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Publicada porAlfonso Ponce Soriano Modificado hace 6 años
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¿A QUIÉN VAMOS A ACUDIR? Lectio divina Domingo XIX T. O. Ciclo B.
26 Agosto Secretariado Catequesis de Cádiz y Ceuta Música: del vídeo “Para los sentidos de tu ser” 1ª p Elaboración: Manuel López/Eloísa Díaz-Jara Montaje: Eloísa Díaz-Jara Avance Manual
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Oración inicial Un día decidimos subir a tu barca, confiarte el timón.
Desde entonces navegamos por la vida y escuchamos sonidos diversos, el ruido del trueno que anuncia la tormenta, los cantos de sirena que prometen paraísos imposibles, el bramido de un mar poderoso que nos recuerda nuestra fragilidad… A veces nos sentimos tentados de abandonar el barco, de cambiar de ruta, de refugiarnos en la seguridad de la tierra firme. Pero, Señor, ¿A quién iremos… si solo tú puedes ayudarnos a poner proa hacia la tierra del amor y la justicia?
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TEXTO BÍBLICO Jn Muchos de sus discípulos, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?». Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen». Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede». Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».
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LECTURA ¿Qué dice el Texto?
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El pasaje de hoy es la conclusión narrativa de todo el discurso del pan de vida que hace Jesús después de la multiplicación de los panes, y muestra las reacciones opuestas de dos grupos, por un lado “muchos de los que habían seguido a Jesús”, es decir muchos de sus discípulos y por otro los doce.
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El discurso había comenzado con una multitud que se había acercado porque comieron hasta saciarse, el texto habla de cinco mil hombres; en la medida que Jesús avanza en su discurso y profundiza quién es él, comienzan las deserciones.
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Primero murmurando, luego discutiendo, y aquí ya se escandalizan, y terminan yéndose. Vemos entonces que mientras crece la entrega de Jesús, y se profundiza su revelación, se va achicando el auditorio, y hasta muchos de sus mismos discípulos lo dejan y se van…
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Ante esta circunstancia, se podría pensar que Jesús podría ser un poco más benévolo con los doce, siendo aparentemente los únicos que quedaban, sin embargo la pregunta de Jesús a ellos es: “¿También ustedes quieren irse?”
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Jesús no es un líder “populista” que adecua su discurso de acuerdo a quien lo esté escuchando, sino que está dispuesto a quedarse solo (aunque él sabe que no está solo, “Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo”, y por eso les plantea esa pregunta a los doce. Jesús no está dispuesto a cambiar su mensaje, o disminuir su exigencia porque se le vaya la gente…
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Pedro le responde con una pregunta, “Señor, ¿a quién iremos
Pedro le responde con una pregunta, “Señor, ¿a quién iremos?” pero detrás de esta pregunta está la afirmación, “¡no queremos ir a ningún otro, sino quedarnos contigo!” y sigue diciendo “Tus palabras son palabras de vida eterna”.
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Para los discípulos que se fueron, las palabras de Jesús eran “duras”, para Pedro y los demás apóstoles, estas mismas palabras son “palabras de vida eterna”, y la diferencia está en el modo como las reciben. Aquellos discípulos “no creían”, pero Pedro confiesa: “Nosotros ya hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.
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¿Qué me dice el Señor en el Texto?
MEDITACIÓN ¿Qué me dice el Señor en el Texto?
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Jesús había dicho que era el Pan bajado del cielo y que daría su carne como alimento y su sangre como bebida, aludiendo al sacrificio de su misma vida. Estas palabras suscitaron desilusión en la gente, que las juzgó indignas del Mesías… Ni siquiera los discípulos logran aceptar ese lenguaje inquietante del Maestro. Y el pasaje de hoy relata su malestar: «¡Este modo de hablar es duro! — decían — ¿Quién puede hacerle caso?».
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En realidad, ellos entendieron bien el discurso de Jesús
En realidad, ellos entendieron bien el discurso de Jesús. Tan bien que no quieren escucharlo, porque es un lenguaje que pone en crisis su mentalidad. Siempre las palabras de Jesús nos hacen entrar en crisis; en crisis, por ejemplo, ante el espíritu del mundo.
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Jesús ofrece la clave para superar la dificultad: Primero, su origen divino. Él ha bajado del cielo y subirá «adonde estaba antes». Segundo: sus palabras se pueden comprender sólo a través de la acción del Espíritu Santo, «quien da vida». Es el Espíritu Santo el que nos hace comprender bien a Jesús. Tercero: la verdadera causa de la incomprensión de sus palabras es la falta de fe: «hay algunos de entre vosotros que no creen», dice Jesús.
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Desde ese momento, dice el Evangelio «muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con Él». Frente a estas deserciones, Jesús no regatea ni atenúa sus palabras, es más obliga a hacer una elección clara: o estar con Él o separarse de Él, y les dice a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?».
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«Señor, ¿a quién vamos a acudir. Tú tienes palabras de Vida eterna»
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de Vida eterna». No dice: «¿dónde iremos?», sino «¿a quién iremos?». El problema de fondo es… a quién ir. De esa pregunta de Pedro, nosotros comprendemos que la fidelidad a Dios es una cuestión de fidelidad a una persona, a la cual nos adherimos para recorrer juntos un mismo camino. Y esta persona es Jesús.
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Todo lo que tenemos en el mundo no sacia nuestra hambre de infinito
Todo lo que tenemos en el mundo no sacia nuestra hambre de infinito. ¡Tenemos necesidad de Jesús, de estar con Él, de alimentarnos en su mesa, con sus palabras de vida eterna! Creer en Jesús significa hacer de Él el centro, el sentido de nuestra vida.
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¿Qué respondo al Señor que me habla en el Texto?
oración ¿Qué respondo al Señor que me habla en el Texto?
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Señor, gracias por tus palabras
que despiertan en mí el espíritu y la vida, gracias porque me hablas, me plasmas e imprimes en mí tu imagen, tu semejanza insustituibles.
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Gracias, porque Tú, con amor y paciencia,
me esperas, incluso cuando murmuro, cuando me escandalizo, cuando me dejo llevar por la incredulidad, o cuando te vuelvo la espalda. Perdóname, Señor, por todo esto y continúa curándome, haciéndome fuerte y feliz en tu seguimiento, ¡solamente a ti!
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Señor, has subido adonde estabas antes, pero estás con nosotros
y no dejas de atraernos, uno por uno. ¡Atráeme, Señor, y yo correré, porque he creído de verdad y he conocido que tú eres el Santo de Dios!
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Señor, que mientras corro hacia ti, no esté yo solo,
sino que me abra cada vez más a la compañía de los hermanos y junto con ellos, yo te encontraré y seré tu discípulo todos los días de mi vida. Amen.
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¿Cómo reflejo en mi vida lo que me dice Dios en el Texto?
contemplación ¿Cómo reflejo en mi vida lo que me dice Dios en el Texto?
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Durante estos domingos, hemos ido descubriendo a Jesús en el sacramento de la Eucaristía. Él mismo, se nos ofrece como pan que alimenta y sacia la vida de quienes creemos en Él. Aceptar el cuerpo y la sangre de Jesús como comida y bebida, es algo difícil de entender y el escándalo que produce lleva al abandono del seguimiento. Jesús nos invita a vivir más profundamente nuestra fe en Él a través de la Eucaristía, abriéndonos a una fe más madura y dejando atrás nuestras propias seguridades.
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San Juan Pablo II, le da al texto una trascendencia especial para nuestras vidas: “¿También ustedes quieren irse?” La pregunta de Cristo sobrepasa los siglos y llega hasta nosotros, nos interpela personalmente y nos pide una decisión. ¿Cuál es nuestra respuesta? Si estamos aquí hoy (JMJ XII) es porque nos vemos reflejados en la afirmación del apóstol Pedro: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”.
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“… Sólo Cristo tiene palabras que resisten al paso del tiempo y permanecen para la eternidad. El momento que están viviendo les impone algunas opciones decisivas: …Es importante darse cuenta de que, entre todas las preguntas que surgen en vuestro interior, las decisivas no se refieren al “qué”. La pregunta de fondo es “quién”: hacia “quién” ir, a “quién” seguir, a “quién” confiar la propia vida”.
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Cristo es el «pan vivo», el alimento indispensable
Cristo es el «pan vivo», el alimento indispensable. Adherirse a Él, en una verdadera relación de fe y de amor, no significa estar encadenados, sino ser profundamente libres, siempre en camino.
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Cuanto más estamos con Él, más crece el deseo de permanecer con Él.
Cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿quién es Jesús para mí? ¿Es un nombre, una idea, es solamente un personaje histórico? O ¿es verdaderamente esa persona que me ama, que ha dado su vida por mí y camina conmigo? Para ti, ¿quién es Jesús? ¿Estás con Jesús? ¿Intentas conocerlo en su palabra? ¿Lees el Evangelio, todos los días un pasaje, para conocer a Jesús?... Cuanto más estamos con Él, más crece el deseo de permanecer con Él.
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acción ¿A qué me comprometo?
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Y dijo Jesús: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede». Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. El seguimiento de Jesús supone renuncias y compromiso. No sirve aislarse del mundo para vivir en las nubes. Síguele, comprométete. Primero con tu forma de vida y luego con los demás.
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Jesús les dijo: «¿También vosotros queréis marcharos. »
Jesús les dijo: «¿También vosotros queréis marcharos?». Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios». No esperes al mañana, que nunca llegará. Comprométete de forma que se visualice tu opción por Jesús, el Santo de Dios.
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Identifica lo que más te cuesta en el seguimiento de Jesús, díselo en un momento de adoración ante el Sagrario y ponte en sus manos y repítele las palabras de Pedro: “creo en ti y sé que tú eres el Santo de Dios”, que siempre me ayudaras con los más pobres y necesitados.
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“Señor, a quién iremos…”
En la oración, dialoga con el Señor qué lugar ocupa Él en tu vida y qué haces para que actúe y sea el centro de todo lo que haces y buscas.
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Una vez más, comprométete a que el Señor sea el sentido de tu vida, imitándole, buscando ser como Él, y preocupándote porque sea conocido.
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La Palabra de Dios, siempre actual, nos va indicando dónde encontramos la auténtica felicidad, aun en medio de dificultades y sacrificios, ¿qué te propones para conocer más la Palabra del Señor y vivirla con actitudes y gestos concretos?
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Frecuenta la Eucaristía y encuentra en ella las fuerzas para creer en Jesús y seguirlo.
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Renueva tu actitud de servicio a los demás y en medio de tu realidad lleva el mensaje de Jesús.
FIN
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