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Lección 11 para el 15 de septiembre de 2018
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El anhelo de Pablo era ver una iglesia unida (Gálatas 3:28)
El anhelo de Pablo era ver una iglesia unida (Gálatas 3:28). Por ello, animó a las iglesias gentiles a ayudar a sus hermanos judíos de Jerusalén llevándoles una ofrenda (Romanos 15:25-27). Tal como había sido anunciado por el Espíritu Santo (Hechos 21:11), su estancia en Jerusalén se vio pronto llena de problemas, tanto dentro como fuera de la iglesia.
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Hechos 21:15-26 “Pero se les ha informado en cuanto a ti, que enseñas a todos los judíos que están entre los gentiles a apostatar de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos, ni observen las costumbres” (Hechos 21:21) Pablo recibió una cálida recepción por parte de la iglesia en Jerusalén. No obstante, Jacobo le informó de algunas críticas que habían recibido sobre él. Según estas críticas, Pablo enseñaba a los judíos a abandonar las costumbres nacionales. Se le pidió que hiciese una demostración de “piedad” pagando el voto de unos nazareos. Pablo podía haber negado sin más las críticas. Sin embargo, accedió a la petición de Jacobo. Esto implicaba, tácitamente, aceptar las tradiciones judías como medio de salvación.
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“Esa concesión no estaba en armonía con sus enseñanzas [de Pablo] ni con la firme integridad de su carácter. Sus consejeros no eran infalibles. Aunque algunos de esos hombres escribieron bajo la inspiración del Espíritu Santo, sin embargo, a veces erraban cuando no estaban bajo su influencia directa. Se recordará que en una ocasión Pablo se opuso a Pedro frente a frente porque estaba actuando en forma doble” Elena G. de White, Comentario bíblico adventista, tomo 6, sobre Hechos 21:20-26)
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Hechos 21:27-36 “Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia, al verle en el templo, alborotaron a toda la multitud y le echaron mano” (Hechos 21:27) En algunos casos del voto del nazareo, se debía realizar este rito: “el día de su purificación raerá su cabeza; al séptimo día la raerá. Y el día octavo traerá dos tórtolas o dos palominos al sacerdote” (Números 6:9-10). Poco antes de cumplirse el tiempo señalado, Pablo fue acusado por los judíos de haber introducido gentiles en el atrio de los judíos (grandes carteles advertían de la pena de muerte). “Ningún extranjero puede entrar dentro de la barandilla y en el recinto alrededor del templo. Y cualquiera que fuese atrapado será responsable él mismo por su muerte subsiguiente” Fue tal el alboroto que, de no ser por la intervención del tribuno Claudio Lisias, la multitud habría linchado a Pablo. Claudio encadenó a Pablo y ordenó llevarlo a la fortaleza Antonia.
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Hechos 21:37-22:29 “Varones hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros” (Hechos 22:1) Pablo pidió permiso para dirigirse a sus conciudadanos. Al hablarles en lengua hebrea (arameo), la multitud cayó. La defensa de Pablo era un intento de evangelizar a sus compatriotas a través de su testimonio personal, intentando convencerles de que Jesús era el Mesías. Todos escucharon con atención a Pablo, hasta que se refirió a su misión entre los gentiles. “Entonces alzaron la voz, diciendo: Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva” (Hechos 22:22). Llegados a ese punto, el tribuno lo introdujo en la fortaleza y le mandó azotar. Pablo usó entonces sus derechos como ciudadano romano para librarse del castigo.
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Dios animó al apóstol y le aseguró que daría testimonio en Roma.
Hechos 22:30-23:11 “Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga” (Hechos 23:6) Pablo intentó hablar al Sanedrín, como lo hizo a la multitud, de su devoción personal, de su persecución de los cristianos, de las revelaciones de Jesús, y de su conversión. Sin embargo, nada más comenzar, Ananías mandó golpearle. Así terminó abruptamente el discurso del apóstol. Entonces, Pablo puso a los fariseos en contra de los saduceos al hablar de la resurrección. Nuevamente, Claudio tuvo que rescatar a Pablo. Dios animó al apóstol y le aseguró que daría testimonio en Roma.
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Hechos 23:12-35 “Venido el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo” (Hechos 23:12)
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“Nuevamente el Señor se apareció a Pablo y le reveló que debía subir a Jerusalén, que allí sería atado y que sufriría por su nombre. Aunque estuvo preso mucho tiempo, el Señor se valió de él para llevar adelante su obra especial. Sus cadenas habían de ser el medio de difundir el conocimiento de Cristo y de esta suerte glorificar a Dios. Al ser enviado de una ciudad a otra para ser enjuiciado, su testimonio concerniente a Jesús y los incidentes interesantes de su propia conversión fueron relatados delante de reyes y gobernantes, para que ellos quedasen sin excusa en lo concerniente a Jesús. Miles creyeron en Cristo y se regocijaron en su nombre” Elena G. de White, Primeros escritos, p. 207
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