La decisión de dejar de beber no se logra con hacer sonar los dedos; es un proceso gradual y largo. Viene como resultado de muchas decisiones que fueron.

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1 La decisión de dejar de beber no se logra con hacer sonar los dedos; es un proceso gradual y largo. Viene como resultado de muchas decisiones que fueron estimuladas y esclarecidas por otros hombres y mujeres que están recuperándose de una adicción. Escuchando las experiencias de otras personas y cómo las manejaron, el paciente toma conciencia de los problemas que el alcohol ha causado en su propia vida. Considere por ejemplo a Juan, a quien el jefe le ordenó que se inscribiera en un programa contra el alcoholismo, sin excusas, porque lo amenazó con despedirlo.

2 Aunque Juan sonrió y quizá incluso le dio las gracias, en verdad estaba muy enojado porque tuvo que someterse para mantener su empleo. Cuando Juan llegó al centro de tratamiento, lo primero que dijo al asesor fue: No soy un verdadero alcohólico, pero jugaré este estúpido juego durante 28 días. Admito que a veces bebí demasiado, pero no soy un alcohólico. Debiera traer a mi patrón aquí, él es quien necesita ayuda. Por cierto, todo lo que le diga es confidencial, verdad? No podrá repetirlo a nadie, verdad? En las primeras semanas (luego de algunas sesiones individuales, reuniones de grupo, reuniones de Alcohólicos Anónimos, películas de capacitación y conferencias), Juan se deprimía ligeramente porque estaba comenzando a comprender algunas de las cosas.

3 Estos pueden ser sus pensamientos privados al analizar el programa de tratamiento: Vaya, es sorprendente lo que el alcoholismo y la drogadicción pueden hacer. Algunas de las personas que he conocido en este grupo han tenido muy mala suerte. Si yo bebiera como ellos, también dejaría de hacerlo. En cualquier caso, cuando salga de aquí tendré que beber con más cuidado. Pero en cierta forma, me alegra estar aquí. El curso pudiera convertirme en un mejor gerente de ventas. La ambivalencia de Juan se revela de manera sorprendente, por ejemplo, cuando se pone de pie en su primera reunión de AA, se supone que debe decir, mi nombre es Juan y soy un alcohólico. En lugar de eso, balbucea, mi nombre es Juan, y soy un ah, ah, alcohol. Finalmente, mira a su alrededor y les dice, bueno, ustedes ya saben lo que estoy tratando de decir, y después se sienta disgustado.

4 Luego de varias semanas o meses en tratamiento externo, Juan comienza a considerar que además de tener un jefe de mente estrecha pudiera en realidad tener un problema con el alcohol. No estoy tan enfermo como alguna de las personas que hay aquí, confiesa a su asesor, pero si se conociera toda la verdad sobre mis episodios con el alcohol, probablemente podría decirse que iba rumbo a convertirme en un verdadero alcohólico. También comienza a darse cuenta de que algunos de sus ex compañeros de parranda son alcohólicos enfermos. Eventualmente después de semanas o meses Juan llamará por teléfono y le dirá, jefe, habla Juan. He llegado a la conclusión de que soy un alcohólico. Algunas de las cosas que le dije cuando me envió al tratamiento fueron producto de mi alcoholismo. Estaba muy enojado y asustado. Quiero disculparme por la forma en cómo actué.

5 Principalmente, quiero agradecerle por haber salvado mi vida. Siempre le agradeceré el que haya sido honesto y me ayudara con mis problemas cuando nadie más lo hacía. Cuando cuelgue, ambos pudieran estar sintiendo un nudo en la garganta. Entonces, qué puede hacer para motivar a un alcohólico­. Ya que la verdadera motivación para el cambio viene de la participación con otros pacientes en un ambiente de tratamientos y en grupos puede ayudar si está dispuesto siendo honesto y amable, pero firme a que la persona acepte ayuda cuando la hora ha llegado. Los Ángeles Times