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Transcripción de la presentación:

Ciclo C

Nuestra relación principal con Dios es por medio del amor. Una de las facetas del amor es el agradecimiento; y a Dios le gusta que le agradezcamos. Porque es reconocer quién es Dios y es seguir en el ambiente del amor. Hoy el tema principal es el dar gracias al Señor.

Hoy el evangelio nos habla de diez leprosos y del agradecimiento de uno. Está en san Lucas, 17, Y dice así:

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: "Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.“ Al verlos, les dijo: "Id a presentaros a los sacerdotes.“ Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: "¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?“ Y le dijo: "Levántate, vete; tu fe te ha salvado."

Por esta razón debían vivir separados de la sociedad y, si tenían que hablar, debía ser desde lejos. Por eso en el evangelio los 10 leprosos se pararon lejos y comenzaron a gritar. Ser leproso, principalmente en el tiempo de Jesús, era una gran desgracia, porque apenas se conocían curaciones y se creía que era una enfermedad muy contagiosa.

Los leprosos se ayudaban entre ellos, aunque en la sociedad fueran de países enemigos, como pasaba con los samaritanos. Se unieron para hacer una súplica a Jesús. “La unión hace la fuerza”, se suele decir. En lo espiritual también es muy cierto. Dios nos escucha con una mayor compla- cencia cuando varios están unidos en la oración.

Basta una súplica sencilla cuando sale del corazón y hay confianza en el Señor de la misericordia. Jesús, como solución, les manda que vayan donde los sacerdotes, los que estaban encargados de certificar la sanación de la enfermedad. Piden gritando a Jesús que tenga compasión de ellos.

Ellos se fiaron de Jesús, aunque todavía no estaban limpios. Pronto sintieron que estaban curados. Antes de ir donde los sacerdotes uno, que era samaritano, se volvió gritando, pero ahora eran palabras de alabanza a Dios, hasta que se postró ante Jesús dando gracias.

Parece que a san Lucas le agradaba recalcar cuando había algún extranjero a quien Jesús ponía como ejemplo de algo. Esto era porque, encontrándose san Lucas en Grecia o países lejanos de Palestina, al acompañar a san Pablo, le venía muy bien para su catequesis el acentuar la universalidad del amor de Jesús por todos. No es porque estuviera en contra de los judíos.

Hoy Jesús quiere acentuar cuán bueno y digno es dar gracias a Dios. Si queremos acercarnos a Dios, hagamos muchos actos de agradecimiento, porque todo lo bueno nos viene de Dios. Por todo ello damos gracias a Dios.

Por el sol de la mañana, Automático

gracias, Señor.

Por el día que vivimos, gracias, Señor.

Por el día en que gozamos, Por el día en que sufrimos, gracias, Señor.

Aunque es hermosa la luz,

que si no viene la noche,

o los días de calor,

también te daremos gracias.

Por la luz del mediodía,

Por el día que vivimos,

Por el día en que gozamos, Por el día en que sufrimos, gracias, Señor. Hacer CLICK

Debemos pararnos a pensar lo que significa “dar gracias”. Es reconocer que lo que recibimos es gratis, que no lo recibimos por mérito propio, sino por bondad del otro. En un comercio no es necesario dar las gracias, pues ni el que vende ni el que compra lo hace gratis. A veces es bueno dar las gracias por la atención o amabilidad.

A Dios sí debemos dar continuas gracias, porque todo lo bueno viene de Él. Hoy en la 1ª lectura se nos pone el ejemplo del agradecimiento de otro leproso, Naamán, que se curó por intervención del profeta Eliseo. Dice así:

En aquellos días, Naamán de Siria bajó al Jordán y se bañó siete veces, como había ordenado el profeta Eliseo, y su carne quedó limpia de la lepra, como la de un niño. Volvió con su comitiva y se presentó al profeta, diciendo: "Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel. Acepta un regalo de tu servidor." Eliseo contestó: "¡Vive Dios, a quien sirvo! No aceptaré nada." Y aunque le insistía, lo rehusó. Naamán dijo: "Entonces, que a tu servidor le dejen llevar tierra, la carga de un par de mulas; porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses fuera del Señor." 2Reyes 5, 14-17

Vemos cómo el profeta Eliseo no quiere aceptar dones o regalos para que se reconozca que todo se debe a Dios. Él es simplemente un profeta, alguien que habla de parte de Dios.

Por eso pide poder llevar bastante tierra de esa región (lo que puedan llevar dos mulas) para seguir ofreciendo sacrificios, sobre esa tierra, al Dios de Israel que le ha curado. Naamán no sólo quiere adorar y dar gracias a Dios en ese momento, sino que quiere perseverar en ese agradecimiento.

Nosotros damos gracias a Dios, primero porque existimos entre tantos seres posibles. Segundo, porque nos está dando la conservación: Hay tantos niños que desaparecen por abortos o después de nacidos por guerras y calamidades. Nosotros de mayores tenemos la oportunidad de dar gracias a Dios. Y por las flores, la salud, el aire, los alimentos, medicinas… Y

Por tantas cosas como me has dado en la vida, Automático

quiero decirte: gracias, Señor.

Me diste trabajo con que gano el pan,

me diste el descanso para meditar.

Por tantas cosas como me has dado en la vida,

quiero decirte: gracias, Señor.

Quiero decirte: gracias, Señor. Hacer CLICK

A veces, cuando hacemos alguna oración de petición, debemos ya estar dando gracias. Por ejemplo, en el padrenuestro una de las peticiones es: “Danos hoy el pan de cada día”. Puede ser el alimento material y espiritual. Pero, pensando en el material, al mismo tiempo que lo pedimos, debemos dar gracias por el que ya tenemos.

Hay gente sencilla que le da gracias a Dios, no sólo con una oración, sino a veces con una peregrinación u otros actos extraordinarios. En esto que muchos llaman “mandas” puede mostrarse mucho egoísmo y cierta deformación si la intención con Dios es “te doy para que me des”. Pero hay gente de buen corazón que lo hace simplemente por agradecimiento a Dios.

A veces cuando hablamos de agradecer a Dios, nos fijamos sólo en las cosas materiales. Lo cual está bien, porque todo viene de Dios; pero debemos fijarnos más en los bienes del espíritu. Por eso debemos agradecer los bienes que nos reportó el bautismo y porque tenemos la esperanza de estar un día en el cielo.

La grandeza del amor de Dios se manifiesta ampliamente en los demás sacramentos, por ejemplo en el sacramento de la Penitencia. Vemos, y quizá experimentamos, cómo Dios nos quita la lepra del pecado y nos acerca más a su misericordia infinita.

De una manera especial el agradecimiento a Dios lo hacemos en el sacramento de la Eucaristía. Precisamente eucaristía significa acción de gracias. Jesús, al instituirla, dio gracias a su Padre. Un momento especial de agradecimiento es el Prefacio. Y después al decir: “por Cristo, con Él y en El damos toda gloria a Dios Padre por medio del Espíritu”.

Una de las maneras de agradecer a Dios es cumpliendo sus mandamientos. Con ello reconocemos que Dios es nuestro Padre y que todo es para nuestro bien al mismo tiempo que es para su alabanza. Agradeciendo vamos salvando el alma.

Hay muchos que se acuerdan de Dios y de los santos, cuando tienen una necesidad; pero muchas veces luego, si han recibido el don, se suelen olvidar de dar gracias.

Algo importante en el evangelio de hoy es que Jesús quiere sanar el cuerpo, pero más se alegra si puede salvar el alma. Por eso cuando aquel leproso se postra ante Jesús dando las gracias, oye las palabras de Jesús: “Tu fe te ha salvado”. No sólo había sido sanado en el cuerpo, sino que siente su alma salvada.

Ser agradecidos nos hace ser más amables y la otra persona se siente apreciada y reconocida. El agradecimiento es estrechar los lazos de amistad entre las personas. Es también reconocer la importancia que otras personas tienen en nuestra vida y sentimos la alegría de poder contar con ellas. Es muy importante también el agradecimiento a las otras personas.

Agradecer a Dios es encontrarse con Él. Aquellos 9 leprosos, que no volvieron, se perdieron la ocasión de tratar más íntimamente con Jesús. Es posible que en nuestra vida hayamos gritado a Jesús, como aquellos 10 leprosos en momentos de angustia, incertidumbre o dolor, quizá cuando parece que el mundo se derrumba para nosotros. Y quizá no hemos vuelto para dar gracias, reconocer que todo es don de Dios.

Nos fijamos quizá demasiado en lo negativo, cuando hay tanto positivo a nuestro alrededor que nos puede llevar hacia Dios. Jesús tendrá que decir muchas veces: “¿Dónde están los demás? En el calvario no estaban las multitudes que le seguía, ni los enfermos a quienes había curado. Sólo pocos discípulos o más bien discípulas.

Hay personas que se creen dueños totales de su cuerpo, de sus fuerzas, de su entendimiento y voluntad. Pero todo es de Dios. Reconocerlo es una gracia y un mérito. Ante tanto don que recibimos de Dios sólo podemos decir, como el salmo: “¿Cómo te pagaré, oh Señor, todo el bien que me has hecho?”

Automático

todo el bien que me has hecho?

Alzaré la copa de la salvación

invocaré tu nombre.

Y así te pagaré, oh Señor,

todo el bien que me has hecho?

Y así te pagaré, oh Señor,

AMÉN