El nombre actual “Galicia” procede del latín Gallaecia. Con él los romanos designaron un territorio que fue variando en extensión, por razones administrativas, a lo largo del tiempo. En cualquier caso, la antigua Gallaecia superaba los límites de la actual Galicia, llegando hasta el río Duero por el sur, la mitad de la costa cantábrica por el nordeste y, por el sudeste, amplias comarcas de lo que llamamos meseta castellana

A mediados del s. II a.C., Roma dominaba en Hispania un territorio con forma de arco desde el extremo nordeste hasta la punta suroeste, con cierta penetración hacia las mesetas interiores. Pero el noroeste permanecía casi desconocido para ellos En el año 135 a.C. un contingente de tropas comandadas por Décimo Junio Bruto entraba por primera vez en lo que los romanos llamarán Gallaecia. Se cree que iban en misión de castigo contra los pueblos que, de vez en cuando, salían de su territorio para saquear comunidades romanas, pues no dejaron ninguna posición estable

Finalmente, Octavio Augusto, entre 27 e 24 a.C., concluye la conquista romana del noroeste peninsular (y, con él, de toda Hispania), al someter definitivamente a las últimas tribus que faltaban por reconocer el dominio de Roma: los cántabros y los ástures. A partir de entonces, el proceso de romanización comienza de modo más firme Más adelante, en 61 a.C., Julio César, durante su mandato como gobernador en Hispania, quiso conocer de cerca la región, y organizó una expedición militar con fines exploratorios y también de intimidación. Según se nos cuenta, llegó hasta Brigantium (zona de Coruña), en una ruta conjunta por mar y tierra

La población galaica, como en otras zonas del imperio, se reunía en comunidades de base territorial: los individuos pertenecían a un populus, a su vez subdividido en castella, agrupaciones más pequeñas, quizá coincidentes con los castros

Los campamentos militares fueron elementos importantes en la romanización, y tenemos noticia cierta de tres en toda Gallaecia: -L-León (Legio VII Gemina): en él residía la única legión que, en tiempos del Imperio, estaba permanentemente en Hispania (a la derecha) -C-Cidadela, en Sobrado dos Monxes, La Coruña (abajo) -A-Aquis Querquennis, en Baños de Bande, Orense (diapositiva siguiente)

Yacimiento arqueológico de Aquis Querquennis (Baños de Bande, Orense)

Propio de la romanización era el desarrollo urbanístico. Algunas ciudades surgían a partir de campamentos militares, y otras eran fundadas en honor de los Emperadores. En Gallaecia hallamos tres núcleos fundados bajo la dinastía Julia-Claudia (27 a.C.-68 d.C.) y otros tres con la Flavia (69-96 d.C.)

Lucus Augusti (Lugo) deja ver algo del antiguo trazado y, sobre todo, la muralla romana mejor conservada, aunque con muchos sectores retocados en diversas épocas

La ciudad actual de Braga oculta la antigua Bracara Augusta, que llegó a ser capital de Gallaecia. Entre los restos más importantes se encuentran las ruinas de unas termas (a la derecha)

Astorga (Asturica Augusta) fue un importante centro administrativo debido a su proximidad al centro minero de Las Médulas. De la ciudad antigua quedan pocos restos, entre los que se suelen citar las murallas (“recicladas” en la Edad Media), y el hipocausto de las termas

Aquae Flaviae (actual Chaves, en Portugal) e Iria Flavia (cerca de la actual Padrón), fueron fundadas algo más tarde. Solo en la primera de ellas queda un resto arqueológico monumental: el puente sobre el río Támega. Por su parte, Iria Flavia se convirtió en un puerto (fluvial con salida al mar) de cierta importancia, debido a su situación en la cabecera de la ría de Arosa. Junto con las ciudades, y en sus zonas de influencia, crecieron otros núcleos más pequeños: vici o aldeas, y fora, una especie de mercados antecesores de las ferias

Las huellas físicas de la romanización en Gallaecia no son tan abundantes como en otras zonas del Imperio, pero aun así han aparecido restos de villae (casas de campo, como la de O Grobe), mosaicos (el de Batitales, Lugo), estatuillas de divinidades (como el Mercurio de Vilar de Barrio, Orense), y también muchas lápidas funerarias y votivas, miliarios en las vías romanas, ollería, orfebrería, monedas, útiles de la vida cotidiana, etc.

Como en todo el Imperio, las calzadas eran la principal vía de comunicación terrestre. A través de ellas, personas e mercancías viajaban al resto de Hispania y más allá Las tres vías romanas principales de Gallaecia eran la XVIII (Bracara- Asturica, por el norte), la XIX (Bracara-Asturica por el sur) y la XX (Bracara-Lucus-Asturica) Via XIX Via XVIII Via XX

Otras infraestructuras típicamente romanas (y vinculadas a las calzadas) eran los puentes. El mejor conservado de Gallaecia (y aún en servicio) es el tendido sobre el río Bibei, en el municipio de A Veiga (Orense)

Las rutas marítimas también tocaban Gallaecia, y quizá la construcción de la torre de Hércules obedeciese a una intensificación del comercio atlántico. Se sabe también de puertos importantes en las zonas de Bares (Lugo) y del estuario del Miño

Los castros eran el tipo de poblamiento característico en el noroeste peninsular e muchos de ellos, a pesar de la apuesta romana por las ciudades, siguieron siendo ocupados. La influencia del colonizador modificó algo su concepto: algunas viviendas muestran planta cuadrangular; también aparece la reticulación de las calles, e incluso canalizaciones de agua El castro de Viladonga (Lugo) constituye un buen ejemplo de castro existente antes de la llegada de los romanos y evolucionado a raíz de su presencia

El ámbito económico experimentó una profunda transformación de la mano de los romanos. Como en todo el Imperio, la administración romana impulsó una serie de sectores, principalmente la minería. Pero de Gallaecia también se enviaban a Roma productos agrícolas (como ciertas variedades de vino, cultivo introducido por los propios romanos), ganaderos (sobre todo equino), y pesqueros (fueron bastante abundantes las salazones)

En el mapa inferior aparecen indicadas las principales explotaciones mineras de Gallaecia. Con mucho, el mineral más apreciado era el oro, del que había gran abundancia en zonas como la Cordillera Cantábrica y el área del río Sil. En esta última, los romanos practicaron un procedimiento de extracción denominado ruina montium

La ruina montium halla su máxima expresión en el yacimiento de Las Médulas (León). Corrientes de agua eran conducidas a la mina (izquierda) y canalizadas a través de agujeros previamente practicados en la parte superior y en la ladera del monte (abajo) La presión del agua hacía que la roca blanda cayese. Una vez derrumbada, los trabajadores (esclavos) la lavaban y separaban el metal

Estado actual del yacimiento de Las Médulas, hoy parque arqueológico

La situación de Gallaecia dentro de la Administración romana varió. Justo después de la conquista del noroeste, esta zona quedó integrada en la provincia Tarraconensis, pero desde 305 d.C. existió como provincia de por sí, dentro de la cual se establecieron unas divisiones llamadas conventus. Y así siguió hasta la ocupación, a principios del s. V, del pueblo germánico de los suevos, que se harán cargo del territorio tras la desaparición de la autoridad central romana, a finales del mismo siglo