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Publicada porJuan José Mendoza Aranda Modificado hace 10 años
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Amándola www.pedrovivo.com.ar
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El viento cesó, no sin antes limpiar el cielo. Había realizado un excelente trabajo, ocupándose de no dejar ni una sola nube, regalándole a la luna un bonito cielo para que pudiera pavonearse entre las infinitas estrellas.
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-Como sacás ventaja de tu cercanía... pensar que ni siquiera la luz es tuya y sin embargo luces bella y magnífica... ¡Preciosa! …- le dije en voz alta a la luna con tono irónico.
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Cerré mi campera y me recosté en la hierba proponiéndome enamorar a la luna. Hacía tiempo que no ejercitaba seducción alguna y ella se prestaba para hacerlo sin el menor riesgo. Después de todo, si también la luna me rechazaba, nadie se enteraría.
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Imaginé que ella también estaba ansiosa por sentir mis caricias y hasta pude ver y sentir que me enviaba luces tibias que me envolvían con ternura. En verdad, la luna estaba enamorada de mí y no tenía el menor atisbo de vergüenza en decirlo ante millones de estrellas. Agradecido, extendí mis manos para acariciarla, le ayudé a descender y nos abrazamos hasta quedarnos dormidos. www.pedrovivo.com.ar
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A la mañana siguiente, desperté con una sensación de paz, que jamás en mi vida había tenido. La luna se había ido sin hacer el menor ruido. www.pedrovivo.com.ar
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Supongo que no quiso despertarme. No sentí tristeza porque sabía que por la noche volveríamos a amarnos … Una y mil veces. www.pedrovivo.com.ar
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De la novela Dioses Imperfectos
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Felices Fiestas Pedrovivo www.pedrovivo.com.ar
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