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Jorge Guillén Gerardo Diego Miguel Hernández Pedro Salinas Rafael Alberti Federico García Lorca Dámaso Alonso Vicente Aleixandre Luis Cernuda.

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Presentación del tema: "Jorge Guillén Gerardo Diego Miguel Hernández Pedro Salinas Rafael Alberti Federico García Lorca Dámaso Alonso Vicente Aleixandre Luis Cernuda."— Transcripción de la presentación:

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2 Jorge Guillén Gerardo Diego Miguel Hernández Pedro Salinas Rafael Alberti Federico García Lorca Dámaso Alonso Vicente Aleixandre Luis Cernuda

3  Pretenden eliminar del poema lo que no es belleza para alcanzar la poesía pura.  Quieren representar la realidad sin describirla.  Tratan asuntos del hombre como el amor, la muerte, el destino, etc.  Se preocupan de la expresión lingüística y buscan un lenguaje cargado de lirismo.  Utilizan estrofas tradicionales (romance, copla...), clásicas (soneto, terceto...) y el verso libre.  También buscan el ritmo en la repetición de palabras.

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5 Maremágnum (1957) Que van a dar en el mar (1960) A la altura de las circunstancias (1963)

6 En torno el crimen absoluto. Vulgo, El vulgo más feroz, En un delirio de vulgaridad Que llega a ser demente, Se embriaga con su sangre, La sangre de Jesús. Y cubre a los osarios Una vergüenza universal: a Todos, A todos nos sonroja. ¿Quién, tan extenso el crimen, No sería culpable? La noche sufre de inocencia oculta. Y en esa noche tú, por ti alborada, A un cielo con sus pájaros tan próxima, A pesar del terror y del ahogo, Sin libertad ni anchura, Amas, inventas, creces En ámbito de pánico, Que detener no logra tus esfuerzos Tan enérgicamente diminutos De afirmación humana: Con tu pueblo tu espíritu -Y el porvenir de todos. (Jorge Guillén: "Clamor")

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8 Viento del pueblo (1937) El hombre acecha (1939) Cancionero y romancero de ausencias (1938-1940)

9 Carne de yugo, ha nacido más humillado que bello, con el cuello perseguido por el yugo para el cuello. Nace, como la herramienta, a los golpes destinado, de una tierra descontenta y un insatisfecho arado. Entre estiércol puro y vivo de vacas, trae a la vida un alma color de olivo vieja ya y encallecida. Empieza a vivir, y empieza a morir de punta a punta levantando la corteza de su madre con la yunta. (Miguel Hernández: "Viento del pueblo")

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11 El Contemplado (1946)Todo más claro (1949)

12 Invitación al llanto. Esto es un llanto, ojos, sin fin, llorando, escombrera adelante, por las ruinas de innumerables días. Ruinas que esparce un cero —autor de nadas, obra del hombre—, un cero, cuando estalla. Cayó ciega. La soltó, la soltaron, a seis mil metros de altura, a las cuatro. ¿Hay ojos que le distingan a la Tierra sus primores desde tan alto? ¿Mundo feliz? ¿Tramas, vidas, que se tejen, se destejen, mariposas, hombres, tigres, amándose y desamándose? No. Geometría. Abstractos colores sin habitantes, embuste liso de atlas. (Pedro Salinas)

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14 Hombre y Dios (1955) Hijos de la Ira (1944) Oscura noticia (1959)

15 Entre mis manos cogí Un puñadito de tierra. Soplaba el viento terrero. La tierra volvió a la tierra. Entre tus manos me tienes, Tierra soy. El viento orea Tus dedos, largos de siglos. Y el puñadito de arena -grano a grano, grano a grano el Gran viento se lo lleva. (Dámaso Alonso: "Oscura noticia")

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17 Los placeres prohibidos (1931) Desolación de la Quimera (1962) Donde habite el olvido (1932)

18 ¿Volver? Vuelva el que tenga, tras largos años, tras un largo viaje, consciencia del camino y la codicia de su tierra, su casa, sus amigos. Del amor que al regreso fiel le espere. Más ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas, sino seguir libre adelante, disponible por siempre, mozo o viejo, sin hijo que te busque, como a Ulises, sin Ítaca que guarda y sin Penélope. Sigue, sigue adelante y no regreses, fiel hasta el fin del camino y tu vida, no eches de menos un destino más fácil, tus pies sobre la tierra antes no hallada, tus ojos frente a lo antes nunca visto. (Luis Cernuda: «Desolación de la Quimera")

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20 Historia del corazón (1954) En un vasto dominio (1962)

21 No escribo para el señor de la estirada chaqueta, ni para su bigote enfadado, ni siquiera para su alzado índice admonitorio entre las tristes ondas de música. Tampoco para el carruaje, ni para su ocultada señora (entre vidrios, como un rayo frío, el brillo de los impertinentes). Escribo acaso para los que no me leen. Esa mujer que corre por la calle como si fuera a abrir las puertas a la aurora. O ese viejo que se aduerme en el banco de esa plaza chiquita, mientras el sol poniente con amor le toma, le rodea y le deslíe suavemente en sus luces. Para todos los que no me leen, los que no se cuidan de mí, pero de mí se cuidan (aunque me ignoren). Esa niña que al pasar me mira, compañera de mi ventura, viviendo en el mundo. Y esa vieja que sentada a su puerta ha visto vida, paridora de muchas vidas, y manos cansadas. Escribo para el enamorado; para el que pasó con su angustia en los ojos; para el que le oyó; para el que al pasar no miró; para el que finalmente cayó cuando preguntó y no le oyeron. Para todos escribo. Para los que no me leen sobre todo escribo. Uno a uno, y la muchedumbre. Y para los pechos y para las bocas y para los oídos donde, sin oírme, está mi palabra.

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23 El poeta en la calle (1931-1935) De un momento a otro (1937) 13 bandas y 48 estrellas (1936)

24 Es más, estáis de acuerdo con los asesinos, con los jueces, con los legajos turbios de los ministerios, con esa bala que de pronto puede haceros morder el sabor de las piedras o esas celdas oscuras de humedad y de oprobio donde los cuerpos más útiles se refuerzan o mueren. Estáis, estáis de acuerdo, aunque a veces algunos de vosotros pretendáis ignorarlo. ¿ Qué son esos silencios, esas caras de tempestad oculta, reprimida, cuando el mantel se abre ante vosotros lo mismo que un insulto, igual que una limosna que nos ata a vuestro pobre pensamiento, a vuestra bolsa despreciable siempre pendiente en vuestros ojos? Estáis, estáis de acuerdo. No pretendáis negarlo. Es inútil. Hay que huir, que desprenderse de ese tronco podrido, de esa raíz comida de gusanos y rodar a distancia de vosotros para poder haceros frente y exterminaros confundiéndonos con los que hicieron vuestras fábricas, labraron vuestras tierras, agonizaron en vuestros dominios. Porque es cierto que estáis, que estáis todos de acuerdo con la muerte.

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27 ¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey, ni el millonario de dientes azules, ni las bailarinas secas de las catedrales, ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. Sólo este mascarón, este mascarón de vieja escarlatina, ¡sólo este mascarón! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York!

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