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EL PRETEXTO ES LA LLUVIA Cuento

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Presentación del tema: "EL PRETEXTO ES LA LLUVIA Cuento"— Transcripción de la presentación:

1 EL PRETEXTO ES LA LLUVIA Cuento

2 No tenía nada extraordinario para que en mí se fijara ella
No tenía nada extraordinario para que en mí se fijara ella. Desde la primera vez que la vi no dejé de pensarla. Llovía. Los dos nos guarecimos bajo el mismo portal, ella cerró su sombrilla que no soportaba el torrencial aguacero y yo enrollé el periódico, en el que buscaba afanoso un empleo. Era preciosa. Tenía los ojos color miel, el cabello castaño y las mejillas rosadas como nubes de amanecer, no como las del cielo aquella tarde: unas grises y otras negras que luego de un enconado duelo se precipitaron en la lluvia que me permitió conocerla. Estuve pensando la frase más adecuada para abordarla: ¡Qué tremendo aguacero! No. Para que me contestara con un monosílabo mientras en su cara ponía una expresión de: Pero se necesita ser idiota como para no darse cuenta. Quizás si le preguntaba: ¿Le queda lejos su casa? No me contestaría y me consideraría un metiche o impertinente. ¡No podía dejar de verla! Pero no quise incomodarla. ¡Me regaló una sonrisa! Y tan sólo le dije ¡Hola! Pero… ¡Cómo es que ya se iba! Si todavía no hablábamos, si aún no encontraba la frase con la que pudiera cautivarla para que me aceptara un café y olvidáramos la mojada que la lluvia de octubre nos había dado. Abrió de nuevo el paraguas y decidió desafiar la llovizna que al parecer no logró detenerla, lo mismo que yo con mis estúpidas hipótesis

3 Ángel, le grité. ¿Cómo dice
Ángel, le grité. ¿Cómo dice? Se volvió hacia mí preguntándome sorprendida. Me llamo Ángel. Le dije. ¿Vas lejos? Me contestó que no, que a solo dos calles. La seguí como perro remojado. No sé si se dio cuenta porque no volteó nunca hacia atrás. Mi corazón latía con fuerza debajo de mi chamarra que afortunadamente era impermeable. Cruzó la calle dando saltitos para tratar de no mojarse demasiado, las botas de caña alta le iban de maravilla. Por admirarla yo pisé todos los charcos y crucé, como San Cristóbal el río, la corriente que la lluvia había provocado. Se alejó varios metros de mí, dobló en la esquina y no pude seguirla más. Tampoco quise, los pantalones me pesaban, el agua me escurría desde las rodillas y preferí volver a mi casa, con su imagen en la mente y la lluvia por compañía.

4 Me di un baño con agua caliente y preparé café
Me di un baño con agua caliente y preparé café. Fui a la mesa de dibujo, tomé un cuaderno y lápices. Intenté dibujarla de memoria, pero luego de cinco o seis hojas desistí. Me asomé por la ventana del departamento, ya no llovía. La calle solitaria con luces de melancolía que se reflejaban en los charcos, me hizo sentirme triste. Crucé los brazos y recargué mi cabeza en el cristal. Algunas gotas resbalaban lentamente formando arabescos al unirse unas con otras. Quizás por eso no podía dibujarla, necesitaba la lluvia para recordar su cara. Fue la primera de muchas noches de insomnio; no dormía a pesar del cansancio de un día pesado, caminado de un lugar a otro buscando trabajo. Me ganaba unas monedas sentado en parque haciendo dibujos de rostros. La única habilidad que tenía era saber dibujar bien. Me ayudó a ganar concursos en la escuela, pero también me costó que muchas veces los profesores me sacaran del salón por no poner atención al estar dibujando los rostros de ellos o de mis compañeros. Alguno de mis maestros me dijo proféticamente que si no estudiaba terminaría de “pinta monos” y muerto de hambre, que fue lo que al fin ocurrió.

5 No dejé la escuela por negligente. No hubo dinero para salir adelante
No dejé la escuela por negligente. No hubo dinero para salir adelante. Terminé la preparatoria a los dieciocho años especializado en dibujo técnico. Vivía con mi abuela, mis padres me dejaron con ella desde niño porque se fueron cada uno por su lado. Ella lo abandonó primero, harta de sus borracheras y de que fuera un desobligado que no aportaba nada a la casa. Él porque en una de sus etapas de sobriedad decidió irse a trabajar a Estados Unidos para mandar dinero y mantenerme, pero nunca volvimos a saber de él. Mi abuela tenía un pequeño departamento de cuatro piezas en el tercer piso de un edificio viejo cercano al centro. Era una mujer muy inteligente para no haber estudiado más que la primaria. Limpiaba fruta en un puesto del mercado y de ahí sacaba para nuestra comida.

6 Los locatarios la querían mucho
Los locatarios la querían mucho. Era muy servicial y siempre les daba consejos de cómo curar a sus hijitos de “mal de ojo” o de empacho. Regresaba siempre a casa con la comida suficiente para los dos y con lo que ganaba pagaba los servicios del departamento. Cuando yo era niño le iba a ayudar y me ganaba unos pesos cargando las bolsas a las señoras, llevándoselas hasta donde pudieran abordar un taxi o a sus coches. Pronto aprendí a obtener comisiones que me daban los taxistas que se hicieron mis amigos. El día de mi cumpleaños ellos me festejaban dándome un paseo en coche; las señoras de los puestos me regalaban una piñata, bolsas de dulces con fruta y ropita para estrenar. Cuando fui mayor ya no pude seguir llegando al mercado porque mis horarios de la preparatoria no me lo permitían. Quise salirme y ponerme a trabajar de taxista pero mi abuela no me dejó.

7 Estaba yo por egresar del bachillerato cuando se enfermó
Estaba yo por egresar del bachillerato cuando se enfermó. Todos los días le mandaban comida del mercado, y el hijo de una de las locatarias que era médico la pasaba a revisar. Otro que era abogado le aconsejó que arreglara los papeles del departamento a mi nombre, para lo que tuve que sacar mi acta de nacimiento, le dijeron que era más fácil hacer una donación y así fue como terminé de dueño del lugar en el que ahora me encontraba recordando a la muchacha de los ojos color miel. La lluvia volvió a ser el pretexto para nuestro segundo encuentro semanas después; corrí con más suerte, pues estaba dentro de una cafetería trabajando con mis dibujos cuando ella entró con una gabardina de color rojo, el cabello escondido debajo de un gorro, sus ojos alegres y su sombrilla.

8 Me acerqué precipitadamente, haciendo a un lado sillas y demás estorbos para poder estar frente a ella. ¡Hola! Le dije. Me contestó con una sonrisa y me dijo ¿Ángel? Creo que me ruboricé porque ella volvió la vista hacia el chico del mostrador y le pidió dos cafés. Permíteme, yo te invito, le dije apenado. Ella no me respondió y jaló una silla para sentarse. Aparentemente los hombres comunes como yo desconocemos elementales reglas de cortesía, como abrirle la silla a una dama para que se siente. O tal vez estaba tan embobado que sus movimientos fueron más rápidos que mi reacción. Me senté a su lado y no desperdicié la oportunidad de comenzar a dibujarla. Afuera la lluvia caía fuertemente, o quizá era lo único que yo escuchaba, el tintineo de cucharillas moviendo el café, las conversaciones y otros ruidos me pasaban inadvertidos. Ella posó tranquila, con su sonrisa natural que solo interrumpía para darle sorbos al café. Bébelo o se te va a enfriar, me dijo. Le di un trago y continué mi trabajo mientras ella esperaba entre curiosa y divertida el resultado. Para mi satisfacción le gustó. ¡Vaya que eres bueno! Me dijo y me sentí halagado.

9 Me bebí el resto del café que ya estaba frío. ¿Cuánto te debo. ¡Nada
Me bebí el resto del café que ya estaba frío. ¿Cuánto te debo? ¡Nada! ¿Cómo crees? Eres la modelo más bella que he dibujado. Le dije un tanto turbado. Pues gracias, me respondió sonriendo de nuevo y con otro de sus movimientos rápidos puso unas monedas en la mesa y dijo: entonces yo invito el café. Espero verte de nuevo. Yo también, le contesté esperanzado, saqué del bolsillo del pantalón una tarjeta con mis datos y se la entregué. Ojalá me puedas llamar algún día para conversar. Se despidió con la tarjeta en la mano y se fue. La lluvia había amainado, pero se subió a un taxi. Me volví para seguir ofreciendo mis dibujos, tuve suerte ese día porque vendí tres. ¿Qué podría pasar para que ella quisiera llamarle a un tipo común y corriente como yo, que no tenía nada de especial? No me pareció que fuera suficiente un dibujo para captar su atención. Entonces llegó la lluvia, golpeando con estrépito la ventana. Sonó mi teléfono móvil. Contesté y una voz que con sólo escucharla una vez se volvió inolvidable me dijo: Buenas noches. ¡Hola chica de rojo! Le dije pues no sabía su nombre. Soy la mujer que hoy dibujaste en la cafetería. Contestó con una pequeña risita. Es que no sé tu nombre. Respondí apenado. Elsa, me dijo.

10 Cerré los ojos y evoqué Lohengrin, una de mis óperas favoritas de Wagner, Elsa la bella princesa de Brabante…¿Sigues allí? Su voz de nuevo. Si…perdona, es que con la lluvia no te escucho bien. Me ha gustado mucho tu dibujo, bueno nos ha gustado a todos en casa, a mis padres, a mi hijo…Sentí un leve dolor en el estómago, nunca me puse a pensar que podría estar casada. Pero bueno, cómo si tenía marido me estaba llamando entonces, ella volvió a sacarme de mis pensamientos:  ¡Pero qué callado eres hombre! Yo me desbarato contándote que dibujas fenomenal y tú no dices nada. Perdón…es que me sorprendió saber que…¿Qué tengo un hijo? Sí, lo tuve muy joven, de dieciséis. ¡Imagínate! Madre adolescente y soltera, pero mis padres me han apoyado. Mi chico tiene 9 años, vivimos juntos en un departamento a cuatro calles de donde nos encontramos. Pero bueno, te llamé para algo más que charlar. Dime en qué puedo servirte. Quiero que me hagas más dibujos, bueno, mis padres quieren que me los hagas, pero queremos pagarte. No supe qué responderle. ¿Hola? Me volvió a la pregunta. ¿Aceptas? Si…si claro. ¿Cuánto me cobrarías? Eso no será problema, no te preocupes. La gente de la cafetería o del parque me pagaba apenas un poco más que el material invertido en el papel y los lápices.

11 Nos pusimos de acuerdo, quería que la dibujara en su casa, con su hijo, con sus padres, en su sillón favorito, se ponía diferentes pelucas, supe entonces que esa cabellera con la que la vi la primera vez no era natural. Se volvió costumbre. Cada vez que llovía ella me llamaba o la encontraba. Era como si la lluvia la presintiera, entonces yo deseaba que lloviera a diario. Especialmente por la noche, cuando ambas, su voz y la lluvia se convertían en arrullo maravilloso. Platicábamos de muchas cosas, a ella le gustaba que le leyera poemas de Benedetti. La invité a cenar el día que le dije que le entregaría los retratos a lápiz que le había hecho y había mandado a enmarcar. Arreglé lo mejor que pude el departamento, deseaba pedirle que me dejara amarla, anhelaba poseerla, fundirme con ella para volcar en su cuerpo toda la pasión que me despertaba. Sabía que no le era indiferente. Ya nos habíamos besado y me dejaba tremendamente excitado cuando decía Luis Ángel recobrando el aliento.

12 Esa fue la noche más hermosa de mi vida
Esa fue la noche más hermosa de mi vida. Le entregué los retratos, comenzó a llorar. Lamí sus lágrimas y las bebí despacio. Continué besando su rostro, su cuello y la fui desvistiendo lentamente. Se opuso. Le pregunté que si no deseaba hacer el amor conmigo. Es que hay algo que no sabes, me dijo triste. Comenzó a llover. Fui a cerrar la ventana y al volver la vi desnuda en la cama, de espaldas. Me acosté a su lado y la besé en la nuca. Al volverse me reveló su secreto, en silencio. Limpié sus lágrimas y la abracé. Acaricié su rostro y recorrí despacio su cuerpo con mis manos. Mis labios besaron las cicatrices del lugar en el que estuvieron sus senos. Hicimos el amor teniendo como fondo musical la lluvia. Mi copa de champagne refleja las luces del enorme candil del elegante recinto donde está montada la exposición de mis dibujos; personas a las que conozco y a las que no conozco se saludan, se mueven de un lado a otro repartiéndose besos y sonrisas, mientras yo estoy ahí parado, expectante como una más de mis obras.

13 Me retiro de la sala, un lujoso ventanal adorna la escalera de mármol que conduce a la salida. Los pendones que anuncian mi obra se agitan con el viento que precede a la lluvia. Las primeras gotas comienzan a caer. Elsa está adentro, en cada uno de mis dibujos, en el premio que recibí el año pasado, que me ha vuelto famoso y gracias al cual vivo muy bien. Elsa está en la lluvia que comienza por acariciarme y me va envolviendo lento, siento sus labios húmedos en mi boca que abro mientras me besa. Elsa...Elsa... Elsa…su amor que le da sentido a mi vida…Elsa…Elsa…Elsa…la inspiración de mis obras Elsa...Elsa…Elsa por encima del cáncer Elsa…Elsa…Elsa… más allá de la muerte. Elsa y la lluvia que en este momento me moja como si ella me abrazara. Elsa….Elsa….Elsa…. que siempre vuelve teniendo la lluvia como pretexto. FIN


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