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Estamos terminando el a ñ o lit ú rgico. El domingo que viene, con el Adviento, iniciaremos de nuevo ese proceso celebrativo que nos hace participar.

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5 Estamos terminando el a ñ o lit ú rgico. El domingo que viene, con el Adviento, iniciaremos de nuevo ese proceso celebrativo que nos hace participar un a ñ o m á s de la gracia de la salvaci ó n.

6 La fiesta de Cristo Rey del Universo antes se celebraba el ú ltimo domingo de octubre, desde el a ñ o 1925 en que la instituy ó el papa P í o XI. Pero en la reforma de Pablo VI, en 1969, se traslad ó, de muy buen acuerdo, al ú ltimo domingo del a ñ o cristiano, el domingo 34 del Tiempo Ordinario. Nuestra mirada a Jes ú s como Rey del Universo, ahora con un tono claramente escatol ó gico, mirando al futuro de la historia, debe guiarse sobre todo por los textos de lecturas, oraciones y cantos, que nos ayudan a todos a entrar en el misterio de esta fiesta y ver nuestra historia como un proceso del Reino que todav í a no se manifiesta, pero que se est á gestando y madurando hasta el final de los tiempos.

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9 VenEspíritu Santo Ven, Espíritu Santo, llena y mueve nuestros corazones. Ay ú danos a acoger a Jesucristo, la Palabra de Dios hecha carne. Que Jesucristo, luz del mundo, ilumine nuestra mente y nos haga testigos de la Verdad y defensores de la Vida, para que nuestra comunidad eclesial sea la morada de Dios entre nosotros, Casa y escuela de comunión « Casa y escuela de comunión », por la escucha y puesta en pr á ctica de la Palabra

10 Que nosotros no rechacemos la invitaci ó n de Dios a acercarnos y escuchar su Palabra, su Palabra, y trabajar por el Reino, sino que con nuestras obras y palabras y palabras demos testimonio de nuestra fe y ejemplo de nuestra esperanza. Ven, Espíritu Santo, ilumina nuestra mente, ilumina nuestra mente, nuestro corazón y nuestra voluntad, y nuestra voluntad, para que podamos comprender, aceptar y vivir la Palabra de Dios. Amén.

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12 Esta forma de realeza es puesta de relieve por el profeta Ezequiel. Usa el símbolo del buen pastor preocupado por cada una de las ovejas -un símbolo también muy usado por Cristo mismo.

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14 Es un Dios fiel y misericordioso que tambi é n « juzgará entre oveja y oveja » y entre « macho cabrío y carnero », porque el cap í tulo de Ezequiel contiene una queja muy dura contra los malos pastores que gobernaban Israel. Esto último prepara el evangelio del « juicio final » del mismo Juez que es nuestro Pastor.

15 El salmo no pod í a ser otro que « el Señor es mi pasto r, nada me falta », en que se alaba esa actitud amable y desinteresada del pastor que conduce a las fuentes de agua, que repara las fuerzas, que prepara comida en la mesa, que unge la cabeza de alegr í a, que es todo bondad y misericordia El salmo no pod í a ser otro que « el Señor es mi pasto r, nada me falta », en que se alaba esa actitud amable y desinteresada del pastor que conduce a las fuentes de agua, que repara las fuerzas, que prepara comida en la mesa, que unge la cabeza de alegr í a, que es todo bondad y misericordia.

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17 Dos imágenes que recorren la larga experiencia del pueblo de Dios. Al salir de Egipto, el Señor guía al pueblo por el desierto como a un rebaño dándole agua, comida y reposo. Al llegar a la tierra prometida, el Señor los recibe como huéspedes en su territorio. El mismo es el anfitrión.

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19 v.1: «El Señor es mi pastor; nada me falta»... El Señor no es un pastor cualquiera. «Es mi pastor»: denota intimidad, confianza, relación personal. El primer versículo ya crea un clima. «Nada me falta»: sensación de plenitud.

20 Frente a la experiencia constante y diaria de que todo se me queda corto, nada me llena, nada me satisface..., el salmista siente una experiencia de plenitud. Dios lo llena del todo. Llena todos los poros de su ser; hasta las fibras más íntimas y profundas. Es la sensación que sentiría María ante las palabras del ángel: «Llena eres de gracia» (Lc. 1,28).

21 A partir de ahora el salmo avanza, a través de imágenes vivas, cercanas, sugerentes... hasta desembocar en un mar de intensa y profunda emoción.

22 El Reino de Cristo, dice San Pablo, no es para él mismo, sino para nuestra total liberación y vida. Al entrar a su Reino, superamos el pecado y la muerte. El Reino de Cristo, igualmente, fue adquirido para nosotros por Jesús sufriente y muerto por nuestro bien.

23 Ya casi al final de su segunda carta a la comunidad de Corinto, en el cap í tulo que dedica a la resurrecci ó n (c. 15), Pablo eleva este canto a la realeza de Cristo Jes ú s, que tambi é n se lee el d í a de la Asunci ó n de Nuestra Se ñ ora. Cristo ha resucitado el primero. Por Ad á n murieron todos. Por Cristo todos volver á n a la vida. La resurrecci ó n de Cristo est á unida, por tanto, a la nuestra.

24 Dios lo será todo para todos Resucitar á n en un determinado orden: primero Cristo, como primicia. Despu é s, los que son de Cristo. Al final Cristo devolver á su Reino a Dios Padre, y se someter á é l mismo a Dios, una vez aniquilados todos sus enemigos, el ú ltimo de ellos la muerte. Entonces, " Dios lo será todo para todos ".

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27 El juicio de las naciones 31 Cuando el Hijo del Hombre llegue con majestad, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria 32 y todas las naciones serán reunidas en su presencia. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. 33 Colocará a las ovejas a su derecha y a las cabras a su izquierda.

28 34 Entonces el rey dirá a los de la derecha: Vengan, benditos de mi Padre, a recibir el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. 35 Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era emigrante y me recibieron, 36 estaba desnudo y me vistieron, estaba enfermo y me visitaron, estaba encarcelado y me vinieron a ver. 37 Los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber, 38 emigrante y te recibimos, desnudo y te vestimos? 39 ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y fuimos a visitarte?

29 40 El rey les contestará: Les aseguro que lo que hayan hecho a uno solo de éstos, mis hermanos menores, me lo hicieron a mí. 41 Después dirá a los de su izquierda: Apártense de mí, malditos, vayan al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, 43 era emigrante y no me recibieron, estaba desnudo y no me vistieron, estaba enfermo y encarcelado y no me visitaron.

30 44 Ellos replicarán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, emigrante o desnudo, enfermo o encarcelado y no te socorrimos? 45 Él responderá: Les aseguro que lo que no hicieron a uno de estos más pequeños no me lo hicieron a mí. 46 Éstos irán al castigo perpetuo y los justos a la vida eterna.

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32 Este pasaje llamado del « juicio final » es exclusivo del evangelio de Mateo, y cierra, antes de la Pasi ó n, el largo « discurso escatoló- gico » de Jes ú s. Describe el juicio de una manera muy popular: el rey que hace de juez y pone a unos a la derecha y a otros a la izquierda, con los buenos y los malos simbolizados por las ovejas y las cabras.

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35 Como Jesús es rey a la manera de la misericordia y preocupación por los desposeídos, es coherente que aquéllos que han de participar en su reinado participen también de su misericordia. Jesús como rey se hará presente en el juicio final, pero de acuerdo a la parábola, él ya está presente entre nosotros, aunque su realeza permanece escondida. Escondida tras el rostro de los pobres, los hambrientos, los enfermos, etc. Su realeza, en verdad, no es al modo del mundo.

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38 «¿Dónde está tu hermano?» está tu hermano?» En el reino de Dios no cabe imposición ni odio ni, por tanto, victoria del hombre sobre el hombre. En las victorias humanas hay vencedores y vencidos; hay siempre imposición de unos sobre otros. En cambio, el reino de Dios es la victoria sobre la opresión y la muerte, y se inaugura con el perdón de Jesús desde la cruz: « Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen ».

39 Es probable que nos preguntemos qué tiene que ver el evangelio de hoy, que hace prevalecer el amor a la hora del juicio, con la fiesta de Cristo Rey. Sin embargo, define cómo es el Reino de Dios y cómo se entra en él: « vengan, benditos de mi Padre, hereden el Reino »

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41 A nuestro alrededor hay gente que tiene hambre, que está desnuda y que es perseguida por causa de la justicia. Nuestro mundo no es, pues, el reino inaugurado por Cristo, donde el sediento bebe, el hambriento se sacia, el preso rompe sus cadenas y el hombre se esfuerza por reconocer a los demás como hermanos.

42 La pregunta de Dios a Caín, al empezar la historia: «¿ Dónde está tu hermano ?», es aquí recogida como pregunta que sigue siendo central, y que sigue también provocando la misma sorpresa que provocó en Caín. Pero aquí Jesús explica el porqué de la pregunta: no se puede distinguir entre los deberes para con Dios y los deberes para con los hombres, puesto que Jesús-Salvador se identifica con cada hombre. Esta identificación, que prolonga la idea que concluía el discurso misionero ( Mt. 10. 42), muestra que toda persona es «sacramento de Cristo» para los demás, es decir, que hace presente y visible a Cristo para los demás, hacia Dios.

43 La perspectiva de resurrecci ó n para los seguidores de Jes ú s Pablo, en su catequesis sobre la resurrecci ó n de los muertos al final de la historia, se basa sobre todo en la resurrecci ó n de Cristo. Igual que é l ha pasado a la nueva existencia, despu é s de haberse inmolado en la Cruz por todos, as í los que le siguen van a ser resucitados, despu é s de é l.

44 Esa es la perspectiva escatol ó gica que nos hace sabios para vivir la vida presente. La clave de nuestra salvaci ó n final es nuestra solidaridad con el segundo Ad á n, Cristo Jes ú s. El Reino est á viviendo todav í a una historia muy din á mica y movida. Cristo ha vencido ya, pero todav í a sigue la batalla en sus miembros. El da sentido a toda la historia, é l inaugura el Reino, que sigue ahora adelante en su Iglesia y en la humanidad, en marcha hacia la plenitud. Al final se manifestar á é l como « Rey del Universo », y un « examen final » decidir á la suerte de cada uno de nosotros.

45 Un Rey misericordioso, defensor del pobre ¿ Qu é clase de Rey es este en quien creemos y a quien seguimos, Cristo Jes ú s? Ezequiel no lo presenta como un caudillo guerrero, o como un rico poderoso, sino como un pastor sol í cito del bien de sus ovejas. Sobre todo dedicado a las ovejas que se descarr í an o corren peligros o quedan heridas.

46 El Dios del que habla el profeta Ezequiel es juez (juzgar á entre oveja y oveja, y sobre todo denunciar á a los malos pastores) pero a la vez es pastor, gu í a, m é dico y liberador. Lo mismo hace el salmo responsorial, que quiere que veamos sobre todo el amor y la misericordia de nuestro Dios y Pastor.

47 Es lo que se cumpli ó perfectamente en su Enviado, Cristo Jes ú s. Esa es su realeza. No entendi ó su Reino como privilegio, no busc ó poder pol í tico, ni prestigio social, ni fuerza militar, ni riquezas. Sus « credenciales » las proclamamos en el prefacio: « el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz ». Nuestro Rey se entreg ó por todos en la cruz, mostr á ndonos que s ó lo el amor y la entrega solidaria pueden salvar al mundo.

48 Sus seguidores -cada uno de nosotros- tendremos que aprender esta lecci ó n. Nuestra actitud no debe ser de dominio, sino de servicio. No de prestigio pol í tico o econ ó mico, sino de di á logo humilde y comunicador de esperanza. Evangelizamos m á s a este mundo con nuestra entrega generosa que con nuestros discursos o en la ostentaci ó n de nuestras instituciones. En nosotros tambi é n debe cumplirse lo de que « servir es reinar ».

49 Seremos examinados sobre el amor La materia para este examen van a ser las obras, no las palabras. Ya hab í a avisado antes: « No todo el que me diga: Señor, S eñor, entrará en el Reino... sino el que haga...». En el fondo, son la « obras de misericordia » las que deciden.

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51 Jes ú s es un maestro y un pedagogo magn í fico: no emplea, por ejemplo, la palabra « amor », que puede resultar gastada o ambigua. Los ejemplos concretos que pone siguen teniendo la misma actualidad hoy en d í a: si hemos dado de comer a los que tienen hambre, si hemos dado de beber al sediento, si hemos atendido al forastero, si hemos vestido al que est á desnudo, si hemos visitado a los enfermos y a los encarcelados.

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56 Concede a tu Iglesia, Padre de bondad, trabajar incansablemente por la implantaci ó n del amor, por la implantaci ó n del amor, de la justicia y de la paz en el mundo. Que quienes tienen autoridad en las naciones la ejerzan como un servicio a los s ú bditos, a los s ú bditos, especialmente a los m á s necesitados. Te encomendamos a quienes en muchos lugares del mundo en muchos lugares del mundo sufren persecuci ó n a causa de su fe cristiana y sus esfuerzos por implantar la paz. Que todos nosotros, que celebramos la solemnidad de Cristo Rey, para que en nuestra conducta y en nuestros criterios y en nuestros criterios sigamos las normas vigentes en el Reino de Cristo-Jes ú s. Am é n.

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58 A lo largo del a ñ o lit ú rgico, desde aquel ya lejano primer domingo de Adviento, hemos venido contemplando los hechos de Jes ú s y hemos venido proclamando su Palabra. Tanto en los hechos como en las palabras, hemos visto a Jes ú s como centro de una « vida nueva », de un « Reino de amor y de paz »... que no es de los conocidos en este mundo. No es un Reino que se manifieste por su esplendor, por su poder í o, por su grandeza.

59 Es un Reino donde Cristo se nos ofrece en la Cruz, que es el mayor signo de amor y entrega hacia nosotros. En el d í a de hoy, ofrecemos nuestro homenaje a Cristo, Rey del Universo (y no s ó lo de una naci ó n), y de un « reino de verdad y de vida, de justicia de amor y de paz ».

60 Servir para reinar Jes ú s pod í a haber nacido entre los ricos, en palacio de lujo, entre esplendores de é xitos, y terminar su vida en medio de manifestaciones y aplausos. Pero hizo todo lo contrario. Naci ó de modo humilde y desconocido, vivi ó moderada y pobremente, sufri ó enfrentamientos y luchas y muri ó crucificado.

61 A Pedro le hubiera encantado un rey dominador, con capa de armi ñ o y corona de oro...; a m í tambi é n. Pero é l eligi ó por cetro una ca ñ a, por corona unas espinas y por trono donde manifestar su Se ñ or í o, la Cruz. Adem á s, dej ó en las manos de la Iglesia (en las manos pecadoras de sus miembros), el tesoro de su mensaje salvador; y la Iglesia confiesa que Jes ú s es el Se ñ or, que est á resucitado y que vendr á con gloria a juzgar a las naciones.

62 Si el Reino de Jes ú s hubiera sido « como los de este mundo », pocos de nosotros hubi é ramos tenido acceso a é l, porque los puestos est á n reservados para « algunas personas » solamente. Sin embargo, en el Reino de Jes ú s, en la Iglesia del Se ñ or, todos cabemos, porque todos estamos llamados a é l y el ú nico requisito para pertenecer a ese Reino es el de « amar a Dios con toda el alma y al prójimo como a nosotros mismos ». Y todos podemos cumplir este mandato si disponemos de un poco de generosidad y buen coraz ó n. ¡ Esa es nuestra suerte! Por eso, cuando la implantaci ó n de su Reino sea total, aquellas normas de vida que é l ofreci ó ser á n las que servir á n de pauta para juzgar a todos.

63 Y la actitud que cada uno haya tenido « con los pobres a quienes se les predic ó el reino » ser á la que determine qui é n poseer á el Reino y qui é n ser á excluido de é l. En la venida de Jes ú s al final de los tiempos utilizar á una medida de discernimiento sorprendente y llamativa: la actitud de amor o indiferencia ante los necesitados, en los cuales est á el Se ñ or. Todo trabajo por el Reino pasa necesariamente por el amor a los dem á s. Este amor forma parte esencial de nuestra vocaci ó n y misi ó n de cristianos. Cuidemos de que est é siempre vivo en nuestros corazones.

64 A ese Jes ú s lo tenemos presente tambi é n, de un modo privilegiado - como Palabra viva y como Alimento de vida- en la Eucarist í a. En el Padrenuestro pedimos siempre: «venga a nosotros tu reino».

65 El alimento es la Eucarist í a, el mismo Cristo, el Resucitado, que se nos da como fuerza para que sigamos su camino con perseverancia y alegr í a. Cuando el sacerdote nos invita a acercarnos a la comuni ó n, dice unas palabras que apuntan claramente a un banquete festivo, « dichosos los invitados a la cena de bodas del Cordero », de Cristo. No se trata s ó lo de que estamos invitados a « esta mesa » de la Eucarist í a, que ya es mucho, sino a lo que esta mesa prefigura y anticipa: la mesa del banquete celestial, la mesa festiva de bodas, ya en el Reino definitivo.

66 Con raz ó n pedimos a Dios en la Oraci ó n despu é s de la comuni ó n, despu é s de recibir el alimento de la inmortalidad: « te pedimos, Señor, que quienes nos gloriamos de obedecer los mandatos de Cristo, Rey del Universo, podamos vivir eternamente con él en el reino del cielo ».

67 Algunas preguntas para meditar durante la semana: 1.¿Tengo el hábito de ver a Cristo en los pobres? Cristo en los pobres? 2En este momento, ¿en qué lado de Jesús estaría, de acuerdo con la parábola? lado de Jesús estaría, de acuerdo con la parábola?

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