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EL ROMANTICISMO TEXTOS

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Presentación del tema: "EL ROMANTICISMO TEXTOS"— Transcripción de la presentación:

1 EL ROMANTICISMO TEXTOS
2º Bachillerato: Lengua castellana y Literatura

2 POESÍA

3 AL SOL Himno Para y óyeme ¡oh Sol
AL SOL Himno Para y óyeme ¡oh Sol! yo te saludo Y estático ante ti me atrevo a hablarte; Ardiente como tú mi fantasía, Arrebatada en ansia de admirarte, Intrépidas a ti sus alas guía. ¡Ojalá que mi acento poderoso, Sublime resonando, Del trueno pavoroso La temerosa voz sobrepujando, ¡Oh sol!, a ti llegara Y en medio de tu curso te parara! ¡Ah! si la llama que mi mente alumbra Diera también su ardor a mis sentidos, Al rayo vencedor que los deslumbra, Los anhelantes ojos alzaría, Y en tu semblante fúlgido atrevidos Mirando sin cesar los fijaría. José de Espronceda

4 José de Espronceda Canción del pirata
Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela, un velero bergantín; bajel pirata que llaman, por su bravura el Temido, en todo el mar conocido del uno al otro confín. La luna en el mar riela, en la lona gime el viento y alza en blando movimiento olas de plata y azul; y ve el capitán pirata, cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, Y allá a su frente Estambul: -Navega, velero mío, sin temor, que ni enemigo navío, ni tormenta, ni bonanza tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor. Veinte presas hemos hecho a despecho del inglés y han rendido sus pendones cien naciones a mis pies. Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad; mi ley, la fuerza y el viento; mi única patria, la mar. […]

5 Al faro de Malta, Duque de Rivas
Envuelve al mundo extenso triste noche; ronco huracán y borrascosas nubes confunden, y tinieblas impalpables, el cielo, el mar, la tierra: y tú invisible, te alzas, en tu frente ostentando de fuego una corona, cual rey del caos, que refleja y arde con luz de paz y vida. En vano, ronco, el mar alza sus montes y revienta a tus pies, do, rebramante, creciendo en blanca espuma, esconde y borra el abrigo del puerto: tú, con lengua de fuego, «Aquí está.., dices, sin voz hablando al tímido piloto, que como a numen bienhechor te adora y en ti los ojos clava. […]

6 Podrá nublarse el sol eternamente; Podrá secarse en un instante el mar; Podrá romperse el eje de la tierra Como un débil cristal. ¡Todo sucederá! Podrá la muerte cubrirme con su fúnebre crespón; pero jamás en mí podrá apagarse la llama de tu amor. Gustavo Adolfo Bécquer

7 ¿De donde vengo. El mas horrible y áspero de los senderos busca
¿De donde vengo?... El mas horrible y áspero de los senderos busca. Las huellas de unos pies ensangrentados sobre la roca dura; los despojos de un alma hecha jirones en las zarzas agudas,  te dirán el camino que conduce a mi cuna. ¿Adonde voy?... el mas sombrío y triste de los paramos cruza valle de eternas nieves y de eternas melancólicas brumas. En donde este una piedra solitaria  sin inscripción alguna, donde habite el olvido, allí estará mi tumba.    Gustavo Adolfo Bécquer Rima LXVI 

8 RIMA III. GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y, otra vez, con el ala a sus cristales jugando llamarán; pero aquéllas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha al contemplar, aquéllas que aprendieron nuestros nombres... ésas... ¡no volverán! Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar, y otra vez a la tarde, aun más hermosas, sus flores se abrirán; pero aquéllas, cuajadas de rocío, cuyas gotas mirábamos temblar y caer, como lágrimas del día Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar; tu corazón, de su profundo sueño tal vez despertará; pero mudo y absorto y de rodillas, como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido..., desengáñate: ¡así no te querrán!

9 Rima XLI Tú eras el huracán y yo la alta torre que desafía su poder: ¡tenías que estrellarte o que abatirme!... ¡No pudo ser! Tú eras el océano y yo la enhiesta roca que firme aguarda su vaivén: ¡tenías que romperte o que arrancarme!... Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados uno a arrollar, el otro a no ceder; la senda estrecha, inevitable el choque... G. A. Bécquer

10 Rosalía de Castro (En las orillas del Sar)
Del mar azul las transparentes olas mientras blandas murmuran sobre la arena, hasta mis pies rodando, tentadoras me besan y me buscan. Inquietas lamen de mi planta el borde, lánzanme airosas su nevada espuma, y pienso que me llaman, que me atraen hacia sus salas húmedas. Mas cuando ansiosa quiero seguirlas por la líquida llanura, se hunde mi pie en la linfa transparente y ellas de mí se burlan. Y huyen abandonándome en la playa a la terrena, inacabable lucha, como en las tristes playas de la vida me abandonó inconstante la fortuna.

11 Rosalía de Castro Yo no sé lo que busco eternamente en la tierra, en el aire y en el cielo; yo no sé lo que busco; pero es algo que perdí no sé cuando y que no encuentro, aun cuando sueñe que invisible habita en todo cuanto toco y cuanto veo. Felicidad, no he de volver a hallarte en la tierra, en el aire, ni en el cielo, y aun cuando sé que existes y no eres vano sueño!

12 PROSA

13 Leyendas, G. A. Bécquer (“El Monte de las Ánimas”)
Y antes de que concluya el día de todos los Santos en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? –dijo él, clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico. ¿Por qué no? – exclamó ésta, llevándose la mano al hombro derecho como para buscar alguna cosa entre los pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro. Después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió-: ¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma? Sí. ¡Pues… se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo. ¡Se ha perdido! ¿Y dónde? –preguntó Alonso, incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza. No sé… En el Monte, acaso. ¡En el Monte de las Ánimas! –murmuró, palideciendo y dejándose caer sobre el sitial-. ¡En el Monte de las Ánimas!

14 Mesonero Romanos: «Los artistas»
La palabra Artista es el tirano del siglo actual. En lo antiguo había pintores, escultores, arquitectos, comediantes y aficionados. Hoy sólo hay Artistas; y en esta calificación entran indiferentemente desde el pincel de Apeles hasta el puchero en cinto; desde el cincel de Fidias, hasta las alcarrazas de Andújar; desde el compás de Vitrubio, hasta el cuezo del albañil, El que enciende las candilejas en el teatro, Artista; el motilón que echa tinta en los moldes, Artista también; el que inventó las cerillas fosfóricas distinguido Artista; el que toca la gaita o el que vende aleluyas, Artistas populares; el herrador de mi calle, Artista veterinario; el barbero de la esquina, Artista didáscálico; el que saluda a Esquivel o quita el tiempo a Villaamil, Artista de entusiasmo; el que lee el Laberinto o el semanario, los socios del Liceo o del Instituto, los que asisten a los toros o al teatro, los que forman corro al rededor de la murga, Artistas de afición; el perro que baila, el caballo que caracolea, el asno que entona su romanza... Artistas, Artistas de escuela.

15 Entre tanto, como todo el mundo es artista, los artistas no tienen qué comer, o se comen unos u otros. -El clero y la nobleza que antes les sostenían, están ahora muy ocupados en buscar donde sostenerse. -La grandeza metálica de los Fúcares modernos, está por las artes de movimiento; protegen la polka y la tauromaquia, las diligencias y los barcos de vapor. En sus flamantes salones no quieren estatuas, sino buenas mozas; sus libros son el Libro mayor y el Libro diario; sus conciertos el ruido del aurífero metal. Cuando más, y para satisfacer su amor propio, se hacen retratar por el pintor, como se hacen vestir por el sastre, de cuerpo entero, y todo lo más elegante posible, cuidando de que el marco sea magnífico y de relumbrón. -Para amenizar los salones, basta con las estampas del Telémaco o las vistas de la Suiza. El artista entre tanto, desdeñado por la fortuna, camina a la inmortalidad por la vía del hospital; y se sube a una buhardilla con pretexto de buscar luces; allí se encierra mano a mano con su independencia, y se declara hombre superior y genio elevado: descuida los atavíos de su persona por hacer frente a las preocupaciones vulgares; y ostentando su excentricidad y porte exótico o inverosímil, se deja crecer indiscretamente barbas y melenas, únicos bienes raíces de que puede disponer. Desdeña la crítica periodística por incompetente; la autoridad del maestro por añeja; los consejos de los inteligentes por parciales y enemigos; y con una filosofía estoica, respondo a la adversidad con el sarcasmo, a la fortuna con el más altivo desdén. Por último, cuando se permite una invasión en el campo, de la política, adopta las ideas más exageradas, y es partidario de las instituciones democráticas, que han acabado con las clases que antes le sostenían, y sustituido las artes liberales por otras, también artes; y liberales también.

16 Larra: «Un reo de muerte» (fragmento)
Un pueblo entero obstruye ya las calles del tránsito. Las ventanas y balcones están coronados de espectadores sin fin, que se pisan, se apiñan, y se agrupan para devorar con la vista el último dolor del hombre. –¿Qué espera esta multitud? –diría un extranjero que desconociese las costumbres–. ¿Es un rey el que va a pasar; ese ser coronado, que es todo un espectáculo para un pueblo? ¿Es un día solemne? ¿Es una pública festividad? ¿Qué hacen ociosos esos artesanos? ¿Qué curiosea esta nación? Nada de eso. Ese pueblo de hombres va a ver morir a un hombre. –¿Dónde va? –¿Quién es? –¡Pobrecillo! –Merecido lo tiene. –¡Ay!, si va muerto ya –¿Va sereno? –¡Qué entero va! He aquí las preguntas y expresiones que se oyen resonar en derredor. […]

17 Un tablado se levanta en un lado de la plazuela: la tablazón desnuda manifiesta que el reo no es noble. ¿Qué quiere decir un reo noble? ¿Qué quiere decir garrote vil? Quiere decir indudablemente que no hay idea positiva ni sublime que el hombre no impregne de ridiculeces. Mientras estas reflexiones han vagado por mi imaginación, el reo ha llegado al patíbulo; en el día no son ya tres palos de que pende la vida del hombre; es un palo sólo; esta diferencia esencial de la horca al garrote me recordaba la fábula de los Carneros de Castilla a quienes su amo proponía, no si debían morir, sino si debían morir cocidos o asados. Sonreíame todavía de este pequeño recuerdo, cuando las cabezas de todos, vueltas al lugar de la escena, me pusieron delante que había llegado el momento de la catástrofe; el que sólo había robado acaso a la sociedad, iba a ser muerto por ella; la sociedad también da ciento por uno: si había hecho mal matando a otro, la sociedad iba a hacer bien matándole a él. Un mal se iba a remediar con dos. El reo se sentó por fin. ¡Horrible asiento! Miré el reloj: las doce y diez minutos; el hombre vivía aún... De allí a un momento una lúgubre campanada de San Millán, semejante el estruendo de las puertas de la eternidad que se abrían, resonó por la plazuela; el hombre no existía ya; todavía no eran las doce y once minutos. «La sociedad –exclamé– estará ya satisfecha: ya ha muerto un hombre.»

18 TEATRO

19 ¡Qué carga tan insufrible
DON ÁLVARO: (solo) vive entre aplausos y honores, y de inocentes amores  ¡Qué carga tan insufrible apura el cáliz sabroso, es el ambiente vital cuando es más fuerte y brioso, para el mezquino mortal la muerte sus dichas huella, que nace en signo terrible! sus venturas atropella; ¡Qué eternidad tan horrible la breve vida! Este mundo, y yo, que infelice soy; yo, que buscándola voy, ¡qué calabozo profundo, no puedo encontrar con ella. para el hombre desdichado, Mas, ¿cómo la he de obtener, a quién mira el cielo airado ¡ desventurado de mí!, con su ceño furibundo! pues cuando infeliz nací, Parece, sí, que a medida nací para envejecer? que es más dura y más amarga Si aquel día de placer más extiende, más alarga (que uno solo he disfrutado), el destino nuestra vida. fortuna hubiese fijado, Si nos está concedida sólo para padecer, ¡Cuán pronto muerte precoz y debe muy breve ser con su guadaña feroz la del feliz, como en pena mi cuello hubiera segado! de que su objeto no llena, ¡terrible cosa es nacer! Don Álvaro o la fuerza del sino Al que tranquilo, gozoso, Acto III Escena III

20 ACTO V, ESCENA ÚLTIMA Hay un rato de silencio; los truenos resuenan más fuertes que nunca, crecen los relámpagos, y se oye cantar a lo lejos el Miserere a la comunidad, que se acerca lentamente. VOZ DENTRO Aquí, aquí; ¡qué horror! (DON ÁLVARO vuelve en sí, y luego huye hacia la montaña. Sale el P. GUARDIÁN con la comunidad, que queda asombrada.) P. GUARDIÁN ¡Dios mío!... ¡Sangre derramada! ¡Cadáveres!... ¡La mujer penitente! LOS FRAILES Una mujer!... ¡Cielos! P. GUARDIÁN ¡Padre Rafael! DON ÁLVARO (Desde un risco, con sonrisa diabólica, todo convulso, dice:)Busca, imbécil, al P. Rafael...Yo soy un enviado del infierno, soy el demonio exterminador... Huid, miserables. TODOS ¡Jesús, Jesús! DON ÁLVARO Infierno, abre tu boca y trágame. Húndase el cielo, perezca la raza humana; exterminio, destrucción...(Sube a lo más alto del monte y se precipita.) P. GUARDIÁN Y LOS FRAILES (Aterrados y en actitudes diversas.) ¡Misericordia, Señor! ¡Misericordia! FIN DEL DRAMA

21 J. Zorrilla, Don Juan Tenorio
Doña Inés:  Callad, por Dios, ¡oh, don Juan!,                que no podré resistir  mucho tiempo sin morir  tan nunca sentido afán.                ¡Ah! Callad por compasión,  que oyéndoos me parece  que mi cerebro enloquece                se arde mi corazón.  ¡Ah!, me habéis dado a beber  un filtro infernal, sin duda,                que a rendiros os ayuda  la virtud de la mujer.  Tal vez poseéis, don Juan,                un misterioso amuleto  que a vos me atrae en secreto  como irresistible imán.                Tal vez Satán puso en vos:  su vista fascinadora,  su palabra seductora,                y el amor que negó a Dios.  ¡Y qué he de hacer ¡ay de mí!  sino caer en vuestros brazos,                si el corazón en pedazos  me vais robando de aquí?  No, don Juan, en poder mío                resistirte no está ya:  yo voy a ti como va  sorbido al mar ese río.                Tu presencia me enajena,  tus palabras me alucinan,  y tus ojos me fascinan,                y tu aliento me envenena.  ¡Don Juan! ¡Don Juan!, yo lo imploro                de tu hidalga compasión:  o arráncame el corazón,  o ámame porque te adoro.   J. Zorrilla, Don Juan Tenorio  

22 Don Juan:  ¿Alma mía! Esa palabra                cambia de modo mi ser,  que alcanzo que puede hacer  hasta que el Edén se me abra.                No es, doña Inés, Satanás  quien pone este amor en mí;  es Dios, que quiere por ti                ganarme para Él quizás.  No, el amor que hoy se atesora  en mi corazón mortal                no es un amor terrenal  como el que sentí hasta ahora;  no es esa chispa fugaz                que cualquier ráfaga apaga;  es incendio que se traga  cuanto ve, inmenso, voraz.                Desecha, pues, tu inquietud,  bellísima doña Inés,  porque me siento a tus pies                capaz aún de la virtud.  Sí, iré mi orgullo a postrar  ante el buen Comendador,                y o habrá de darme tu amor,  o me tendrá que matar. 

23 LA CANCIÓN DEL PIRATA

24 Adiós ríos, adiós fontes (R. de Castro / Lucía Pérez)
Adiós, ríos; adios, fontes; adios, regatos pequenos; adios, vista dos meus ollos: non sei cando nos veremos. Miña terra, miña terra, terra donde me eu criei, hortiña que quero tanto, figueiriñas que prantei, prados, ríos, arboredas, pinares que move o vento, paxariños piadores, casiña do meu contento, muíño dos castañares, noites craras de luar, campaniñas trimbadoras, da igrexiña do lugar, amoriñas das silveiras que eu lle daba ó meu amor, camiñiños antre o millo, ¡adios, para sempre adios! ¡Adios groria! ¡Adios contento! ¡Deixo a casa onde nacín, deixo a aldea que conozo por un mundo que non vin! Deixo amigos por estraños, deixo a veiga polo mar, deixo, en fin, canto ben quero... ¡Quen pudera non deixar!... [...] Cantares galegos


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