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Publicada porEnrique Benítez Ortega Modificado hace 9 años
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PALABRAS de VIDA
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Marcos 4, 35-41 12 del Tiempo Ordinario –B «Creer en Jesús es creer que el bien puede y tiene que triunfar sobre el mal. A pesar del sistema y la aparente insolubilidad de nuestros actuales problemas, el ser humano puede ser, y acabará siendo liberado. Toda forma de mal, la enfermedad, el sufrimiento, la miseria, el miedo, la opresión, la injusticia, puede ser superada. Y el único poder capaz de lograrlo es el poder de una fe que crea en ello.” (Albert Nolan)
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35 Aquel mismo día al caer la tarde les dijo: -Pasemos a la otra orilla. Jesús sacude todo inmovilismo. Nos invita a ponernos en marcha, a embarcarnos, a soltar amarras, a no quedarnos en tierra y a emprender la travesía con Él a bordo. Si se hubieran quedado donde estaban, no hubieran vivido lo que vivieron con Él. Hay que “ir a la otra orilla”, la fe no es quietud.
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36 Ellos dejaron a la gente y lo llevaron en la barca, tal como estaba. Otras barcas lo acompañaban. 37 Se levantó entonces una fuerte borrasca y las olas se abalanzaban sobre la barca, de suerte que la barca estaba ya a punto de hundirse; 38 Jesús estaba a popa, durmiendo sobre el cabezal, y lo despertaron diciendo: -Maestro, ¿no te importa que perezcamos? La cercanía de Jesús, la certeza de que está a nuestro lado en la travesía de la vida y de que lleva nuestra barca a buen puerto, no nos ahorra dificultades y tormentas. Jesús no nos dice que estamos libres de ellas. Nos asegura que en las tempestades no estamos sol@s. Él está en la barca navegando con nosotr@s. La fe consiste en fiarse de Jesús, no sólo cuando vela y muestra su poder, sino también cuando “duerme”. ¿Está dormido Jesús, o es nuestra vida y nuestra fe las que está dormida?
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39 Él se levantó, increpó al viento y dijo al lago: -¡Cállate! ¡Enmudece!. El viento amainó y sobrevino una gran calma La cuestión está en confiar, dejarle actuar a Él. Contra toda lógica y toda ley de la naturaleza Jesús calma el viento y llena el espacio de calma y paz. Él es nuestra paz.
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40 Y a ellos les dijo: -¿Por qué sois tan cobardes? Jesús establece una relación directa entre el miedo y la falta de fe. Repite con frecuencia “no tengáis miedo”. ¿Seguimos teniendo miedos? Miedo a la verdad, a los sentimientos, a perder, a lo nuevo, a la libertad, al cambio, al compromiso, a los riesgos, a las decisiones, a la muerte, hasta miedo a Dios... ¿Buscamos seguridades? Es necesario vivir en libertad y superar los miedos para que florezca la fe que vence las tempestades.
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¿Todavía no tenéis fe? La fe no es un modo de hablar o pensar, sino un modo de vivir. Vivir como vivió Jesús y adecuar nuestra vida a su escala de valores: No querer ser servid@s, sino servir. No buscar ningún rango ni elevada posición, sino desear asumir el último lugar. No buscar ser temid@s y obedecid@s, sino reconocid@s en la vida de las personas pobres y débiles. Analizar nuestros tiempos con el mismo espíritu y solidaridad con que Él analizó los suyos. Hoy sigue esta pregunta de Jesús flotando en el aire.
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41 Ellos se llenaron de un gran temor... El miedo es un arma poderosa. Hace sentir inquietud y confusión, paraliza, hace personas inseguras, sumisas y serviles. Mata la libertad. Anula la creatividad. Acapara y domina las conciencias. Impide construir un mundo más humano. La superación del miedo se fundamenta en la confianza inquebrantable en el Padre que nos quiere libres y felices y nos dice, mirando a Jesús, cómo vivir para conseguirlo. Jesús sigue repitiéndonos: ¡Ánimo. No temáis!
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¿Quién es Jesús? Esta es la cuestión primera y principal, el principio y fundamento de mi vida. También para nosotr@s es fundamental hacernos esa pregunta. De la respuesta depende el sentido de nuestra vida, de nuestra relación con l@s demás y con Dios. y se decían unos a otros: -¿Quién es éste, que hasta el viento y el lago le obedecen?
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Jesús, tus discípul@s no estamos condenad@s a galeras. Conocemos con gozo nuestra tarea en tu barca, mientras remamos al seguro puerto de tus brazos. Unas veces la mar está en calma, disfrutamos de la luz y de la brisa, y en el horizonte oteamos una playa abierta a un mundo mejor y más justo, más feliz. En otros momentos las olas encrespadas rompen contra nuestra barca y amenazan con hundirla. No hay horizonte, ni luz, ni brisa, sino viento contrario y miedo en el alma. Pero tú estás ahí. Y seguimos remando.
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