“Buscad el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura” Mateo 6, 33.

Mateo. Mateo, hijo de Alfeo, escribió su relato en Palestina. No se sabe cuál fue exactamente el año, pero las notas que aparecen al final de algunos manuscritos dicen que pudo haber sido el 41 d.C. Hay pruebas de que Mateo escribió su Evangelio originalmente en el hebreo común de aquella época y después lo tradujo al griego. Este apóstol recalcó particularmente que el tema de las enseñanzas de Jesús de Nazaret era “El Reino de los Cielos”, hasta el extremo que su narración podría llamarse el Evangelio del Reino. En conjunto la obra abarca desde el nacimiento de Jesús hasta su ascensión el año 33 d.C.

No, no podía creer que su misión fuera un sueño a pesar de la evidente realidad de las cosas que le rodeaban.

Era un hombre con el corazón de hombre, pero sentía la divinidad de su condición ante un mundo atribulado.

Aquel día lucía el sol, alto, y el cielo era de oro. Caminaba por un florido valle seguido de sus discípulos.

De pronto se detuvo arrebatado por su belleza y contemplando la magnificencia de las flores los miró enternecido, desplegó los labios y su corazón se meció en las ondas del amor.

En aquel instante se hizo la inmensa eternidad de su palabra:

“No os angustiéis por vuestra vida sobre qué comeréis, ni por vuestro cuerpo sobre qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?”

Si miráis los lirios del campo, saludándonos con su grácil cabeceo, veréis brindar su homenaje de gratitud a la bondad del Señor.

Y sin embargo no hilan sus vestiduras, ni se fatigan en construir un hogar; y si así es para la efímera yerba “que hoy es y mañana es arrojada al fuego”…

…¿qué hará con vosotros Aquél que no se hastía ni descansa en su labor?

Confiad en Él, sed como esas florecillas, no sea que llegue la tempestad y un viento huracanado os arroje para siempre a la sima del abismo y la desolación.

Confianza en Dios. “Buscad el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura”. No; no podía creer que su misión fuera un sueño a pesar de la evidente realidad de las cosas que le rodeaban. Era un hombre con el corazón de hombre, pero sentía la divinidad de su condición ante un mundo atribulado. Aquel día lucía el sol, alto, y el cielo era de oro. Caminaba por un florido valle seguido de sus discípulos. De pronto se detuvo arrebatado por su belleza y contemplando la magnificencia de las flores los miró enternecido, desplegó los labios y su corazón se meció en las ondas del amor. En aquel instante se hizo la inmensa eternidad de su palabra:

“No os angustiéis por vuestra vida sobre qué comeréis, ni por vuestro cuerpo sobre qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?” Si miráis los lirios del campo, saludándonos con su grácil cabeceo, veréis brindar su homenaje de gratitud a la bondad del Señor. Y sin embargo no hilan sus vestiduras, ni se fatigan en construir un hogar; y si así es para la efímera yerba “que hoy es y mañana es arrojada al fuego”, ¿qué hará con vosotros Aquél que no se hastía ni descansa en su labor? Confiad en Él, sed como esas florecillas, no sea que llegue la tempestad y un viento huracanado os arroje para siempre a la sima del abismo y la desolación.

Texto : Pedro Martínez Borrego. Imágenes: Internet. Tema musical: The Mission - Enya.Ennio Morricone.

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