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La caracola rota ¡Qué tristeza me produjo la caracola de nácar, de concha delgada, que estaba sobre la estantería de mi despacho, al lado de la escultura.

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Presentación del tema: "La caracola rota ¡Qué tristeza me produjo la caracola de nácar, de concha delgada, que estaba sobre la estantería de mi despacho, al lado de la escultura."— Transcripción de la presentación:

1 La caracola rota ¡Qué tristeza me produjo la caracola de nácar, de concha delgada, que estaba sobre la estantería de mi despacho, al lado de la escultura de un Cristo sin Cruz, en el sitio del ladrón bueno –el que por la caridad de sus palabras, alcanzó el éxito de robar el Paraíso-, rota y sin vida!. A alguien se le cayó y volvió a reponerla en el mismo lugar, mutilada y maltrecha. Ya no oigo, por mucho que la acerque al oído, el ruido de las olas rompiendo contra las peñas y que a veces, me hacían correr para no mojarme los pies. Pero me parece que todavía conserva un poco la fragancia sobre las algas, aún cuando haya para siempre en el reino del silencio, de las cosas que se han quedo sin alma.

2 Caracola rota y chimenea vacía Ya nunca volverá a ser mi caracola, la que a veces temblaba como si se meciera por el navegar de viejos galeones que traían aires de otras tierras que olían a nuez moscada y canela. Ahora es simplemente una cosa, sin vida, inerte, y que ha perdido para siempre los recuerdos de los mares azules donde seguramente nació. Será verdad que una habitación con la chimenea apagada resulta más fría e inhóspita que otra sin chimenea?. Una casa vacía se deteriora antes que una que sirva de morada a una familia numerosa; el músculo que no se ejercita no crece ni se fortalece y está a punto de atrofiarse; el cerebro que no se utiliza, se muere antes que el que se ara con las ideas y recuerdos. Pues es igual, igual, sucede con los sentimientos y el amor.

3 AMOR, AMOR, AMOR, AYER, HOY, MAÑANA Y SIEMPRE, AMOR, POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS. Así sea. Donde no hay amor, pon amor y conseguirás amor”, sentenció con toda justicia y acierto el gran santo. ¿Sabéis lo que son unas manos que acarician con ternura, unos ojos pendientes de captar tus congojas y alegrías y un corazón que se adapta al ritmo de nuestro corazón?. ¿Sabéis de amor sin condiciones, todo y para siempre, sin esperar compensaciones y queriéndote aún sin la espera de la más ligera dádiva. Pues todo esto es mi hija Susanita, la niña eterna y alegre, que vive pendiente de mi vida de mi vida y de mis gestos y que cuando estoy triste me acaricia y sonríe. Y si la miro pro fundamente a los ojos noto que estoy en presencia de un alma pura que me ofrenda su vida limpia de disimulos y mentiras. Y así como la caracola de nácar retiene el sonido escondido de mares lejanos, de voz profunda como un espiritual negro, mi pobre caracola rota ha enmudecido para siempre, como si todas las olas y los barcos del mundo se hubieran dormido en sueño de eternidad. Pero algunas veces mi hija se la pone al oído y sus ojos bailan risueños, y yo pienso que tal vez lo hace porque está oyendo en la caracola rota la voz magnífica y serena de Dios. –Recibe todo el amor de tu: PAPÁ


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