, con las puertas cerradas, con miedo, a la defensiva es continuar en lo antiguo, no haber experimentado a Jesús resucitado. Jesús abre las puertas que cierra el miedo, el formalismo, la inercia, la cobardía... La vida, muerte y resurrección de Jesús inmunizan contra todo sentimiento de amargura, tristeza, insolidaridad, prepotencia, resignación...

Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: -«Paz a vosotros». Jesús no contempla la existencia humana como un espectador, sobrevolando desde arriba. Él está en medio, en el centro de nuestra vida, en el centro de nuestros dolores y alegrías, de nuestros anhelos, inquietudes y esperanzas. Sana, salva, comparte, libera... desde dentro, dando a todo sentido. Jesús nos invita a desear y comunicar paz, ofrecer luz, confianza, esperanza de un futuro siempre nuevo. Como hace Él.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Jesús es nuestra alegría y nuestra paz. La armonía con nosotr@s mism@s y con l@s demás, con la naturaleza y con Dios. Tod@s somos enviad@s a hacer lo que hemos visto hacer a Jesús, a continuar y actualizar su vida y su mensaje. El encuentro con Jesús resucitado transforma a las personas, llena la vida de alegría, entusiasmo y paz auténtica. Libera del miedo, abre nuevos horizontes e impulsa a dar testimonio creíble de la Buena Noticia, a construir el Reino, a hacer visible su Presencia.

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; El Espíritu es el gran don de la Pascua. Jesús nos envía su Espíritu, su Aliento, su Ánimo, su Vida para que nos empapemos de Él, y lo contagiemos y comuniquemos a l@s demás. El Espíritu de Jesús hace a las personas fuertes, libres, buscadoras, luchadoras, entrañables, compasivas, sensibles..., constructoras de una vida mejor, más libre, justa, plena y feliz para tod@s. “El Espíritu no quiere ser visto, sino ser en nuestros ojos la luz”. (Urs von Baltasar)

a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» El perdón es fruto de la paz, es la virtud de la persona nueva y resucitada. Quien se siente y se sabe gratuita e incondicionalmente perdonad@ se capacita para perdonar. El perdón despierta esperanza y confianza en quien perdona y en quien es perdonad@. Perdonar es parte de la misión encomendada por Jesús a tod@s sus seguidores y seguidoras: “Perdonaos unos a otros”. Tod@s estamos llamad@s a ser, de múltiples maneras, signos y fuente del perdón-compañía-acogida... que es Dios.

Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: - «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» ¿He visto al Señor? ¿Dónde, cuándo, en quién lo veo? Como Tomás, tendremos momentos de duda, en los que queremos certezas -ver y tocar-, Dudar tiene sus aspectos positivos. Puede significar que nuestra fe no se basa sólo en lo que nos han transmitido, sino que, además de ser don de Dios, es también conquista nuestra, que pide nuestro "sí" continuo y personal, De Tomás podemos aprender a despojamos de falsos apoyos, y a aceptar la purificación que suponen los momentos de búsqueda e inseguridad. Siempre nos tranquilizará recordar que “la fe es la capacidad de soportar dudas”. (Cardenal Newman)

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: - «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» El empeño de Jesús le hace atravesar, en dos ocasiones, las puertas cerradas. Jesús se acerca a Tomás con amor y simpatía. La misma actitud que tiene con nosotr@s. Acompaña nuestra búsqueda y, cuando dudamos, está más cerca de lo que pensamos. Del más “incrédulo” brota una gran confesión de fe : “Señor mío y Dios mío”. Que sepamos descubrir las nuevas llagas de Jesús, que le reconozcamos en ellas, no nos limitemos a tocarlas y besarlas; tratemos también de aliviarlas, curarlas e impedir que se reproduzcan. Jesús nos invita a ser bálsamo para curar todas sus llagas en tantas personas heridas en el alma y en el cuerpo.

Jesús le dijo: “¿Porque me has visto has creído Jesús le dijo: “¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”. La duda de Tomás consigue el gran regalo de la última bienaventuranza de Jesús para l@s cristian@s de todos los tiempos. Ojalá que las personas que no "ven" a Jesús puedan descubrirlo por el testimonio de quienes se consideran sus seguidores y seguidoras. Si el testimonio fuera de unión, justicia, acogida, alegría, apertura, solidaridad, valentía, compasión, austeridad, servicio, entusiasmo, paz, justicia, sinceridad... Si el testimonio fuera realmente EVANGÉLICO, seguramente no se necesitarían milagros ni apariciones para creer en Jesús.

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre Martín Gaztelumendi El evangelio está escrito «para que creáis» y así «tengáis vida en su nombre». La fe provoca las actitudes propias de quien se sabe incondicionalmente querid@, protegid@ y acompañad@. Nuestra fe y adhesión a Jesús se traducen en signos de vida para el mundo. Seremos testigos de la resurrección si hemos “visto” a Jesús resucitado, si nos hemos dejado tocar por Él. Experimentaremos a Jesús resucitado cuando nos sintamos personas resucitadas y resucitadoras, sin miedo, en paz, con entusiasmo y alegría, porque Jesús está en medio de nosotr@s. ¿Soy consciente de que mi fe, si es auténtica, ha de traducirse en signo y testimonio?

Danos, Señor, aquella Paz extraña que brota en plena lucha como una flor de fuego; que rompe en plena noche como un canto escondido; que llega en plena muerte como un beso esperado. Danos la Paz de los que andan siempre, desnudos de ventajas; vestidos por viento de una esperanza núbil. Aquella Paz del pobre que ya ha vencido el miedo. Aquella Paz del libre que se aferra a la vida. Paz que se comparte en igualdad como el agua y la Hostia. Pedro Casaldáliga. PAZ