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Te dije “ amor ”, y pusiste ojos de luna menguante. Me llamaste “ cielo ”, y el cielo se ech ó a re í r por no ponerse a llorar.
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Para qu é queremos este amor si al enga ñ arnos los dos nos hacemos mal t ú y yo. Antes, a la puerta, ten í a puesto un letrero que nadie le í a: silencio.
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Ahora al silencio le he puesto ventana abierta y sin rejas por donde nadie se asoma. Ya nadie viene a contarme una historia con quejidos de poema o a quebrantar con sus besos la armon í a del silencio.
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É sta es parte de una historia por donde transcurre el tiempo sin quedar cautivo en el reloj de las horas. ¿ Cu á l es en el severo almanaque de los d í as y las horas la ú ltima hoja donde acabar á esta historia?
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Preg ú ntaselo al viento mientras la luna nos mira desde lo alto del cielo. Qui é n sabe si querr á hablar tu silencio puerta adentro del poema cuando se nos acabe el tiempo.
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Te dije “ amor ”, y pusiste ojos de luna menguante. Me llamaste “ cielo ”, y el cielo se ech ó a re í r por no ponerse a llorar. Para qu é queremos este amor si al enga ñ arnos los dos nos hacemos mal t ú y yo. Antes, a la puerta, ten í a puesto un letrero que nadie le í a: silencio. Ahora al silencio le he puesto ventana abierta y sin rejas por donde nadie se asoma. Ya nadie viene a contarme una historia con quejidos de poema o a quebrantar con sus besos la armon í a del silencio. É sta es parte de una historia por donde transcurre el tiempo sin quedar cautivo en el reloj de las horas. ¿ Cu á l es en el almanaque la ú ltima hoja donde acabar á esta historia? Preg ú ntaselo al viento mientras la luna nos mira desde lo alto del cielo. Qui é n sabe si querr á hablar tu silencio puerta adentro del poema cuando se nos acabe el tiempo. Juan Manuel del Río
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