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Reflexiones de don Tonino Bello

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Presentación del tema: "Reflexiones de don Tonino Bello"— Transcripción de la presentación:

1 Reflexiones de don Tonino Bello
En camino hacia la Pascua Reflexiones de don Tonino Bello

2 Deseo de caminar ¡Ánimo, gente! La Pascua nos dice
que nuestra historia tiene un sentido, y no es un conjunto de inútiles sobresaltos. Que los que estamos recorriendo no son senderos sin salida. Que nuestra existencia personal no pende en el vacío ni consiste en un espectáculo sin red. Caemos en Dios. En Él vivimos, nos movemos y existimos.

3 La Pascua enjuga y seca los depósitos de
¡Ánimo, gente! La Pascua enjuga y seca los depósitos de desesperación sedimentados en nuestro corazón. Y, junto al valor de existir, nos devuelve el deseo de caminar.

4 Del desierto al Calvario
Del desierto del ayuno y de la tentación hasta el monte Calvario, la paz pasa a través de todos los caminos empinados de la Cuaresma. Y cuando llega a las primeras revueltas del Calvario, no busca desviaciones cómodas, sino que se encarama hasta la cruz. Sí, la paz, antes que llegada, es camino, camino en subida.

5 porque es obrador de paz, no quien pretende estar en la llegada,
Y será bendito, porque es obrador de paz, no quien pretende estar en la llegada, sin haber nunca partido, sino el que parte. Con el espejismo de una parada siempre alegremente entrevista, aunque nunca (en esta tierra, se entiende) plenamente alcanzada.

6 Un mundo nuevo Reconciliémonos con la alegría.
Que la Pascua derrote nuestro pecado, destroce nuestros miedos y nos haga ver las tristezas, las enfermedades, los atropellos y por fin la muerte, desde el lado justo: el del «tercer día». Desde ese lado, las cruces nos parecerán antenas colocadas para hacernos oír la música del cielo.

7 Los sufrimientos del mundo no serán para nosotros
los estertores de la agonía, sino los dolores del parto. Y los estigmas, dejados por los clavos en nuestras manos crucificadas, serán las heridas a través de las cuales vislumbraremos desde ahora las luces de un mundo nuevo.

8 ¡Ánimo, hermano! Ánimo, hermano que sufres! Hay también para ti
un descendimiento de la cruz. Hay también para ti una piedad sobrehumana. Mira ya una mano horadada que desclava del leño la tuya. Mira un regazo dulcísimo de mujer que te envuelve en ternura. Entre esos brazos maternales se desvelará, finalmente, todo el misterio de un dolor que ahora te parece un absurdo.

9 Ánimo, faltan pocos instantes para las tres de tu tarde.
Dentro de poco, la oscuridad cederá el puesto a la luz, la tierra recuperará sus colores y el sol de la Pascua irrumpirá entre las nubes en fuga.

10 Mujer, no llores Mujer, tus lágrimas ya no tienen motivo para brotar.
Mira: la colina del Calvario, que anteayer era solo una calavera cubierta de fango, hoy está repentinamente cubierta de flores. Estamos apenas en el tercer día: mas han bastado estas pocas horas para que el mundo diese un salto de milenios.

11 No, no midáis con los calendarios del hombre
la distancia que separa este alba luminoso del ocaso lívido del último viernes. No es trascurso del tiempo: ha pasado una eternidad. Mujer, tú no lo sabes, pero hoy ha empezado la nueva creación.

12 Irrumpe la Pascua ¡Ánimo! ¡Irrumpe la Pascua!
Es el día de las piedras que ruedan abriendo las entradas de los sepulcros. Es el tripudio de una noticia que se temía que no pudiese llegar nunca y que corre de boca en boca recreando relaciones nuevas entre viejos amigos.

13 Es la alegría de las apariciones del Resucitado,
que desencadena abrazos en el Cenáculo. Es la fiesta de los ex desilusionados de la vida, en cuyo corazón se expande ahora la esperanza. Que sea también la fiesta en la que el desbordamiento de la comunión venga a lamer las orillas de nuestra isla solitaria.

14 Una gran esperanza Ayúdanos, Señor,
a llevar al mundo y dentro de nosotros tu resurrección. Pon una gran esperanza en el corazón de los hombres, especialmente de los que lloran. Concede a quien no cree en Ti comprender que tu Pascua es la única fuerza de la historia, perennemente destructiva. Y luego, finalmente, oh Señor, restitúyenos también a nosotros, tus creyentes, nuestra condición de hombres. Amén.  Elaborado por Antonio Barone


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