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Natividad de Juan Bautista
Me llamas a ser luz que ilumine los senderos para que otros puedan llegar a tu encuentro, conocer tu mensaje y asumir tu proyecto. desde lo sencillo y lo pequeño, sin más pretensiones que acompañar procesos, acoger con cariño y disipar miedos, ofreciendo confianza, serenidad y consuelo. dando vida a los desiertos, sembrando semillas de esperanza allí donde todo se ve negro, transmitiendo la alegría que brota de tu evangelio. sabiendo que tú eres mi centro desde donde surge y se desarrolla lo bueno que llevo dentro. Y que yo soy simplemente tu voz y tu pregonero. Perdón, Señor… por esconder mis dones y no ponerlos a fructificar. por seguir otros caminos distintos a los que tú me señalas. por mis actitudes de querer sobresalir y destacar. por no ser cauce para que tu mensaje llegue a los demás. ***************** Ayúdanos, Señor, a abrir nuevos caminos… para que tu estilo de vida sea conocido y seguido. para que nuestras relaciones estén impregnadas de sensibilidad y cariño. para que vivamos más implicados y comprometidos. para que seamos profetas de esperanza y valientes testigos. para acoger a quienes se encuentran desorientados y perdidos. para que nadie se sienta despreciado y excluido. para que desarrollemos gestos de entrega y de servicio. para enseñar a otros a relacionarse y encontrarse contigo. Hazme, Señor, tu mensajero de los que se comprometen a fondo, de los que se olvidan de sí mismos, de los que entregan su vida de verdad, de los que aman hasta dar la vida, como Juan. Hazme, Señor, apasionado por tu causa, capaz de dar el salto hacia la inseguridad de lo sorprendente para fiarme más de ti que de mí mismo, Hazme, Señor, altavoz de tu presencia como a Juan, enamorado de la vida sencilla, amante de la paz, limpio de conciencia, capaz de aceptar cualquier tarea, servidor de mis hermanos, descubridor de ese mundo nuevo al que llamas a toda la humanidad. Hazme, Señor, tu pregonero, que en medio de tantos desiertos, en los que andamos perdidos y sin muchas ganas de encontrarte, sea pregonero de tu gracia y de tu presencia, altavoz de tu verdad tan comprometedora como nueva, Haz, Señor, que entre tanta palabrería escuche palabras de amor y de consuelo y siga siendo heraldo de tu Evangelio, profeta que anuncia tu llegada, comunicador de la esperanza que nos salva, como Juan. Hazme, Señor, tu testigo, que al estilo de Juan, desde la sinceridad de mi corazón, te pueda llamar Padre, y, desde la obediencia de mi vida, pueda escuchar de tus labios: «Tú eres mi hijo» [I.L.] Natividad de Juan Bautista Llamados a ser luz EN EL SILENCIO. LOLA MONTES EL NOMBRE. Nuestro nombre nos define. Marca lo que somos, expresa nuestra personalidad, es nuestra “carta de presentación” ante los demás. Juan significa: “Dios mostrará la salvación”. Es el nombre que elegido por sus padres, para señalar que su vida hace referencia a Dios, no a su familia ni a sus antepasados. Desde el comienzo, su vida estará “tocada” por Dios, por su fuerza, por su protección (“la mano del Señor estaba con él”). Hace suyo el proyecto de Dios para que se vaya transparentando a lo largo de su vida. Puedo hacer un rato de reflexión sobre mi nombre: por qué me lo pusieron, que significa, cómo me siento cuando me soy llamado por él, cómo ha marcado mi vida… Puedo dedicar un rato a meditar si mi vida está “tocada” por Dios y en que se muestra, si Él me va guiando, si encuentro en Él la seguridad y la fuerza… EL PRECURSOR. Juan señala, indica, orienta, anticipa… Sabe descubrir cuál su papel y el sitio que debe ocupar. No pretende buscar protagonismos ni cosechar alabanzas. Se sabe mediador para llegar a lo importante: el encuentro con el Salvador. Su tarea es mostrar caminos, abrir perspectivas, pro-vocar preguntas, interpelar con su forma de vivir y sus propuestas. Lo que le hace grande es dejar espacio a quien es más importante, saber disminuir para que Jesús crezca, aprender a apartarse cuando ya no es necesaria su presencia. Su estilo de vida austero y sencillo, su mensaje rotundo de conversión, su valentía para denunciar la injusticia… se convierten en señales distintivas que son faros de luz para no perdernos en la vida. Abre caminos nuevos, predicando la conversión a la justicia, allanando senderos… ¿Qué anuncia mi vida? ¿Abro caminos nuevos o me contento con “los de siempre”? ¿Qué muestran mis palabras, mis gestos, mis actitudes, los lugares que frecuento? ¿Busco ser alabado, reconocido, que se fijen en mí… o soy cauce para que los otros lleguen al encuentro con Dios? ¿Soy capaz de “apartarme”, “dejar sitio”… cuando mi presencia ya no es necesaria? LA BENDICIÓN . Zacarías descubre en Juan la presencia de Dios de una manera profunda, por eso “empezó a hablar bendiciéndole” . Su mudez se transforma en alabanza, sus dudas en fe, su miedo en confianza, su escepticismo en certeza, su incertidumbre en esperanza… ¿En mi oración y en mi forma de vivir qué lugar ocupa la bendición? ¿Bendigo a Dios por todo el bien que me hace? ¿Qué transformaciones necesita mi vida? Pasar del tener al compartir, del voluntarismo a la gracia, de la sofisticación a la sencillez, de la desconfianza a la fe, de la frialdad a la sensibilidad, de la prepotencia al servicio, de la dureza a la misericordia, de la comodidad al compromiso, de la infidelidad a la alianza profunda con Dios…
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Salmo 138,1-3.13-14.15 R/. Te doy gracias,
Lectura del libro de Isaías (49,1-6): Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.» Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios. Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel –tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza–: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.» Salmo 138, R/. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. R/. Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente, porque son admirables tus obras; conocías hasta el fondo de mi alma. R/. No desconocías mis huesos, cuando, en lo oculto, me iba formando, y entretejiendo en lo profundo de la tierra. R/.
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Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (13,22-26):
En aquellos días, dijo Pablo: «Dios nombró rey a David, de quien hizo esta alabanza: “Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos.” Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Antes de que llegara, Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión; y, cuando estaba para acabar su vida, decía: “Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias.” Hermanos, descendientes de Abrahán y todos los que teméis a Dios: A vosotros se os ha enviado este mensaje de salvación.» Lectura del santo evangelio según san Lucas (1, ): A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan.» Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se llama así.» Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: «¿Qué va a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.
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