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Publicada porPetrona Blandon Modificado hace 10 años
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Lección 12 para el 22 de marzo de 2014
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“Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies” (Lucas 10:2) Al mirar a las multitudes que le rodeaban, Jesús vio cómo germinaba la semilla del Evangelio plantada en sus corazones. Pero, ¿dónde estaban aquellos que les guiarían al Salvador? Se necesitan obreros (pastores o laicos) que trabajen para cosechar la preciosa semilla.
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“Nuestras iglesias están languideciendo por falta de obreros fervorosos y abnegados. Nuestras iglesias más pequeñas están perdiendo su vitalidad porque los miembros no están trabajando por aquellos que los rodean. Dios puede trabajar con pocos obreros o con muchos; pero lo importante es comprender la responsabilidad personal que tiene cada miembro. Dios no puede bendecir una iglesia que es indolente y egoísta” E.G.W. (Review and Herald, 16 de junio de 1891) “Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies” (Lucas 10:2)
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“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26) El testimonio de humildes pecadores arrepentidos, auxiliados y guiados por el poder del Espíritu Santo, puede convencer a otros pecadores de un modo que ningún ángel podría hacer. ¿Por qué quiere Dios usar a hombres y mujeres para proclamar el Evangelio? ¿Acaso el Espíritu Santo no tiene suficiente poder para hacerlo Él solo? ¿No podrían hacerlo mucho mejor los ángeles que nosotros?
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No todos estamos llamados a realizar multitudinarias obras de evangelización. El ejemplo de Andrés, de Felipe, o el de la mujer samaritana, nos demuestran el poder de testimonios sencillos e invitaciones fervorosas. Todos somos llamados a hacer lo mismo. “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26)
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Un buen obrero debe dejarse guiar por Aquel que lo contrató. El Espírito arrebató a Felipe y lo llevó a Azoto (Hechos 8:39-40) A Pablo, el Espíritu le prohibió hablar en Asia y lo guió a predicar en Europa (Hechos 16:6-10) “No podemos nosotros emplear el Espíritu Santo; el Espíritu es quien nos ha de emplear a nosotros… Únicamente a aquellos que esperan humildemente en Dios, que esperan su dirección y gracia, se da el Espíritu” (E.G.W., La maravillosa gracia de Dios, 23 de julio) “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49)
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“Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos” (Juan 20:21-23) Como el Padre comisionó a Jesús, Cristo comisiona a sus discípulos. Por medio del Espíritu, el Padre invistió a Cristo con poder divino. Por medio del Espíritu, Jesús inviste a sus discípulos con poder divino para sus tareas terrenales. Él da cada habilidad, fortaleza, capacidad y talento que sean necesarios. La autoridad delegada recibida de Jesús nos enseña también que es necesario que nosotros, a su vez, la deleguemos en otros. Nadie está capacitado para realizar él solo toda la obra.
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“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10) Los hombres se salieron del camino recto y no saben cómo regresar. Jesús vino a buscar a los perdidos y llevarnos de vuelta al hogar. Él quiere que nosotros seamos “halladores” de los perdidos. Quiere que amemos y alcancemos a los perdidos, sin importar el tipo de personas que son o la clase de vida que lleven.
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“Todos los ángeles del cielo están dispuestos a cooperar en esta obra. Todos los recursos del cielo están a disposición de los que tratan de salvar a los perdidos. Los ángeles os ayudarán a llegar hasta los más descuidados y endurecidos. Y cuando uno se vuelve a Dios, se alegra todo el cielo; los serafines y los querubines tañen sus arpas de oro, y cantan alabanzas a Dios y al Cordero por su misericordia y bondad amante hacia los hijos de los hombres” E.G.W. (Palabras de vida del gran Maestro, cp. 15, pg. 155)
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