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La gracia es una participación de la vida

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Presentación del tema: "La gracia es una participación de la vida"— Transcripción de la presentación:

1 La gracia es una participación de la vida
VIDA DE LA GRACIA, 1 Gr 30 de 75 La gracia es una participación de la vida de Dios. Se puede describir como un nuevo nacimiento, origen de una nueva criatura: sin dejar de ser la misma persona humana, comienza a vivir en un orden que excede por completo sus capacidades na- turales. Ese nuevo nacimiento consiste en participar de la vida divina. El cambio que experimenta la persona con la gracia es una verdadera divinización. La gracia nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria.

2 La unión del alma y del cuerpo constituye una unidad sustancial que
VIDA DE LA GRACIA, 2 Gr 31 de 75 La unión del alma y del cuerpo constituye una unidad sustancial que es el hombre. El hombre no es un alma que inhabita en un cuerpo. En cambio, por la gracia, Dios sí inhabita en el hombre, pero no forma con él una realidad sustancial: la persona humana sigue siendo distinta de las Personas divinas. Por eso la gracia (la vida sobrena- tural) se puede perder sin perder la vida natural. Cuando se habla del pecado como muerte del alma, el vocablo muerte significa la pérdida de la vida de Dios en el alma y de las virtudes sobrenaturales. Tal ruptura no altera la realidad sustancial de la persona, que es lo que sucede, por el contrario, cuando se rompe la unión del alma con el cuerpo.

3 La gracia es un modo de vida. Es toda la vida la
VIDA DE LA GRACIA, 3 Gr 32 de 75 La gracia es un modo de vida. Es toda la vida la que queda informada por la vida de Dios, porque el hombre, en estado de gracia, está divinizado, es decir, metido verdaderamente en Dios, intro- ducido a participar de la vida divina. El hombre en gracia experimenta un cambio real: queda endiosado (San Josemaría). Los Padres de la Iglesia califican esta elevación del hombre como una auténtica divinización. Es un don que supera la medida de la razón o la fuerza de la voluntad. Nadie puede lograrlo como resultado de un despliegue de las posibilidades espirituales de la naturaleza humana.

4 La divinización no significa una disolución de lo humano en lo
VIDA DE LA GRACIA, 4 Gr 33 de 75 La divinización no significa una disolución de lo humano en lo divino, al estilo de un planteamiento panteísta. No implica una pérdida de identidad personal. Al contrario, cuanto más se vive en Dios, más se enriquece la personalidad humana. Con la gracia, se comienza ya en esta vida el proceso que culmina en la vida eterna, que es la vida perfecta con la Santísima Trinidad, con la Virgen María, San José, los ángeles y todos los bienaventurados. El cielo es la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha.

5 CCE 1999: “La gracia de Cristo es el don gratuito
Gr 34 de 75 VIDA DE LA GRACIA, 5 CCE 1999: “La gracia de Cristo es el don gratuito que Dios hace de su vida infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma (...): es la gracia santifican- te o divinizadora, recibida en el Bautismo. Es en nosotros la fuente de la obra de santificación”. No es algo puramente externo (Lutero), ni una simple afinidad moral o afectiva con Cristo (Pelagio). CCE 2000: “La gracia santificante es un don habitual, una disposi- ción estable y sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su amor”.

6 La gracia es divinización. No es una “cosa” que se interponga entre
Gr 35 de 75 VIDA DE LA GRACIA, 6 La gracia es divinización. No es una “cosa” que se interponga entre el alma y Dios: es el don del Espíritu Santo que nos introduce en la vida de la Trinidad Santísima. La participación de la vida divina que recibimos como un don esta- ble, consiste en la participación en la vida del Hijo, de Cristo. Y vivir la vida de Cristo nos lleva al Padre y al Espíritu Santo. El modo en que Dios nos concede participar de su vida y nos hace miembros de su familia es la filiación. “Mirad qué amor tan grande nos ha mostrado el Padre: que nos llamemos hijos de Dios, y lo seamos” (1 Jn 3, 1-2).

7 Al adoptarnos, Dios Padre podría haberlo hecho
VIDA DE LA GRACIA, 7 Gr 36 de 75 Al adoptarnos, Dios Padre podría haberlo hecho de muchas maneras. Ha querido hacerlo de la forma más alta, que es introducirnos en la Fi- liación del Verbo. Nos hace “hijos en el Hijo”, configurados a la imagen del Hijo. La filiación adoptiva humana lleva consigo sólo la relación jurídica y moral. La filiación adoptiva respecto a Dios es muchísimo más: supone cambio, generación real, nuevo nacimiento, verdadera divi- nización. Por ella somos Dios por participación en la Filiación del Hijo. Es con relación a la Filiación del Hijo por lo que la nuestra se llama adoptiva. Él es Hijo por naturaleza.

8 La filiación divina puede y debe ser el fundamento de la vida
VIDA DE LA GRACIA, 8 Gr 37 de 75 La filiación divina puede y debe ser el fundamento de la vida espiritual: un cristiano deberá vivir la unidad de vida de un hijo de Dios, actuará con la libertad de los hijos de Dios, su oración es la de un hijo de Dios, y lo mismo su trabajo, alegría, dolor, etc. Saber que “el cristiano está obligado a ser alter Christus, ipse Christus, otro Cristo, el mismo Cristo” (San Josemaría, Es Cristo que pasa 96), orienta decisivamente nuestra vida, nuestro modo de corresponder a la acción divina, que es la única capaz de hacernos más y más el mismo Cristo, y en Él, más y más hijos de Dios.

9 Es Cristo mismo el que nos ha revelado que podemos
VIDA DE LA GRACIA, 9 Gr 38 de 75 Es Cristo mismo el que nos ha revelado que podemos identificarnos con Él. La imagen a la que recurre en la parábola de la vid y del sarmiento expresa la dis- tinción (el sarmiento no es la vid), pero también la unión estrechísima: toda la vida del sarmiento pro- cede de la vid. “Seguir a Cristo: éste es el secreto. Acompañarle tan de cerca, que vivamos con Él, como aquellos primeros doce; tan de cerca, que con Él nos identifiquemos. No tardaremos en afirmar, cuando no hayamos puesto obstáculos a la gracia, que nos hemos revestido de Nuestro Señor Jesucristo” (San Josemaría, Amigos de Dios 299).


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