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Publicada porValentia Cerrillo Modificado hace 10 años
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“El cambio” Miguel-A. País de locos 140 seg. (Nati Mistral)
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He de reconocerme un escéptico político (sin partidismos). Y son ellos mismos, autotitulados padres de la patria, quienes se cargan toda posible creencia política. Los eslóganes políticos, dicho sin partidismos de ninguna clase y vengan de donde vengan, no me cautivan. Pase con cierta duda por el famoso cambio, que exhibió como eslogan cierto partido político en España. ¿Serán los mismos perros con diferentes collares?. Y ya que a la siguiente legislatura, el eslogan electoral fuera “el cambio del cambio”, pues me causó hilaridad.
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Cuentan que un empresario avispado montó un despacho de abogados, y fue tal la abundancia de clientela que al año de comenzar se le quedó pequeño el despacho. Por ello, decidió mudarse a otro local más grande para poder ampliar la plantilla del bufete.
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Con motivo del cambio de local, un amigo íntimo, un poquito pelota, corrió a la floristería para enviarle un ramo de flores con una tarjetita. La empleada de la floristería tomó la nota oportuna, pero como tenía un día malo, se armó un lío con los apuntes.
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Ustedes verían el mal humor del abogado cuando al acudir al día siguiente a su flamante despacho se encontró un ramo de flores con una tarjetita donde se podía leer: "Tus amigos te desean el descanso eterno". El abogado "echó dientes": pensó en amenazas de muerte de delincuentes, y telefoneó enfurecido a la floristería.
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La pobre empleada de la floristería reconocía su error y se deshacía pidiendo disculpas. Ni las excusas formuladas, ni las lágrimas de la dependienta que no podía reprimir su llanto, mientras hablaba por teléfono, movieron el corazón del abogado. Como el letrado no se contentaba con disculpas y pedía una indemnización por daños y perjuicios, la empleada hubo de llamar al dueño de la floristería para que se hiciera cargo del caso.
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La discusión telefónica entre el abogado y el dueño de la floristería duró aproximadamente un cuarto de hora, y fue muy ardua. El dueño comenzó en tono de disculpas, pero acabó a gritos. Tal era la fuerza de la discusión que el vendedor de flores había de limpiarse reiteradamente el sudor con un pañuelo. Al fin, en un desplante colgó el teléfono, y, lejos de recriminar la confusión a la empleada despistada, le habló con aires de comprensión.
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- ¡Nada! -explicó-. Es un pobre chalado, y, encima, analfabeto, que no sabe admitir lo de que “errar es de humanos y rectificar, de sabios”. ¡Si ya hemos reconocido nuestro error, qué más quiere! Pues el tío se ha puesto como una fiera y quiere demandarnos. ¡Pues que nos demande!. A lo cual la empleada de la floristería replicó con ingenuidad: - Pues "jo", ¡cómo se va a poner el muerto cuando vea sobre su ataúd un ramo de flores con una tarjetita que dice: "¡enhorabuena por el cambio...!“!. ¡Enhorabuena por el cambio!
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