El sentido salvífico del sufrimiento. Dice el apóstol Pablo, indicando el valor salvífico del sufrimiento: « Suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia » Estas palabras tienen el valor casi de un descubrimiento definitivo que va acompañado de alegría; por ello el Apóstol escribe: « Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros »
La alegría deriva del descubrimiento del sentido del sufrimiento; Tal descubrimiento, aunque participa en él de modo personalísimo Pablo de Tarso que escribe estas palabras, es a la vez válido para los demás. El Apóstol comunica el propio descubrimiento y goza por todos aquellos a quienes puede ayudar — como le ayudó a él mismo— a penetrar en el sentido salvífico del sufrimiento.
« la creación entera hasta ahora gime y siente dolores de parto » San Pablo ha escrito en la carta a los Romanos que : « la creación entera hasta ahora gime y siente dolores de parto » Aunque el hombre conoce bien y tiene presentes los sufrimientos del mundo animal, sin embargo lo que expresamos con la palabra « sufrimiento » parece ser particularmente esencial a la naturaleza del hombre
El sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre Ello es tan profundo como el hombre, precisamente porque manifiesta a su manera la profundidad propia del hombre y de algún modo la supera. El sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre Es uno de esos puntos en los que el hombre está en cierto sentido « destinado » a superarse a sí mismo, y de manera misteriosa es llamado a hacerlo.
La redención se ha realizado mediante la cruz de Cristo, o sea mediante su sufrimiento. En la Encíclica Redemptor hominis: en Cristo « cada hombre se convierte en camino de la Iglesia » Se puede decir que el hombre se convierte de modo particular en camino de la Iglesia, cuando en su vida entra el sufrimiento.
Esto sucede, como es sabido, en diversos momentos de la vida; se realiza de maneras diferentes; asume dimensiones diversas; sin embargo, de una forma o de otra, El sufrimiento parece ser, y lo es, casi inseparable de la existencia terrena del hombre. La Iglesia, que nace del misterio de la redención en la cruz de Cristo, está obligada a buscar el encuentro con el hombre, de modo particular en el camino de su sufrimiento. En tal encuentro el hombre « se convierte en el camino de la Iglesia », y es este uno de los caminos más importantes.
La reflexión sobre el sufrimiento. El sufrimiento humano: suscita compasión, suscita también respeto y a su manera atemoriza. En efecto, en él está contenida la grandeza de un misterio específico.
Desde la más profunda necesidad del corazón, Este particular respeto por todo sufrimiento humano debe ser puesto al principio de cuanto será expuesto a continuación: Desde la más profunda necesidad del corazón, y también desde el profundo imperativo de la fe.
En el tema del sufrimiento, estos dos motivos parecen acercarse particularmente y unirse entre sí: La necesidad del corazón nos manda vencer la timidez, y el imperativo de la fe —formulado, por ejemplo, en las palabras de San Pablo recordadas al principio— brinda el contenido, en nombre y en virtud del cual osamos tocar lo que parece en todo hombre algo tan intangible; porque el hombre, en su sufrimiento, es un misterio intangible.
El hombre sufre de modos diversos, no siempre considerados por la medicina, ni siquiera en sus más avanzadas ramificaciones. El sufrimiento es algo todavía más amplio que la enfermedad, más complejo y a la vez aún más profundamente enraizado en la humanidad misma. Una cierta idea de este problema nos viene de la distinción entre sufrimiento físico y sufrimiento moral. Esta distinción toma como fundamento la doble dimensión del ser humano, e indica el elemento corporal y espiritual como el inmediato o directo sujeto del sufrimiento.
Aunque se puedan usar como sinónimos, hasta un cierto punto, las palabras « sufrimiento » y « dolor », El sufrimiento físico se da cuando de cualquier manera « duele el cuerpo », Mientras que el sufrimiento moral es « dolor del alma ». Se trata, en efecto, del dolor de tipo espiritual, y no sólo de la dimensión « psíquica » del dolor que acompaña tanto el sufrimiento moral como el físico. La extensión y la multiformidad del sufrimiento moral no son ciertamente menores que las del físico; pero a la vez aquél aparece como menos identificado y menos alcanzable por la terapéutica.
El Papa Francisco dice: 4 de febrero del 2013 María de Magdala es la mujer "de la cuál Jesús ha dicho que ha amado mucho y por esto sus muchos pecados le fueron perdonados", expresó el Pontífice. Entretanto, ella siente desolación ante la muerte de Jesús, ella "ha debido enfrentar el fracaso de todas sus esperanzas". "Es el momento de la oscuridad en su alma: del fracaso". "A veces en nuestra vida -continuó el Pontífice- los lentes para ver a Jesús son las lágrimas", como los de la Magdalena en esos instantes de dolor. Entretanto, tras la aparición de Cristo Resucitado, la Magdalena anuncia con propiedad y alegría este mensaje: "he visto al Señor". El Papa Francisco dice: 4 de febrero del 2013
Lo había visto durante su vida, y ahora de él da testimonio: "un ejemplo para el camino de nuestra vida", expresó el Papa Francisco. "Todos nosotros, en nuestra vida, hemos sentido la alegría, la tristeza, el dolor", pero "en los momentos más oscuros, ¿lloramos? ¿Hemos tenidos aquella bondad de las lágrimas que preparan los ojos para mirar, para observar al Señor?“ Ante el ejemplo de la Magdalena, "podamos también nosotros pedir al Señor la gracia de las lágrimas. Es una bella gracia... Llorar por todo: por el bien, por nuestros pecados, por las gracias, por la alegría también". "El llanto nos prepara para ver a Jesús". Y el Señor, señaló el Papa, nos da la gracia a todos, de poder decir con nuestra vida: "He visto al Señor", porque "lo he visto dentro del corazón".
El Papa Francisco en su Homilia: 9 de junio del 2013 «Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio» (Mt 11,28-29). El relato de la muerte de Cristo según Juan es fundamental. Este evangelista testimonia de hecho aquello que vio en el Calvario, o sea que un soldado, cuando Jesús ya estaba muerto, le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua (cfr Jn 19,33-34). Juan reconoció en aquel signo, aparentemente casual, el cumplimiento de las profecías: del corazón de Jesús, Cordero inmolado sobre la cruz, brota el perdón y la vida para todos los hombres. Pero la misericordia de Jesús no es sólo sentimiento, es más, es una fuerza que da vida, ¡que resucita al hombre!
El Papa Francisco en su Homilia 9 de junio del 2013 En el episodio de la viuda de Naím (Lc 7,11-17). Jesús acompañado de sus discípulos está llegando justamente a una ciudad llamada Naím, un pueblo de Galilea, en el momento en el que llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda. La mirada de Jesús se fijó inmediatamente en la mujer en lágrimas. Dice el evangelista Lucas: «Al verla, el Señor se conmovió» (v. 13). Esta «compasión» es el amor de Dios por el hombre, es la misericordia, o sea la actitud de Dios en contacto con la miseria humana, con nuestra indigencia, nuestro sufrimiento, nuestra angustia. El término bíblico «compasión» evoca las entrañas maternas: de hecho, la madre experimenta una reacción exclusivamente suya frente al dolor de los hijos. Así nos ama Dios, dice la Escritura.
¡La confesión no es un tribunal de condena, sino una experiencia de perdón y misericordia!. “Si la Reconciliación transmite la vida nueva del Resucitado y renueva la gracia bautismal -ha explicado abordando el segundo aspecto- vuestra tarea es entonces la de darla generosamente a los fieles. Un sacerdote que no se dedica a esta parte de su ministerio... es como un pastor que no se preocupa por las ovejas que se han perdido... ¡La misericordia es el corazón del Evangelio¡ Es la buena nueva de que Dios nos ama, de que ama siempre al pecador y con este amor lo atrae hacia sí y lo invita a la conversión. No olvidemos que, a menudo, a los fieles les cuesta trabajo confesarse, sea por motivos prácticos, sea por la dificultad natural de confesar a otro hombre los pecados propios. Por eso es necesario trabajar sobre nosotros mismos, sobre nuestra humanidad, para que no representemos nunca un obstáculo sino para que favorezcamos siempre el acercamiento a la misericordia y al perdón..” HOMILIA DEL 28 DE MARZO DEL 2014 PAPA FRANCISCO
EJEMPLOS DE PERDON
Uno de los actos más recordados de Karol Wojtyla es el perdón que le concedió al turcoMehmet Ali Agca, quien le disparó tres balazos y lo dejó al borde de la muerte. Ali Agca se hizo conocido a nivel mundial el miércoles 13 de mayo de 1981, cuando intentó matar a Juan Pablo II, quien cruzaba la Plaza de San Pedro en Roma a bordo de su vehículo blanco. El Papa logró recuperarse de las heridas que sufrió en la mano, brazo y abdomen, mientras que su agresor fue condenado a cadena perpetua en Roma y luego en Ancona. El perdón.- En uno de los episodios más destacados de su singular historia, el turco Agca obtuvo clemencia del Sumo Pontífice. Lo hizo en dos ocasiones. La primera, el 17 de mayo de 1981, cuatro días después del atentado, cuando un Juan Pablo II convaleciente en el hospital Policlínico Gemelli manifestaba: "Rezo por el hermano que me ha disparado, a quien sinceramente he perdonado". La segunda fue en 1983, cuando recibió la visita del Papa en la cárcel. Hablaron cara a cara y en actitud casi confidencial durante 18 minutos.
BIBLIOGRAFÍA: EXHORTACIÓN APOSTÓLICA RECONCILIATIO ET PAENITENTIA , del Papa JUAN PABLO II 2 diciembre de 1984 SOBRE LA RECONCILIACIÓN Y LA PENITENCIA EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA HOY CARTA ENCÍCLICA DIVES IN MISERICORDIA del Papa JUAN PABLO II 30 noviembre de 1980 SOBRE LA MISERICORDIA DIVINA CARTA APOSTÓLICA SALVIFICI DOLORIS d el Papa JUAN PABLO II del 11 de febrero de 1984 SOBRE EL SENTIDO CRISTIANO DEL SUFRIMIENTO HUMANO CARTA APOSTÓLICA MISERICORDIA DEI del Papa Juan Pablo II del 7 de abril de2002 SOBRE ALGUNOS ASPECTOS DE LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA CARTA ENCICLICA REDEMPTOR HOMINIS del Papa Juan Pablo II del 4 de marzo de 1979 HOMILIAS DEL PAPA FRANCISCO 2013MY 2014