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Publicada porElicia Cardo Modificado hace 9 años
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Dios singular
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Óyeme, Dios, mi Dios: me dicen que eres un Dios singular, que tus manos son inmensas y sin embargo, que no tienes manos;
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que tus manos son las nuestras, que tus ojos están copiosos de luz, y no obstante, sólo ves por los ojos de tus hijos;
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que tu voz ha llenado de música el universo y a cambio, callas para que podamos oír el latir inmenso de tu corazón de Padre que no cabe en el universo, estallado de amor, expandiéndose en la dimensión irreversible de lo eterno;
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que eres Padre, y por lo mismo comprendes la soledad del abatido del huérfano y del pobre, porque ellos son tus manos, tus ojos, y el corazón, repartido en cada uno de tus hijos.
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¡Cómo no quererte, Dios, mi Dios tan singular, si siendo eterno hecho estás de amor a la medida frágil del barro de nuestra pequeñez quebradiza de hombres y mujeres que lloran, sufren y aman
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sabiéndose seguros en tu regazo amoroso de Padre, que ha donado sus ojos, sus manos, y su corazón inmenso a sus hijos, hasta hacerlos, por humanos, tan divinos!
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DIOS SINGULAR Óyeme, Dios, mi Dios: me dicen que eres un Dios singular, que tus manos son inmensas y sin embargo, que no tienes manos; que tus manos son las nuestras, que tus ojos están copiosos de luz, y no obstante, sólo ves por los ojos de tus hijos; que tu voz ha llenado de música el universo y a cambio, callas para que podamos oír el latir inmenso de tu corazón de Padre que no cabe en el universo, estallado de amor, expandiéndose en la dimensión irreversible de lo eterno; que eres Padre, y por lo mismo comprendes la soledad del abatido del huérfano y del pobre, porque ellos son tus manos, tus ojos, y el corazón, repartido en cada uno de tus hijos. ¡Cómo no quererte, Dios, mi Dios tan singular, si siendo eterno, hecho estás de amor a la medida frágil del barro de nuestra pequeñez quebradiza de hombres y mujeres que lloran, sufren y aman sabiéndose seguros en tu regazo amoroso de Padre, que ha donado sus ojos, sus manos, y su corazón inmenso a sus hijos, hasta hacerlos, por humanos, tan divinos! Juan Manuel del Río
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