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Oración 12 4ª 35 Clases de oración 2.

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1 Oración 12 4ª 35 Clases de oración 2

2 Veíamos diversas clases de oración o diversas cosas o maneras que podemos hacer al hablar con Dios. Lo más común es pedir algo a Dios; pero esto lo vamos a dejar para el tema o lección siguiente. Ahora vamos a recordar las maneras de orar que vimos en lo anterior para profundizar un poco más. Decíamos que un gran tema de oración es la alabanza a Dios. Esta oración sí que es importante y muy provechosa para el desarrollo de nuestra vida espiritual.

3 Cuentan de santa Isabel de la Trinidad, religiosa carmelita de principios del siglo pasado, que al poco tiempo de entrar en el convento oyó en la lectura del comedor una parte de la carta de san Pablo a los Efesios. Y la impresionó cuando dice que debemos ser “una alabanza de la gloria de Dios”. De tal manera que hasta cambió su nombre y en las cartas firmaba: “Alabanza de la gloria de Dios”. Pero no sólo era cambio de nombre, sino que trabajaba para que su vida fuese de verdad una alabanza de la gloria de Dios.

4 Esto es lo que seremos en el cielo: alabanza de la gloria de Dios
Esto es lo que seremos en el cielo: alabanza de la gloria de Dios. Por lo tanto debemos llegar a que nuestra vida proclame la alabanza a Dios. Para ello comencemos alabando muchas veces a Dios en nuestra oración: una alabanza que provenga del corazón, de un corazón limpio de maldades y que se sienta ser un buen hijo del mejor de los padres. Como san Pedro de Alcántara

5 Cuando un buen hijo alaba a su buen padre, esas alabanzas redundan también en provecho propio. Así son las alabanzas que prodigamos a Dios, el mejor de los padres: Son para nuestra gloria. Y tenemos muchos motivos para alabar a Dios. Uno de ellos es la presencia de Dios en la naturaleza. Algo así como san Francisco de Asís que alababa al Señor por el sol, la luna, las estrellas, el agua, hasta por la hermana muerte. Como decía san Pablo: Todo puede servir para el bien a aquellos que aman a Dios.

6 Y juntamente con el alabar a Dios, podemos orar dándole gracias
Y juntamente con el alabar a Dios, podemos orar dándole gracias. Es curioso el constatar que apenas se da gracias a Dios en el Ant, Testamento en comparación con el Nuevo. Sí hay acciones de gracias en los salmos. Pero más se acentúa en el Nuevo, hasta decir san Pablo que todo es gracia de Dios, como luego lo afirmaría san Agustín, al hablar en contra de los herejes. Dar gracias a Dios es sobre todo reconocer que todo es suyo.

7 Jesús en sus oraciones daba importancia a la acción de gracias, como al realizar grandes milagros, como la multiplicación de panes y peces o la resurrección de Lázaro; o al tomar en sus manos el pan y la copa para darnos su Cuerpo y su Sangre. Ese gesto de dar gracias a Dios, su Padre, quedó como el nombre de “Eucaristía”. Primeramente lo llamaron “la cena del Señor” o la “fracción del pan”.

8 Otra oración importante, en que nos fijábamos y debemos hacer, es el pedir perdón por los pecados. El pecado es algo verdaderamente muy malo. Los autores lo describen como “destruir la semejanza de Dios que llevamos en el alma”. También dicen: “el extraviarse de la buena senda, el romper el tratado de la Alianza que el Señor firmó con nosotros al bañarnos en la sangre de Jesús y hacernos renacer en una vida nueva”. Se diga de una u otra manera, la realidad es que es una desgracia, que se debe lamentar y corregir.

9 Para ello, lo primero uno debe bajar la cabeza y dolerse en el corazón, suplicando perdón al Señor. Esa es una buena oración que nunca nos debe faltar, porque siempre seguimos siendo pecadores. Una oración sin dramatismos ni desesperos; pero reconociéndonos que somos débiles e inclinados al mal, sabiendo la bondad del corazón de Dios, nuestro Padre, que siempre nos ama y está dispuesto a acogernos en su casa y celebrar un festín alegre de acogida.

10 Pedir perdón a Dios es proclamar que Él es santo, que en Él no hay maldad, que está dispuesto a sanar el corazón y reconstruir las heridas del alma. Por todo ello, una buena oración de pedir perdón a Dios, en cierto sentido, viene a ser como una alabanza a Dios, cuyos atributos principales son el amor y la misericordia. Con esos acentos de amor, nosotros le pedimos perdón.

11 Delante de tu altar, Señor, delante de tus brazos abiertos en cruz,
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12 cuántas cosas te diría, Señor.

13 Negué tu amistad y tu amor,

14 me fui de tu casa muy lejos del Sol.

15 ¡Cuántas cosas te diría, Señor!

16 Vuelvo a tus brazos, abráza-me, Señor.

17 de rodillas hoy te pido perdón.

18 Vuelvo a tu lado, bendíceme, Señor,

19 a tu lado cambiará mi corazón.

20 Oh Señor, en tus manos encomiendo mi amor.

21 en tus manos encomiendo mi amor.
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22 La oración de alabanza y de acción de gracias tiene un aspecto especial cuando se realiza una concentración, quizá callada, ante Dios, especialmente ante Jesucristo expuesto en el Santísimo Sacramento. Cuando se expone solemne-mente el Santísimo Sacramento, se venera su presencia real y se le adora en una oración agradable a Dios. Jesús está realmente presente y sostiene el fervor de quien con fe acude a su presencia con cualquiera de estos modos de orar.

23 Otra manera de orar importante, que acentuábamos era la de ofrecimiento o de entrega: entrega de todas las cosas y entrega de nuestro ser. Por medio de esta oración de ofrecimiento, nuestros trabajos de cada día quedan más santificados. Es una oración de las pequeñas cosas, pero una oración continua que nos va santificando en cuanto vamos ofreciendo nuestro corazón y todo nuestro ser.

24 Por ser la oración de los pequeños momentos y oración más continua, en el evangelio no han quedado señalados como oración de Jesús, a diferencia de los momentos grandiosos en que la vida se encuentra envuelta en grandes sufrimientos, como fue su agonía en Getsemaní o sus dolores antes de su muerte en la cruz. Ofrecer nuestras preocupaciones y trabajos debe significar el ofrecimiento de nuestro ser, para que todo sea dirigido para el bien de Dios.

25 Otra diferencia en nuestras oraciones es que se pueden hacer: con voz o en silencio o con canto o en lenguas o con gestos. Orar con voz es orar con palabras, quizá ya hechas, aprendidas o leídas, o con palabras inventadas en ese momento. De hecho, la palabra “orar” viene de un término que significa “voz”. “Rezar” viene a ser lo mismo que “recitar”, que es volver a decir. Así que lo primero que indica la oración, de suyo, son palabras que se dicen.

26 Pero el diálogo con Dios, como entre dos seres humanos, no es sólo un sonido. Uno se puede relacionar con otro en el silencio. Hay silencios muy expresivos, como hay gestos muy expresivos que dicen tanto como las palabras. Pueden ser: lágrimas, sonrisas, aplausos, evasivas, actitudes y maneras de comportarse. La vida misma puede ser una especie de oración. Esto será cuando entre los actos y las palabras hay una estrecha relación.

27 Así que una oración está garantizada si la vida de quien ora ratifica lo que dice en la oración. Si esto no se da, las palabras se van devaluando. Dice un autor: como las monedas en un país pobre, que por no tener en qué apoyarse, van perdiendo su valor. Orar con los actos de la vida es ser uno mismo ante Dios, es estar de acuerdo con lo que el Espíritu , que habita en el corazón, suscita cada día.

28 La oración de ofrecimiento, que viene a ser una oración más bien pequeña, pero continua, busca obtener el máximo rendimiento de los dones que Dios nos da, para que produzcan una parte en favor de nuestros hermanos. Hablar en actos a Dios es tomarse a sí mismo como ofrenda espiritual grata al Padre, unida a Cristo y transformada por el Espíritu.

29 Uno puede orar con lágrimas ante Dios, por ejemplo, arrepintiéndose de sus pecados. ¡Ojalá nos diera Dios el don de lágrimas! Es algo que pedían algunos santos. Es un don, porque es una clase de oración muy profunda. – O la sonrisa; no la risa barata, sino la sonrisa de aquel que se relaciona con alguien a quien ama de verdad. De nadie se puede decir que el hablar con Dios le quite de ocuparse en las cosas cuotidianas. Debe estar relacionado.

30 Y otra oración hermosa es la de la presencia
Y otra oración hermosa es la de la presencia. Orar no es sólo palabrería. A veces puede bastar el estar sólo en la presencia, que no es lo mismo que un estar como dormido o pensando en otras cosas. Se cuenta del Cura de Ars, san Juan María Vianney, que enseñaba a orar tanto con palabras como con el ejemplo. Tenía ratos largos de oración ante el Santísimo. Se fijó que un hombre sencillo del pueblo iba todos los días y permanecía quieto ante el Santísimo sin decir nada. Le preguntó cómo era su oración, y aquel hombre respondió: “Yo le miro y Él me mira”.

31 Puede ser provechoso el saber estar en la presencia de Dios, sólo por el hecho de estar. Hay cantos que nos hablan de esta presencia sencilla ante Dios. Porque un canto puede ser oración; y en ciertos momentos debe ser oración. En un acto de oración no cantamos sólo para alegrarnos, que para eso hay otros lugares. No es fácil; pero sería una oración hermosa el decir de corazón cuando cantamos:

32 Señor Dios, me tienes ante Ti,
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33 no son altivos mis ojos,

34 no, yo no aceptaré la grandeza

35 ni la vida que me aleje de tu amor.

36 Viviré en una paz tranquila,

37 como el niño en los brazos de su madre,

38 esperaré siempre en mi Dios,

39 esperaré siempre en mi Dios.

40 Israel espera en el Señor,

41 desde ahora y por siempre.

42 desde ahora y por siempre.
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43 Hay ejemplos hermosos de esta oración de presencia, como la de aquel soldado que todos los días iba delante del Santísimo un rato, como “para hacer guardia”. Entre los grados superiores de oración que comentan los santos está la oración “de sola mirada”. No es de lo que estoy tratando. La oración de presencia puede ser de uno que comienza y no sabe qué decir, pero cree que con sola su presencia agrada al Señor. En cierto sentido es un acto de amor prolongado.

44 Algunos maestros de la oración, al hacer una definición, la hacen al estilo de cómo ellos oran.
Por eso más que oración de presencia ya se trata de la simple mirada. Así dice el P. Carlos de Foucauld: “Oración es el estado del alma que mira a Dios sin palabras, diciéndole con sus miradas que lo ama, permaneciendo muda con los labios y a veces con el pensamiento. La oración mejor es aquella en que las miradas del alma están cargadas de más amor”.

45 Hay varias definiciones de la oración en este sentido, como la de aquel que dice: “oración es el sentir el aleteo del Espíritu de Dios sobre nuestras aguas siempre viejas y recién estrenadas”. Son frases interesantes y bonitas expresando una experiencia prolongada de oración. Pero lo que estamos tratando es la oración provechosa para incipientes, que no saben qué decir, pero quieren amar a Dios; y se quedan callados, pero sintiendo que están en la presencia de Dios.

46 Pero a otros muchos les viene mejor no quedarse callados, sino orar cantando u orar en lenguas, que es otra manera de orar. En la Sda. Escritura, sobre todo en san Pablo y en los Hechos de los Apóstoles se dice bastante de este hablar en lenguas. Es un carisma del Espíritu Santo. Carisma es una gracia del Espíritu Santo, que da a una persona para el bien de los demás. Es muy diferente de los dones, que el Espíritu Santo da a una persona para su bien particular, cuando uno se deja llevar por el Espíritu.

47 El don de lenguas se daba quizá más en la primitiva Comunidad por la necesidad requerida. Pero parece que se dio en primer lugar el día de Pentecostés, cuando los apóstoles mostraban las maravillas del Señor: Hablaban en su lengua y los oyentes les escuchaban en la suya propia. Aquí puede entenderse perfectamente como si hubiese sido un milagro. Se dice que a veces pasaba en las predicaciones de san Francisco Javier por las diversas regiones de misiones.

48 Cuando san Pablo comenta lo del hablar en lenguas dentro de una oración en una comunidad, no se trata de hablar en lenguajes desconocidos, como si fuese en español, inglés, francés, etc., sino orar “con gemidos inenarrables”. Es como una efusión de la emoción y sentimientos, expresados con palabras raras y habituales para ellos, como muchas veces sucede en la “Renovación carismática”. Es una manera digna de orar, pero más por sentimientos, que son difíciles de expresar.

49 Esta manera de orar expresando sus sentimientos con palabras que les salen, quizá que ni ellos saben lo que significan, puede ser una verdadera oración. Porque lo importante de la oración no es lo que se expresa hacia fuera, sino lo que se expresa dentro de sí. San Pablo en el cap. 14 de la 1ª carta a los Corintios nos enseña a distinguir lo que es una estricta oración particular de lo que es una enseñanza al pueblo. En una oración particular a Dios, tu le puedes expresar tus sentimientos con las palabras que prefieras, pues Dios entiende todo.

50 Pero eso no sirve para hacer un bien a los demás, porque no te entienden. Aunque también se puede entender un sentimiento. Dice san Pablo que sólo es provechoso el hablar “con palabras inenarrables” ante los demás, si hay alguno que lo pueda interpretar. Que a veces así pasa en “la Renovación Carismática”. No sería una verdadera oración, cuando se hace buscando simplemente el espectáculo, sino si sirve para la edificación y el provecho espiritual de quien así ora.

51 Otra manera de orar, aunque ya se ha dicho algo, es con los cantos
Otra manera de orar, aunque ya se ha dicho algo, es con los cantos. Hasta el mismo Jesucristo a veces oraba con cantos. Es curioso lo que dice el evangelio explicando todo lo de la última cena. Al acabar la cena, antes de salir para el huerto de Getsemaní, comentan san Mateo y san Marcos que “cantaron los himnos”. Aquella era una cena ritual para los israelitas y tenían prescritos unos himnos que debían cantar. Jesús tendría buena voz y la habría ejercitado muchas veces cantando en la sinagoga.

52 Para que un canto sea oración, lo importante no es la clase de voz, pues desgraciadamente muchas veces sirve sólo para “lucirse”. Lo importante es lo que se dice a Dios y el sentimiento que se pone en el canto. San Pablo nos dice en Ef 5,19 que cantemos cantos inspirados a Dios. El Apocalipsis habla varias veces de cantos. San Agustín decía que “cantar es negocio de los que aman” y “quien canta ora dos veces”. Y así lo hagamos, como quiere expresar esta oración cantada:

53 No me mueve, mi Dios, para quererte
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54 el cielo que me tienes prometido,

55 ni me mueve el infierno tan temido

56 para dejar por eso de ofenderte.

57 Tu me mueves, Señor,

58 muéveme el verte clavado en una cruz
y escarnecido,

59 muéveme ver tu cuerpo tan herido,

60 muévenme tus afrentas y tu muerte.

61 Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,

62 que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,

63 y aunque no hubiera infierno, te temiera.

64 No me tienes que dar porque te quiera,

65 porque, aunque lo que espero no esperara,

66 lo mismo que te quiero te qui- sie-ra.

67 Que María nos ayude a amar más a Dios, para poderle amar eternamente.
AMÉN


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