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1
Tú eres, Señor, el gran regalo.
Quien te descubre en profundidad, no necesita buscar otros señores que le llenen por dentro, porque en ti está la fuente de la felicidad y todos los que acuden a ti quedan saciados.
2
¿Qué podré hacer para estar a tu lado?
¿Cómo buscarte sin cansarme? ¿Dónde te encontraré para jamás perderte? Yo deseo, Señor, que seas mi compañía, mi alegría y mi esperanza. Yo deseo, Señor, disfrutarte en lo más íntimo de mi corazón.
3
Que yo te conozca para darte a conocer,
porque nadie puede hablar de lo que no conoce.
4
Yo sé, Señor, que son muchos los que hablan de ti
pero que luego no te sienten como hablan.
5
Que yo te encuentre para mostrar a los demás
por dónde te tienen que buscar.
6
No quiero ser un ciego más
que se cree en camino, cuando está lejos de él; que se cree poseedor de la verdad, cuando la verdad no está en él.
7
Que yo te sienta para compartir mi experiencia,
una experiencia que hable de un corazón lleno de gozo; una experiencia que hable de tu presencia envolviendo toda mi vida.
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