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Pero siempre tiene que haber una persona que nos esté dando o administrando el sacramento de una manera visible. Este ministro visible es como la mano.

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3 Pero siempre tiene que haber una persona que nos esté dando o administrando el sacramento de una manera visible. Este ministro visible es como la mano o la boca de Cristo invisible. Es en cierto modo la manifestación del Espíritu Santo o la manifestación de Cristo en el Espíritu. Como Cristo está presente en los sacramentos para darnos la gracia, es Él quien verdaderamente administra los sacramentos.

4 Poniendo por ejemplo la confesión: Si fuera nada más hablar con Dios para que nos perdone ¿cómo sabremos que Dios nos ha perdonado? Pero vemos al sacerdote, que en nombre de Dios, representando a Jesucristo y con su autoridad, nos dice: “Yo te absuelvo”. La tranquilidad y certeza viene a nuestra alma. Y así en otros sacramentos.

5 Vimos que cada sacramento se constituye con dos elementos: el elemento material y unas palabras que explican para qué sirve el signo externo esencial. Alguien debe realizar la unión de la palabra con el signo. Este alguien, quien lo administra, también pertenece a todo este símbolo sacramental. Es decir, que tiene significación representativa. En cada sacramento veremos quién puede tener este carácter representativo.

6 Por lo tanto Jesucristo ejerce su poder y su amor en la administración de los sacramentos a través de la Iglesia. Porque no sólo es a través de una persona, sino que, como decía san Agustín, es la comunidad de todos los santos quien administra los sacramentos en la virtud de Cristo. Cada miembro de la Iglesia participa en el bautismo, eucaristía, perdón de los pecados, etc.

7 Pero hay diferencias. El bautismo, por ejemplo, es tan importante y necesario que, en caso de necesidad puede ser administrado por cualquiera, sea hombre o mujer. Aunque si se administra de forma solemne debe ser por un diácono o sacerdote. Esto lo veremos en cada sacramento. La Iglesia entera está participando en la donación; pero la realización concreta de la administración está reservada a algunos miembros de la comunidad en particular.

8 Esto es porque va a representar a Cristo de una manera especial y por lo tanto requiere tener un don que le marcará con un sello o carácter especial. Queda marcado como representante de Cristo. Por eso cuando el sacerdote dice en el sacramento “yo te absuelvo” o “Esto es mi cuerpo”, en realidad es Cristo quien lo dice por boca del sacerdote. Para algunos sacramentos el ministro debe antes recibir otro sacramento y un poder, el Orden.

9 El bautizado de alguna manera ya participa del sacerdocio de Cristo pudiendo ser ministro en algún sacramento. Por ejemplo, cuando dos se casan, ellos mismos son los que se administran el sacramento, uno al otro. Si no estuvieran bautizados, tampoco podrían recibir el sacramento del matrimonio, porque no podrían administrárselo.

10 En realidad quien da la gracia del sacramento es Cristo allí presente. La persona humana que administra sólo es representante de Jesucristo. Un representante puede ser enemigo del representado; pero si hace lo que tiene que hacer, su acción es válida. El valor del sacramento no depende de si el ministro está en gracia o en pecado.

11 Si el venir la gracia sacramental dependiera de si el ministro está en gracia o en pecado ¿cómo íbamos a saber si estamos bautizados o no? Y así en los demás sacramentos. Jesús viene al altar en la misa igualmente si las palabras de la consagración las dice un sacerdote santo o uno perverso. Viene igual con tal que hagan lo que tienen que hacer teniendo una normal recta intención.

12 Hubo en la Iglesia durante un cierto tiempo ciertas disputas importantes sobre si era válido un bautismo administrado por un hereje que no creía quizá ni en Dios, y menos en la Iglesia, con tal que haga lo que manda la Iglesia. Esto pudiera suceder si un amigo, estando en gran necesidad, se lo pidiera y le fuera enseñando lo que debía hacer. Se determinó que sí valía el bautismo.

13 Debemos distinguir cuándo un sacramento es válido y cuándo es lícito. Y esto también debemos distinguir en cuanto a quien lo da y en cuanto al que lo recibe. En cuanto al ministro, lo primero es que debe tener poder. Porque si uno, sin ser sacerdote, se pone a decir la misa: la puede decir muy bien y además con mucho fervor; pero la misa no vale. Y quien comulga de lo “no consagrado” en esa misa, no ha comulgado.

14 Esto sería muy raro que sucediese en un sacerdote normal. Por lo que se supone, porque esas intenciones se hacen de una vez para siempre, y aunque en ese momento esté más o menos distraído, la misa vale. Pero es ilícita la misa si el sacerdote está en pecado grave. Así en los demás sacramentos. Además debe tener intención de hacer lo que hace y con la intención de hacerlo como lo manda la Iglesia.

15 Para decir que un sacramento es válido aunque el ministro esté en pecado, algún santo padre ponía estos ejemplos: es como si uno va a sembrar y pone la semilla con las manos limpias o sucias. La semilla producirá igual. Y es como si el agua viene por una cañería de oro o de barro: el agua es la misma y lo mismo nos aprovecha.

16 Por lo tanto, cuando recibamos el sacramento, estemos tranquilos por si es uno u otro ministro y sobre su estado ante Dios. El tendrá que dar cuentas. De todas las maneras, si uno recibe un sacramento no válido, Dios es tan bueno que, aunque no nos dé la gracia del sacramento, nos dará otras gracias, si ve la buena voluntad y la buena disposición.

17 En cuanto a la distinción de válido y lícito en quien lo recibe, pongamos un ejemplo: si uno comulga en pecado grave, ha comulgado de verdad, pero ilícitamente porque además ha cometido otro pecado más grave. Así que lícito es cuando quien lo recibe reúne las condiciones que para unos sacramentos es estar en gracia y para algunos otros estar arrepentido de los pecados. Si no reúne estas condiciones recibirá el sacramento, pero no las gracias del sacramento.

18 Otra cosa que necesita quien lo recibe, para que sea válido, es que tenga intención de recibirlo. Porque puede pasar que alguien lo reciba sin tener intención de recibirlo. Esto suele suceder en algunos casos en el matrimonio. Puede ser que los dos o quizá uno de los dos se case por compromiso, por quedar bien. En este caso no recibiría el sacramento.

19 Para ser lícito, además de las condiciones necesarias, como estar en gracia, es tener una cierta intención. Pero, como Dios está deseoso de dar muchas gracias en abundancia, será más provechoso el sacramento cuanta mayor intención se tenga y cuanto más amor se ponga en la intención. Por eso importa mucho prepararse bien para los sacramentos y desear que venga el Señor, que está allí presente.

20 Automático

21 Vendrá el Señor y a su pueblo salvará.

22 Vendrá el Señor; con su luz nos llenará;

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24 El llenará nuestra vida, El colmará nuestro amar;

25 El nos alumbra en la noche, nos da fuerza y nos da paz.

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29 Vendrá el Señor; con su luz nos llenará

30 Hacer CLICK

31 No valdría si en el bautismo en vez de agua se pusiera vino o aceite; o si en la misa en vez de vino se pusiera un refresco de otra cosa. Tampoco es necesario que sea una clase determinada de vino. Puede ser de mala categoría, con tal que sea vino, etc. Otra cosa para que el sacramento sea válido es que se ponga la materia necesaria ordenada por la Iglesia.

32 También para que sea válido el sacramento deben decirse las palabras propias del sacramento. Antiguamente había que decirlo en latín, como un sentido de unidad en la Iglesia. Hoy la Iglesia ha determinado que se puede decir en cualquier idioma; pero que esté correctamente traducido. Se requiere también que haya unión: que se ponga el agua y se digan las palabras más o menos al mismo tiempo y por la misma persona.

33 Por ejemplo, en el bautismo se habla del agua y de la invocación al Dios Trino; en la confirmación, de la invocación e imposición de manos (en los Hechos de los Apóstoles); en la Eucaristía, el pan y vino y las palabras que consagran; en la Unción de enfermos, la unción y la oración. Esta unidad entre el signo y la palabra ya está manifestada en la Sda. Escritura.

34 Sería un gran problema si tuviéramos que atenernos, al recibir un sacramento, si quien lo administra está en gracia o no. Esto lo negaron Lutero y compañía al proclamar que los sacramentos sólo valían para excitar la fe, que es lo único que interesa tener. Ya vimos cómo Cristo viene en la misa a las “sagradas especies”, esté el sacerdote en gracia o en pecado.

35 Sin embargo es muy importante, para adquirir muchas más gracias, no sólo estar en gracia en ese momento sino vivir en continua unión con Dios, hasta poder decir, y gracias a los sacramentos, como decía san Pablo: Vivo yo, pero no soy yo; es Cristo quien vive en mi.

36 Vivo yo, pero no soy yo. Es Cristo quien vive en mi. Automático

37 Vivo yo, pero no soy yo. Es Cristo quien vive en mi.

38 Comamos todos juntos el pan de la unidad.

39 Venid a este banquete, venid a comulgar.

40 La Eucaristía es una fiesta. En verdad es nuestro pan.

41 Comamos todos juntos, comamos de este pan.

42 Vivo yo, pero no soy yo. Es Cristo quien vive en mi.

43 Vivo yo, pero no soy yo. Es Cristo quien vive en mi.

44 María nos acompaña en este caminar hacia Jesús por medio de los sacramentos. AMÉN


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