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Sobre la norma del gusto de David Hume 1757
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I. El gusto como problema
“El buen gusto, que se extiende más y más por el mundo, comenzó a formarse por primera vez bajo el cielo griego […] El gusto que esta nación manifestó en sus obras no ha dejado de serle peculiar; rara vez se ha alejado de Grecia sin alguna pérdida, y sólo tardíamente llegó a ser conocido bajo los cielos de países remotos” (Winckelmann, Refelxiones, 79). “La gran variedad de gustos, así como de opiniones, que prevalece en el mundo es demasiado obvia como para que haya quedado alguien sin observarla.” (Hume, 23).
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I. El gusto como problema
1. El hecho innegable de la variedad del gusto “Hasta hombres de limitados conocimientos serían capaces de señalar una diferencia de gustos en el estrecho círculo de sus amistades, incluso cuando las personas hayan sido educadas bajo el mismo tipo de gobierno y hayan embebido pronto los mismos prejuicios” (Hume, 23).
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I. El gusto como problema
1. El hecho innegable de la variedad del gusto “Pero aquellos que pueden ampliar sus miras contemplando naciones distintas y edades remotas quedan todavía más sorprendidos de esta gran inconsistencia y contraposición” (Hume, 23). “Podemos calificar de bárbara a cualquier cosa que se aleje mucho de nuestro propio gusto y aprehensión; pero hallamos al punto que este término oprobioso nos es devuelto [….]”; parece existir así “una idéntica seguridad en todas partes” (Hume, 23).
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2. El desacuerdo sobre lo particular
I. El gusto como problema 2. El desacuerdo sobre lo particular …o si los paisajes de Wrigth son más interesantes que los “vanitas” holandeses de un Claesz Diferimos por ejemplo cuando se discute si la Venus de Boticelli puede considerarse como más bella que la Venus de Rubens… “Todas las voces se unen para aplaudir la elegancia, la adecuación, la simpleza y el ingenio […], y también para censurar lo rimbombante, la afectación, la frialdad y la falsa brillantez. Pero cuando los críticos pasan a considerar casos particulares, esta aparente unanimidad desaparece” (Hume, 24). Estamos de acuerdo en que la belleza, lo autoelocuente, lo interesante, son cualidades que apreciamos en una obra de arte….pero diferimos al aplicar estos términos
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3. El dilema del sentido común
I. El gusto como problema 3. El dilema del sentido común 3.1. ¿Entre gustos no hay disgustos? Cuando se dice que algo es bello se expresa un sentimiento Todo sentimiento, como modificación subjetiva, es real en tanto sea consciente de él. no cabe hablar de sentimientos falsos ni correctos “Cada individuo debería conformarse con sus propios sentimientos sin pretender regular los de otros” (Hume, 27-28). Nadie podría pretender tener gusto o mejor gusto respecto a otro Sería inútil buscar una norma del gusto, que permitiera resolver las diferencias No tendría sentido discutir en esta materia: “cada cual con su gusto”.
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I. El gusto como problema
3.2. El acuerdo en ciertas valoraciones estéticas “Pero aunque este axioma al convertirse en proverbio, parece haber logrado la sanción del sentido común, ciertamente hay también una especie de sentido común que se le opone, o al menos que sirve para modificarlo o refrenarlo. Si alguien afirma que existe una igualdad de ingenio y de elegancia entre Ogilby y Milton, o entre Bunyan y Addison, pensaríamos que ese individuo defiende una extravagancia no menor que si sostuviese que la madriguera de un topo es tan alta como el pico de Tenerife, o un estanque tan inmenso como el océano” (Hume, 28).
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II. En la búsqueda de una norma del gusto
Parecería entonces que en tales apreciaciones suponemos una norma, un criterio. De ahí que, según Hume, “es natural el que busquemos una norma del gusto, (a) una regla con la cual puedan ser reconciliados los diversos sentimientos de los hombres, b) o al menos una decisión que confirme un sentimiento y condene el otro” (Hume, 27). Pero ¿cómo conciliar ambas cosas, es decir, el hecho del desacuerdo en cuestiones de gusto con aquellas valoraciones estéticas en las que asumimos un norma del gusto? Habría que excluir los opuestos: ni la máxima: “entre gustos no hay disgustos” ni una norma absoluta que permita zanjar todos los desacuerdos.
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Alternativas que se descartan:
II. En la búsqueda de una norma del gusto Alternativas que se descartan: i. El sentimiento por lo bello no es una modificación meramente subjetiva. Si este fuera el caso sería un asunto meramente privado y no sería posible el acuerdo en esta materia. Se trata más bien de una experiencia relacional ii. La norma del gusto no es un principio a priori. Si este fuera el caso sería un asunto demostrable y no sería tan común el desacuerdo en esta materia. Pero el gusto tiene que ver con el sentimiento no con la mera razón. Por ende, aquí no cabe eliminar los desacuerdos con demostraciones o pruebas contundentes.
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