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Después del saludo de la paz viene un rito que de suyo es muy importante en la misa, pero que hoy pasa casi desapercibido, que es la fracción del pan.

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Presentación del tema: "Después del saludo de la paz viene un rito que de suyo es muy importante en la misa, pero que hoy pasa casi desapercibido, que es la fracción del pan."— Transcripción de la presentación:

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3 Después del saludo de la paz viene un rito que de suyo es muy importante en la misa, pero que hoy pasa casi desapercibido, que es la fracción del pan. Antiguamente era muy necesario, porque era un pan entero o varios panes los que se convertían en el cuerpo de Cristo. Hacia el año 900 fue cuando comenzaron a hacerse las hostias y llevarse ya cortadas.

4 Solían ser panes pequeños y bastante delgados, como tortas, que se partían con la mano. En Oriente se empleaban (y aun hoy) unos cuchillitos especiales y patenas grandes. Al principio era tan importante que la misa se llamaba “la fracción del pan”, como aparece en los Hechos de los Apóstoles.

5 Así que en la misa tenía mucha importancia “la fracción del pan”. Nunca se dijo “la fracción de Cristo”, porque a Cristo no se le parte, sino que se parte lo que parece pan, aunque ya no sea pan.

6 San Pablo en I Cor. explicaba esto del partir el pan: Hay un solo pan, todos formamos un solo cuerpo, porque todos tenemos parte en el único pan. – Por eso parece más simbólico que se comulgue del mismo pan partido.

7 Ya decía un autor (la Didajé) del principio del cristianis- mo: “Como este pan partido estaba diseminado por las colinas y recogido se convirtió en una sola cosa, así tu Iglesia desde los confines de la tierra sea reunida en tu reino”. Como los granos están diseminados, pero luego forman una unidad, así los cristianos deben formar una unidad en la Iglesia.

8 Para los judíos este acto de partir el pan en la comida era importante, y lo hacía el que presidía la comida. Hacía una bendición especial sobre ese pan. El hecho de partir y repartir era tan propio, y cada uno ponía su acento, que los dos discípulos de Emaús recono- cieron a Jesús al partir el pan. Seguro que lo hacía con un amor especial. Y no sólo para con los apóstoles sino con otros comensales.

9 Cuando en las catacumbas se quiso pintar algo que representase la misa, se presenta a un sacerdote que está partiendo el pan en medio de un grupo de fieles.

10 Hoy, como queremos hacer las cosas rápidas, preferimos llevarlo todo partido y preparado; pero no sería mal llevar de vez en cuando obleas o tortas finas, pero grandes, para hacer particiones. En este caso como antiguamente la fracción lleva bastante tiempo.

11 Mientras se realiza la fracción del pan conviene cantar algo. Ya desde el siglo 5º o 6º se habla del “Cordero de Dios”. En algunos ambientes no gustaba mucho, pues eso del “Cordero de Dios” creían que se refería a la pasión, como si ahora se estuviera partiendo a Cristo.

12 No se trata de partir el Cordero, porque Cristo está triunfal, sino que se ofrece por nosotros y que está expresado en este simbolismo de entregarse por nosotros. Se parte en el sentido de amor y cariño para que nosotros llevemos ese amor por el mundo.

13 Cuando la fracción del pan duraba mucho tiempo, el “Cordero de Dios” se repetía muchas veces y entremezclando diversas peticiones, como una letanía. Cuando ya era cuestión de muy poco tiempo, se determinó que se repitiese tres veces: Dos veces con “ten piedad de nosotros” y la 3ª con “Danos la paz”.

14 pero el papa Pablo VI influyó para que se quedara por ser algo tan tradicional y porque la paz la necesitamos tanto en estos tiempos difíciles. Hubo algunos que decían no ser necesario pedir de nuevo por la paz, pues ya se había hecho todo el rito;

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17 Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,

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20 Hacer CLICK

21 Cuando el celebrante parte la hostia consagrada, una partecita la pone juntamente con la sangre de Cristo. Esto tiene un simbolismo y un recuerdo de algo que se hacía antiguamente. Un simbolismo no es lo mismo que una realidad. Se simboliza que se une el cuerpo a la sangre; pero no es realidad porque en la Hostia consagrada está Cristo total y en el vino consagrado está Cristo total.

22 Entonces, si la separación simbólica del cuerpo y la sangre de Cristo está representada por la doble consagración, aunque en realidad no estén separados, ahora, al unir un pedacito de hostia consagrada con la sangre de Cristo, se simboliza la resurrección de Jesús. En la misa, que es lo más grande de nuestra religión, tiene que estar patente lo más grande de Cristo, que es su resurrección.

23 Era una realidad con la que había que contar. Cuando luego se hicieron las hostias pequeñas ya cortadas, no hacía falta el ablandarse, pues duran bastante tiempo. Aunque, dependiendo de la humedad que haya, no deberían pasar mucho más del mes. También esta unión tiene un recuerdo de algo que se hacía antiguamente. Como el pan que se consagraba era pan y no oblea, con los días se ponía duro. Por eso, para consumirse se metía en la sangre de Cristo.

24 Así que lo principal es lo que simboliza: nada menos que la resurrección de Cristo. Después el celebrante presenta el cuerpo de Cristo y dice: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Nos recuerda a san Juan Bautista señalando a Jesús ante dos de sus discípulos.

25 Es el momento de hacer un acto de fe que, si es verdadero, debe ir unido al amor. Vamos a recibir a Jesús en la comunión. Aunque toda la misa es un encuentro con Jesús, ahí le tenemos. Verdaderamente está con nosotros. Así lo creemos y le amamos.

26 Este último acto de fe en la presencia real de Jesús, antes de comulgar, debe ser un crecimiento de amor hacia el Señor que quiere entrar dentro de nosotros. La fe es necesaria para que podamos estar en la paz. Si nuestra fe es débil, le pediremos que Él la aumente.

27 Creo, Señor, pero aumenta mi fe. Automático

28 Hacer CLICK

29 Esta frase algunos la modifican o cambian con alguna otra, normalmente más larga, porque quieren exponer quizá algún motivo de las llamadas del Señor. Después de presentar al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, el celebrante dice: “Dichosos los invitados a la cena del Señor”.

30 De hecho los llamados o invitados a la cena del Señor somos muchos. Unos responden y otros no. Claro que no se trata de ir a esa “cena” de cualquier modo. No se puede ir en pecado mortal. No es que para comulgar haya que ser santo, pero sí se debe ir en gracia de Dios.

31 Por eso es bueno hacer un acto de humildad, diciéndole al Señor que no somos dignos; pero que Él nos va ayudar. Y para que esta ayuda sea más eficaz, el celebrante nos invita a que se lo digamos al Señor juntamente con él. Pero Jesús nos llama. Sintámonos invitados, aunque no nos creamos dignos.

32 En ese momento todos juntos, celebrante y fieles, dicen en alta voz: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.

33 Son casi exactas a las palabras de aquel centurión romano que mostró su gran fe y delicadeza con Jesús al pedirle que sanara a su criado sin necesidad de que se pusiera en camino y fuera hasta su casa, la casa de un pagano.

34 Con estos sentimientos de fe y de humildad estamos preparados para recibir a Jesús en nuestra casa particular, que es nuestro mismo cuerpo.

35 Primero comulga el celebrante. Lo hace bajo la especie de pan y a continuación bajo la especie de vino.

36 Después comienzan a comulgar los asistentes. En la primitiva cristiandad se entendía que comulgaban todos; pero fue decayendo, de tal manera que hubo que poner en la Iglesia un precepto de que se comulgase al menos una vez al año, que solía ser en tiempo de Pascua. Hoy se suele comulgar en una mayor proporción. Lo importante es que influya en la vida y seamos consecuentes con esa invitación del Señor.

37 Se puede comulgar en la boca, como tradicionalmente se ha hecho, o puede darse en la mano como es natural se hiciese en los primeros siglos. Al dar en la mano se debe poner en la palma de la mano izquierda para que el comulgante allí mismo lo reciba con los dedos de la derecha.

38 Al principio se comulgaba bajo las dos especies. Dejó de comulgarse bajo la especie de vino por varias dificultades: riesgo de derramarse, quizá peligro de epidemias. Desde el conc. Vat. II se permitió en momentos especiales, y aun en no tan especiales.

39 Terminamos esta parte recordando que debemos decirle al Señor, con mucha fe y humildad antes de comulgar que no somos dignos: pero confiamos en su ayuda para que nuestra casa esté preparada para su venida.

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42 mas dí una sola palabra

43 y mi alma quedará sana.

44 Oh Señor, yo no soy digno

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48 mas dí una sola palabra

49 mas dí una sola palabra

50 y mi alma quedará sana.

51 quedará sana.

52 Imitando la humildad y la confianza de María. AMÉN


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