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Domingo XXXI del Tiempo Ordinario
Ciclo C Domingo XXXI del Tiempo Ordinario «El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido»
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Primera Lectura - Sabiduría 11,22-26.12,1
11,22 El mundo entero es delante de ti como un grano de polvo que apenas inclina la balanza, como una gota de rocío matinal que cae sobre la tierra. 23 Tú te compadeces de todos, porque todo lo puedes, y apartas los ojos de los pecados de los hombres para que ellos se conviertan. 24 Tú amas todo lo que existe y no aborreces nada de lo que has hecho, porque si hubieras odiado algo, no lo habrías creado. 25 ¿Cómo podría subsistir una cosa si tú no quisieras? ¿Cómo se conservaría si no la hubieras llamado? 26 Pero tú eres indulgente con todos, ya que todo es tuyo, Señor que amas la vida, 12,1 porque tu espíritu incorruptible está en todas las cosas. Palabra de Dios Te alabamos Señor
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«Te compadeces, Señor, de todos, porque amas a todos los seres»
Dios ama todas las cosas; si éstas vinieron a la existencia, fue porque ya antes las amó, y su amor es causativo de las mismas. Participan de la bondad de Dios, y reflejan sus perfecciones. Y por lo mismo que Dios las ama, como el artista su obra, como el padre a sus hijos, las conserva en el ser.
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Pero entre todos los seres ama con predilección al hombre,
en el cual dejó plasmada su imagen y semejanza. Y por eso perdona a los pecadores, a los egipcios, por graves que sean sus pecados, con sólo un sincero arrepentimiento de ellos, porque son suyos, obra de sus manos, que llevan en su naturaleza humana plasmada la imagen y semejanza de Dios.
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Salmo 145(144) 1 Te alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey, y bendeciré tu Nombre eternamente. 2 Día tras día te bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar. 8 El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; 9 el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas. 10 Que todas tus obras te den gracias, Señor, y tus fieles te bendigan; 11 que anuncien la gloria de tu reino y proclamen tu poder. 13 Tu reino es un reino eterno, y tu dominio permanece para siempre. El Señor es fiel en todas sus palabras y bondadoso en todas sus acciones. 14 El Señor sostiene a los que caen y endereza a los que están encorvados.
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«Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey»
El salmista declara su deseo de expresar sus alabanzas a su Dios, que es Rey de todo lo creado. Nadie es digno de alabanza más que él. En sus ansias de perpetuar estas alabanzas, apela a las generaciones para que ellas se encarguen, a través de los siglos, de anunciar las grandezas del Señor.
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Además, en sus relaciones con los hombres se ha mostrado siempre indulgente y misericordioso,
Sus obras pregonan su bondad; y son los devotos los que saben apreciar las grandes gestas en favor de los hombres. Pero su reinado se basa en la justicia y la fidelidad para con los suyos, particularmente con los necesitados. Así es el reinado de Dios: reino de justicia, de amor y de paz.
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Segunda Lectura - II Tesalonicenses 1,11-12.2,1-2
1,11 Rogamos constantemente por ustedes a fin de que Dios los haga dignos de su llamado, y lleve a término en ustedes, con su poder, todo buen propósito y toda acción inspirada en la fe. 12 Así el nombre del Señor Jesús será glorificado en ustedes, y ustedes en él, conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo. 2,1 Acerca de la Venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, les rogamos, hermanos, 2 que no se dejen perturbar fácilmente ni se alarmen, sea por anuncios proféticos, o por palabras o cartas atribuidas a nosotros, que hacen creer que el Día del Señor ya ha llegado. Palabra de Dios Te alabamos Señor
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«Que Cristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él»
San Pablo, dirige a Dios una oración por los tesalonicenses, a fin de que los haga "dignos de su vocación" o, lo que es prácticamente lo mismo, "convierta en realidad todo buen deseo de santidad y obra de fe". El fin inmediato y último de la oración de Pablo es el de que Jesucristo "sea glorificado" en los tesalonicenses y los tesalonicenses "glorificados" en Jesucristo.
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Parece claro, dado el contexto, que el Apóstol está refiriéndose a la "glorificación" en la parusía,
no simplemente a la que resulta, ya en este mundo, de una vida auténticamente cristiana. Cristo "será glorificado" en sus fieles, en cuanto que en ese día quedarán de manifiesto públicamente su poder, su bondad y la eficacia de su sacrificio; y los fieles "serán glorificados" en Cristo, en cuanto que participarán eternamente de su gloria, siendo asociados a su reino y felicidad.
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Lectura del Santo Evangelio Lucas 19,1-10
1 Jesús entró en Jericó y atravesaba la cuidad. 2 Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era el jefe de los publicanos. 3 El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. 4 Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí, 5 Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». 6 Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. 7 Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador». 8 Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más».
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9 Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombres es un hijo
de Abraham, 10 porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido». Palabra de Dios Gloria a Ti, Señor Jesús
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«El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido»
Se ha dicho que Lucas es el evangelista de la misericordia divina. En su camino a Jerusalén el Señor Jesús pasa por Jericó, la capital de la región de Cisjordania, ubicada a unos quince kilómetros del Mar Muerto. En Jericó vivía Zaqueo, «un hombre muy rico... jefe de los publicanos».
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en los cobros del pueblo. Acaso por eso era “rico”.
Los publicanos eran los recaudadores de los impuestos de Roma a Israel. Por eso eran aborrecidos por los judíos, como coautores de la dominación romana. La autoridad de Roma admitía de éstos una cantidad alzada, y luego ellos podían resarcirse en los cobros del pueblo. Acaso por eso era “rico”. Máxime siendo “jefe” de los publicanos de toda aquella zona de Jericó.
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El buen deseo se ve en este hombre de “estatura pequeña,” por lo que se sube a un árbol,
y no tiene reparo en “correr” para situarse por donde Cristo ha de pasar. A su paso, Cristo lo miró, lo llamó, y le dijo que bajase “pronto” — en esta palabra hay un ansia espiritual de ganarle — , porque “hoy tengo que hospedarme en tu casa.” El bajó “con toda prisa.” Y lo recibió en su casa “con alegría.” La murmuración judía no podía faltar al ver que se hospedaba en la casa de un “pecador.” Esta palabra tenía para ellos el sentido de un hombre inmerso en toda impureza “legal,” que aquí también podía ser moral por su oficio.
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y si a alguien he defraudado en algo, le devuelvo el cuádruplo.”
Zaqueo está convertido. El confiesa su satisfacción: “Doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si a alguien he defraudado en algo, le devuelvo el cuádruplo.” En la Ley se exigía el cuádruplo en casos de robo (Exo_21:37; Exo_22:1). Pero en caso de fraudes sólo se exigía una quinta parte, a más de la devolución o compensación de lo defraudado (Lev_5:24; Num_5:6.7).
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y pecadores” y les respondió con las parábolas de la misericordia.
Con Cristo llegó a Zaqueo la “salud” y, sin duda, también a toda su “casa”, lo mismo que antes participarían de “riqueza de iniquidad”. Lo criticaban por “comer y beber con los publícanos y pecadores” y les respondió con las parábolas de la misericordia. Ésta era la misión del Hijo del hombre: que “ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.”
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Gracias Señor por tu Palabra purificadora,
que ilumina, alimenta, enriquece, alegra, consuela y compromete. Concédenos vivir conforme a ella.
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Porque existen cosas que me ciegan cuando intento descubrirte.
VEN, Y CAMBIA MI VIDA, SEÑOR Porque existen cosas que me ciegan cuando intento descubrirte. Porque cuento lo que tengo y no doy importancia a que no te poseo. Porque oigo hablar de Ti pero conozco muy poco de tu vida. Porque, aún siendo débil y frágil, Tú, Señor, puedes moldear el barro de mi persona y hacer, con ella, un instrumento para pregonar tu gloria. Y, cuando me veas trepado en algún árbol. Llámame para que yo sienta tu llamada. Llámame para que no te pierda. Llámame para que sea posible mi salvación. Llámame y, dime, en qué debo cambiar. Llámame y, si quieres, tendrás sitio en mi casa. Llámame para que, viendo el horizonte que me espera, comprenda que es nada o muy poco lo que mis manos cuentan. VEN, Y CAMBIA MI VIDA, SEÑOR Encontrarás mi casa demasiado acomodada, ayúdame a darle un toque de sencillez. Verás que, muchas cosas sobran, dame tiempo para situarlas. Comprobarás que, falta lo más esencial: la luz, la paz y hasta un poco de vida. Espero, Señor, que sea, lo que falla, el regalo que Tú, hasta mi morada, traigas. Y, te lo digo de antemano, aún a sabiendas de que todo lo alcanzas: soy pecador y a falta de lo esencial. Pero si quieres…puedes cambiar mi vida. Amén. Oración: P. Javier Leoz
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