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LAS MANOS ARRUGADAS DE MI MADRE. LAS MANOS ARRUGADAS DE MI MADRE.

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1 LAS MANOS ARRUGADAS DE MI MADRE. LAS MANOS ARRUGADAS DE MI MADRE.

2 El otro día me quedé mirando fijamente las manos de mi madre. Ella estaba acostada sobre la cama, descansando un rato, no se percató de mi entrada silenciosa a su habitación y la miré de pies a cabeza pero sus manos me llamaron mucho la atención

3 Las manos de mi madre estaban arrugadas, sus venas se veían abultadas y tenía unas gruesas líneas en la piel que, como dispersos cordoncillos, se cruzaban entre sí. De primera impresión esas manos no me parecieron bonitas. Pero me puse a meditar en lo que sus manos significaban para mí, y al mirarlas de nuevo las vi hermosas, dignas, fuertes, como envueltas en una luz diamantina. Las manos de mi madre estaban arrugadas, sus venas se veían abultadas y tenía unas gruesas líneas en la piel que, como dispersos cordoncillos, se cruzaban entre sí. De primera impresión esas manos no me parecieron bonitas. Pero me puse a meditar en lo que sus manos significaban para mí, y al mirarlas de nuevo las vi hermosas, dignas, fuertes, como envueltas en una luz diamantina.

4 Esas manos tiernas y débiles un día fueron creciendo y cobrando fuerza, y se hicieron muy bonitas. Pero el peso de los años y el sello del trabajo las envejecieron y arrugaron, ahora son manos de una mujer madura y noble que se ha ido doblegando ante los ímpetus de la vida. Esas manos tiernas y débiles un día fueron creciendo y cobrando fuerza, y se hicieron muy bonitas. Pero el peso de los años y el sello del trabajo las envejecieron y arrugaron, ahora son manos de una mujer madura y noble que se ha ido doblegando ante los ímpetus de la vida.

5 Ellas se abrieron para cargarme cuando apenas yo era un bultito de carne y huesos. Ellas siempre estuvieron solícitas para guiar mis pasos trémulos en mi niñez, mis pasos inciertos en mi juventud y aún mis pasos no siempre firmes en mi madurez. Esas manos prepararon con amor sin igual los alimentos que me dieron vida. Fueron manos constructoras, que siempre han tenido el encanto de transmitir amistad y de inyectar estímulo. Ellas se abrieron para cargarme cuando apenas yo era un bultito de carne y huesos. Ellas siempre estuvieron solícitas para guiar mis pasos trémulos en mi niñez, mis pasos inciertos en mi juventud y aún mis pasos no siempre firmes en mi madurez. Esas manos prepararon con amor sin igual los alimentos que me dieron vida. Fueron manos constructoras, que siempre han tenido el encanto de transmitir amistad y de inyectar estímulo.

6 Por los dedos de esas manos se derrama la luz de un corazón amante, fueron como hilos dorados que se entretejieron a mi alrededor para darme protección. En el hogar, esas manos se mantuvieron ocupadas haciendo mil cosas, siempre abiertas para hacer el bien. Por los dedos de esas manos se derrama la luz de un corazón amante, fueron como hilos dorados que se entretejieron a mi alrededor para darme protección. En el hogar, esas manos se mantuvieron ocupadas haciendo mil cosas, siempre abiertas para hacer el bien.

7 Ahora, son manos temblorosas, arrugadas y sin mucha fuerza. Pero no han dejado de ser una inspiración, para abrirle la puerta al hijo que vuelve a la casa, para sostener la taza de café que me obsequia durante mis visitas, o para saludar a cuantos se acercan a ella. Ahora, son manos temblorosas, arrugadas y sin mucha fuerza. Pero no han dejado de ser una inspiración, para abrirle la puerta al hijo que vuelve a la casa, para sostener la taza de café que me obsequia durante mis visitas, o para saludar a cuantos se acercan a ella.

8 En el curso de la vida de todas las familias, las manos de las madres han hecho una gran labor: Han dado tantas caricias, han otorgado tanto amor, que no es posible pagar algo tan sublime. Antes de salir del cuarto de mi madre, yo me incliné y le besé sus manos, las bellas manos de mi dulce madre... Al fin reconocí cuanto amo esas manos. En el curso de la vida de todas las familias, las manos de las madres han hecho una gran labor: Han dado tantas caricias, han otorgado tanto amor, que no es posible pagar algo tan sublime. Antes de salir del cuarto de mi madre, yo me incliné y le besé sus manos, las bellas manos de mi dulce madre... Al fin reconocí cuanto amo esas manos.


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