Alzira – Domingo V de Pascua C. Jn 13,31-33a

Ha llegado la “hora” de Jesús. Reunido con los suyos les anuncia su próxima muerte, por eso lo que dice Jesús en ese momento tiene carácter de testamento: “Con el mismo amor con que yo os he amado, amaos también los unos a los otros”. La forma como se expresa es rotunda. Es un mandato de amor incondicional entre ellos y a todos los demás sin excepción. Se trata de la seña de identidad, la característica más importante de todo cristiano. No se trata sólo de algo muy importante; se trata de lo esencial. Sin amor, no hay cristiano. “Si nosotros hemos pasado de la muerte a la vida, lo sabemos porque amamos a los hermanos" (1 Jn 3,14) Lamentablemente el mandamiento del amor sigue siendo tan nuevo que está casi sin estrenar. ¿Cómo lo vivimos? Hemos insistido demasiado en lo accidental: en el cumplimiento de normas, y en la celebración de unos ritos, más que en lo esencial que es el amor. Nos equivocamos si insistimos en presentar el amor sólo como un precepto. Así enfocado, no puede funcionar. Amar como Jesús no es sino la consecuencia de seguirle a Él. Jesús no propone un principio teórico, y después nos dice que vamos a cumplirlo todos. Jesús comienza por vivir el amor y después dice: ¡Amaos como yo os amo!

Judas abandona a Jesús. En este momento de gran fragilidad humana, ante los duros acontecimientos que le esperan, es cuando Jesús se siente glorificado, La gloria de la que habla Juan no es nada que reciba desde fuera. La gloria de Jesús es su misma muerte por amor. No es honor y fama, majestad, esplendor o poder. Nada más salir Judas, dijo Jesús: –Ahora va a manifestarse la gloria del Hijo del hombre, y Dios será glorificado en él. Y si Dios va a ser glorificado en el Hijo del hombre, también Dios lo glorificará a él. Y lo va a hacer muy pronto.

Hijos míos, ya no estaré con vosotros por mucho tiempo. Hijos míos, ya no estaré con vosotros por mucho tiempo. Os doy un mandamiento nuevo: ‘Hijitos míos’, expresa un afecto intenso, Jesús les habla con inmensa ternura. La comunidad es pequeña y frágil. ‘Os doy un mandato nuevo’. Es un mandamiento nuevo, por oposición al mandamiento antiguo, la Ley. Ya no hay otro. Para reconocer una comunidad que se dice cristiana, que es realmente de Jesús, no será fundamental la observancia de unos ritos, ni el cumplimiento de una disciplina, sino el amor vivido con el espíritu de Jesús.

Amaos los unos a los otros. como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros. No se trata de un “consejo” ni de una “recomendación”, sino de un mandato que no puede ser entendido como un amor a los nuestros, a los que son cristianos como nosotros. No, desde cada comunidad cristiana el amor tiene que llegar a todos; si no, no hay cristianismo

Por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán todos que sois discípulos míos. El amor a Dios sin entrega a los demás es falsificable. El amor a los demás por Dios y no por ellos mismos, es una trampa. Dios es don total, amor gratuito, por eso no pide nada a cambio. El amar para que Dios me lo pague, no es más que una actitud calculada. Amar como Él, es la única manera de ser plenamente hombre.

Pidámosle que nos haga creer en su mismo amor, para que en nosotros Y todos los hombres, puedan reconocer su presencia salvadora. El amor es el fundamento de este nuevo modo de vivir que surge entre los hombres, por la resurrección de Jesús, es asimismo, el principio que transformará todo el universo. El amor con que Jesús, el verbo encarnado, nos ha amado.