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Jesús ungido en Betania. “María tomó una libra de perfume de nardo, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos” Juan 12,3.

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3 Jesús ungido en Betania. “María tomó una libra de perfume de nardo, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos” Juan 12,3.

4 8 de Nisán del 33. Seis días antes de la Pascua Jesús volvió de nuevo a Betania, pequeña aldea situada muy cerca de Jerusalén, donde fue recibido y agasajado por la familia de Lázaro. Allí durante la comida, mientras Marta servía, María tomó una libra de perfume de nardo y postrada a sus pies los ungió y secó con sus cabellos. La casa al instante se inundó del exquisito olor de aquel aroma, pero alguien que allí había manifestó su rechazo a lo que consideró un derroche, sugiriendo que su importe se diera a los pobres del lugar. Jesús respondió: “Lo que esta mujer ha hecho, lo hace a fin de prepararme para la sepultura”

5 Aquel día volvió de nuevo a la aldea de Betania.

6 Había sido invitado a un almuerzo y acudió correctamente vestido. Calzaba babuchas amarillas en cuero repujado y vestía una larga túnica que realzaba la esbeltez de su figura. Se ceñía con un cordoncito de lana, anudado al talle.

7 Su aspecto era el de un joven bien plantado, de algo más de treinta años y rostro enjuto poblado de una rala pelusilla. Los armoniosos rizos de sus negros cabellos se le escapaban de la franja que, orlándole la frente, le servía de turbante.

8 Era, en suma, un hombre joven y apuesto. Era la imagen del amigo deseado.

9 Cuando llegó ya lo esperaban Marta y María, y al hacerlo miró a María y volvió a decirse que aquella era una mujer exquisita y refinada. Ella, que no había eliminado ni con mucho, la admiración y el amor que sentía por él sino que lo había despojado de su baja y soez envoltura, correspondió a su mirada.

10 Sentada a sus pies, ya bajando la cabeza, ya contemplando al gallardo joven, temía mancillar con sus palabras su augusta presencia. Emocionada, lo admiraba como algo inaccesible.

11 Pero por un momento sus pensamientos se detuvieron. Apresuradamente se levantó y se quedó frente a él. Llevaba en sus manos un artístico frasco de alabastro, lleno de preciosísimo nardo.

12 En aquel momento alguien que por allí estaba, preguntó con ofensivo sarcasmo: ¿Por qué no se ha vendido este perfume en trescientos denarios, y se hubiera dado a los pobres?

13 Jesús lo miró, y en su mirada derramó una infinita ternura. -Déjala. Ha hecho una buena obra en mí. A los pobres siempre los tendréis, pero yo no siempre estaré aquí. “Esta mujer se anticipó a ungir mi cuerpo para la sepultura”

14 Entonces se contempló así mismo. Estaba próximo a llegar el instante de su inmolación, y la magnitud de aquel acontecimiento lo dejó aturdido sintiendo que, al inexorable impulso de su destino, el mundo se abría como una mágica flor.

15 Y allí, entornó los ojos y sonriendo, lloró.

16 8 de Nisán del 33. Aquel día volvió de nuevo a la aldea de Betania. Había sido invitado a un almuerzo y acudió correctamente vestido. Calzaba babuchas amarillas en cuero repujado y vestía una larga túnica que realzaba la esbeltez de su figura. Se ceñía con un cordoncito de lana, anudado al talle. Su aspecto era el de un joven de más de treinta años y rostro enjuto poblado de una rala pelusilla. Los armoniosos rizos de sus negros cabellos se le escapaban de la franja que, orlándole la frente, le servía de turbante. Era, en suma, un hombre joven y apuesto. Era la imagen del amigo deseado. Cuando llegó ya lo esperaban Marta y María, y al hacerlo miró a María y volvió a decirse que aquella era una mujer exquisita y refinada.

17 Ella, que no había eliminado, ni con mucho, la admiración ni el amor que sentía por él sino que lo había despojado de su baja y soez envoltura, correspondió a su mirada. Sentada a sus pies, ya bajando la cabeza, ya contemplando al gallardo joven, temía mancillar con sus palabras su augusta presencia. Emocionada, lo miraba como algo inaccesible. Pero por un momento sus pensamientos se detuvieron. Apresuradamente se levantó y se quedó frente a él. Llevaba en sus manos un artístico frasco de alabastro, lleno de preciosísimo nardo. Rompiéndolo ungió su cabeza y, luego, arrodillándose a sus plantas vertió lo que aún le quedaba sobre los pies de Jesús. Luego los enjugó con su larga cabellera. El delicado aroma del perfume inundó toda la casa. En aquel momento alguien que por allí estaba, preguntó con ofensivo sarcasmo:

18 ¿Por qué no se ha vendido este perfume en trescientos denarios, y se hubiera dado a los pobres? Jesús lo miró, y en su mirada derramó una infinita ternura: -Déjala. Ha hecho una buena obra por mí. A los pobres siempre los tendréis, pero yo no siempre estaré aquí. “Esta mujer se anticipó a ungir mi cuerpo para la sepultura” Entonces se contempló a sí mismo. Estaba próximo a llegar el instante de su inmolación, y la magnitud de aquel acontecimiento lo dejó aturdido sintiendo que, al inexorable impuso de su destino, el mundo se abría como una mágica flor. Y allí, entornó los ojos y sonriendo, lloró.

19 8 de Nisán del 33. Texto: Pedro Martínez Borrego. Imágenes: Internet. Tema musical: Perfect Love - Mantovani.

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