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Casa Loyola de Saltillo

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Presentación del tema: "Casa Loyola de Saltillo"— Transcripción de la presentación:

1 Casa Loyola de Saltillo
El cultivo del silencio interior. Cuidando la atmósfera de nuestra comunicación con Dios

2 Características de la Experiencia de Dios
Experiencia, según su significado etimológico, viene del latín experientĭa, de la raíz indoeuropea per-, tratar, probar, arriesgar[se], herirse, marcarse (v. gr. “pe[r]ligro”) con el prefijo ex- fuera, fuera de, ir en busca de, es decir, aprendizaje [conocimiento] por prueba personal. El encuentro con Dios no es encontrarnos con un objeto. No es el fruto de un discurso o un pensamiento. No hay un objeto “Dios” que experimentemos. La experiencia de Dios es básicamente dejar de atender a un “sí mismo” (del ego) para empezar a prestar atención al Otro, cuya Presencia y comunicación nos transforma, nos “hiere”, nos “marca”. Es recibir un don/entrega, es “Dios dándose”. Experimentar a Dios es un estar/ser-con, de vivir-con. Se centra en la percepción de una Presencia en relación con nosotros, omnipresente pero nunca obvia.

3 Experiencia de Dios como Presencia en Relación
En ella se experimenta que lo más profundo e íntimo de nosotros mismos nos viene de Otro, es una donación (es Dios). San Agustín: “Oh belleza antigua siempre nueva, estabas dentro de mí y yo estaba fuera de mí.” No es experiencia de un “soy” frente a un “eres” sino de un “somos”, o mejor aún de un “siendo juntos” sin división, pero sin confusión: “yo somos”, “nosotros soy”. Gal 2:20: “Vivo, pero no vivo yo [solo], Cristo vive en mí” Dios nos integra a su propio dinamismo de “amor que se entrega, amor que recibe, amor que se comparte”; respetando nuestra identidad, capacitándonos para ser nosotros mismos al máximo con Dios y desde Dios. La iniciativa de la experiencia de Dios viene de Dios, nos corresponde prepararnos para “acoger” la iniciativa divina. Dios siempre está ahí. Lo captamos por encontrarnos en un “estado teopático”, la actitud teologal.

4 Actitud Teologal El Dios “discreto” requiere de una actitud interna para ser percibido. Es lo que llamamos “actitud teologal”, o disposición vital para recibir la comunicación del trascendente. Su fundamento está en la naturaleza revelada de Dios, como comunidad de personas (sujetos absolutos) que se comunican donándose. Cualquier pretensión de relacionarnos con Dios como objeto lleva a la desaparición de la percepción de su presencia.

5 Algunas condiciones básicas de la Actitud Teologal
Cultivo de la Soledad y el Silencio (ejercitar la capacidad de escucha), vs. vidas dispersas y superficiales. Atención correcta: Recuperación (rehabilitación) de la capacidad de percibir. Descentramiento: Para esto es útil la “inversión intencional”, “suspender” nuestras tendencias “reactivas y proactivas”, no procurarnos nada sino acoger lo que se nos ofrece, entregar lo que se te pide.. Paz (hesiquía), vivir desde la armonía, equilibrio interior. Crecer en la capacidad de captar e ignorar (desactivar) los mecanismos que aumentan nuestra ansiedad. Recogimiento, no estar “desperdigados”/”dispersos” (diábolos) sino “integrados”/“unificados” (símbolos). Confianza, sentirse en un espacio seguro donde nuestra integridad no está amenazada. Abandono, poderse “abandonar” en el encuentro, entrega de sí. Reverencia: asombro, respeto y acatamiento ante el Misterio infinito.

6 La diferencia entre una atención tensa (observar) y una distendida (contemplar)

7 La atención correcta (Nepsis), necesaria para el Amor como “presencia” mutua
Es estar totalmente atentos a la realidad, desde la que Dios nos habla. Nos ayuda a aprender a escuchar, a estar “presentes”. Tiene tres elementos fundamentales: Percepción distendida (hesicasta): capacidad de advertir, sentir, registrar lo que la realidad me presenta, sin ansiedad o desasosiego Acogida: Aceptar la realidad tal cual es antes de pretender transformarla: Así es y así puede ser. Aprender a “dejar ser”. Evita el rechazo. Disponibilidad: Dejar que la realidad fluya sin pretender controlarla o poseerla. Aprender a “dejar ir”. Evita el apego.

8 La “Inversión Intencional”
El amor consiste no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que Él nos amó primero (1 Jn 4:10,19) . No pretender conocer a Dios sino acoger la manera como somos conocidos por Dios; no pretender amar a Dios, sino percibir cómo somos amados por Dios, “vivirnos” amados. Entregarnos a la “Presencia convocante”. Tres etapas de nuestro modo de “estar en el mundo”: Reactiva → Proactiva → Contemplativa. Permite la actitud “hesicasta” (gr., “estado de tranquilidad, de paz, o de reposo”), propio de quien recibe la vida como don, y renuncia a “apropiarse” de nada. Atento al don, a la comunicación.

9 Ejercicios prácticos para desarrollar la atención
Aplicar los sentidos: Diferencia entre percepción, pensar y hacer. La percepción, el presente son la realidad. Dedicar un tiempo para ir desarrollando cada uno de los sentidos: vista, oído, olfato, tacto, gusto. Esforzarse en percibir, en recibir/soltar lo que la realidad nos va presentando. No caer en la tentación del juicio o del discurso. Un fuerte obstáculo para toda la vida espiritual son las expectativas. Son semillas de frustración, ira y desánimo. Cuando abandonas tus expectativas aparece ante ti un mundo maravilloso.

10 La naturaleza: maestra
Es un camino que implica dedicación y toma tiempo. Una gran maestra es la naturaleza. El texto del Gen 1: lo que ha salido de la mano de Dios es bueno. Contemplar esa bondad nos sana. Nos transmite el “ritmo” de nuestra propia naturaleza humana. Nos cura de nuestra tendencia a creernos “máquinas”. Trataremos de caminar despacio – fijar la atención siempre en algo “concreto”. Dejaremos que la naturaleza “actúe” sobre nosotros. No juzgar, no querer cambiar, “Así es y así puede ser”; “lo que está, puede estar”.

11 El problema de las distracciones
Las distracciones provienen de un talante “disperso” incapaz de concentrarse y focalizar. Al empezar la vida de oración es natural que tengamos muchas distracciones (son la inercia de la vida dispersa que llevamos) No debemos preocuparnos ni molestarnos, son parte de nuestra realidad: así es y así puede ser. Ante ellas perdemos de dos formas: si le hacemos caso y/o si nos peleamos con ellas. La manera de liberarse de ellas es ignorándolas. Hay que tratarlas como visitas inoportunas: “pasa, que bueno que viniste, por ahora no te puedo atender, toma asiento y tan pronto termine mi trabajo te atiendo”.

12 La oración hesicasta Hesicasmo: de la palabra hesiquía (gr., “estado de tranquilidad, de paz, o de reposo”). Quien la practica es un “hesicasta”. Se le conoce también como oración de silencio, centrante, del Corazón, etc. Considera a los conceptos, ideas, imágenes, discursos, como estorbos para la experiencia directa de Dios, para nuestra entrega total a la Presencia convocante, para dejarle actuar libremente en nuestro interior. Es dejar a un lado nuestros pendientes y “estar sólo para Dios”. Es un holocausto.

13 Oración hesicasta, según el Abba Pablo de la Montaña Santa
Ante la petición del hijo espiritual sobre una “palabra de vida”, “enséñame a orar”, el Abba Pablo de la Montaña Santa (Hagion Oros, el Monte Athos), pone a su hijo/discípulo a contemplar elementos de la naturaleza: Aprende a orar como una montaña (estabilidad, postura correcta)

14 Disponiéndonos a la escucha
Es importante buscar la inmovilidad del cuerpo. Un cuerpo en paz, tranquiliza a nuestra mente. Buscar una postura apropiada: suficientemente cómoda para no distraernos por el dolor y no demasiado cómoda que nos lleve a quedarnos dormidos. Procuramos lugares y momentos apropiados: silencio, tranquilidad, ausencia de distractores. Siempre iniciamos ofreciéndole al Señor ese tiempo de oración. Es nuestro “holocausto”. Ponernos completamente a su disposición sin ninguna expectativa ni otra intención que estar ahí para Él.

15 Oración hesicasta, según el Abba Pablo de la Montaña Santa
Cuando el hijo espiritual aprende a orar como una montaña, el Abba le dice: “sin olvidar lo que aprendiste de la montaña, ahora vas a contemplar el mar y a aprender a orar como él”: Aprender a orar como el mar (la respiración, ritmo, profundidad)

16 Aprendiendo a centrar la atención
Aprendiendo a centrar la atención. Las tres “anclas”, “vínculos” con el presente I. La respiración (atención a su ritmo)

17 Oración hesicasta, según el Abba Pablo de la Montaña Santa
Una vez habiendo aprendido a orar como la montaña y como el mar, el Abba le propone a su hijo espiritual que contemple a los girasoles y aprenda su secreto de oración. Aprender a orar como el girasol que tiene la atención fija en el Sol (atención indivisa, sensaciones corporales)

18 II. Las sensaciones corporales
Aprendiendo a centrar la atención. Las tres “anclas”, “vínculos” con el presente I. La respiración (atención a su ritmo) II. Las sensaciones corporales (corazón, palma de las manos, sonido, entrecejo, etc.)

19 Oración hesicasta, según el Abba Pablo de la Montaña Santa
El discípulo aprendió a orar al unísono con la montaña, con el mar, con el girasol. Cada vez se sentía más centrado, más atento, habitando de manera más completa su cuerpo, su vida y al mismo tiempo en relación con todo. Al ver esto el Abba lo llevó al columbario del monasterio y lo invitó a que se dejara enseñar a orar como las palomas. Aprender a orar como una paloma (la Palabra, gr. meletan, que significa “murmurar a media voz”)

20 II. Las sensaciones corporales
Aprendiendo a centrar la atención. Las tres “anclas”, “vínculos” con el presente I. La respiración (atención a su ritmo) II. Las sensaciones corporales (corazón, palma de las manos, sonido, entrecejo, etc.) III. La palabra (jaculatorias)

21 Proceso de acercamiento al centramiento con palabras: “jaculatorias”
“Sí / No” “María” / “Madre” “Señor / Maestro” “Jesús / Cristo”

22 La práctica de la oración de invocación del nombre de Jesús
“Señor Jesucristo (I), Hijo del Dios vivo (II)”; Evoca la confesión de fe de Pedro en Mt 16:16: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios Vivo” “Ten compasión de mí (III), un pecador (IV)”. Recuerda la súplica insistente del ciego de Jericó, “el hijo de Timeo (Bartimeo) en Mc 10:48: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”

23 La oración es comunicación con Dios desde nuestra vida concreta
Es muy importante sustentar la vida espiritual sobre un sustrato verdaderamente “vital”, es decir, no solamente discursivo y “apropiado”, sino que incluya también la percepción sensorial y el afecto. Preguntarnos “¿cómo me siento?”, “¿Cómo me siento de cara a Dios? y compartírselo al Señor, con honestidad y transparencia Hacer conciencia de esos sentimientos y presentárselos sencillamente al Señor, hará que la oración evolucione efectivamente a un espacio de encuentro y comunicación.

24 Dios se interesa por nuestros sentimientos
La cultura contemporánea nos ha enseñado que no vale la pena hablar de sentimientos. Lo importante son las ideas claras y diferenciadas. La mayor parte de la gente cree que sus sentimientos “no valen la pena” el tiempo y consideración de Dios. También nos cuesta trabajo presentarle a Dios nuestros sentimientos “negativos”: tristeza, decepción, rabia, etc. Hay que romper esa falacia y aprender a compartir honestamente nuestros sentimientos con Dios. Así tendremos una vida espiritual (y vida toda) más real y “aterrizada/encarnada”.

25 Arriesgarnos a confiar
Ante Dios me presento como estoy y así, me pongo en sus manos. Es natural que nos sea más fácil ponernos en las manos de alguien cuya presencia nos es gratificante, que hacerlo en alguien de quien sentimos coraje, molestia, recelo. Aunque ahora nos sintamos molestos o decepcionados, podemos decir con Pablo: “yo sé en quien tengo puesta mi confianza” (2 Tim 1:12), y desde esa fe, entregarnos en sus manos.

26 Evitar quedarnos “mudos” ante Dios
“Compartirle” nuestros sentimientos a Dios no tiene el objeto de transmitirle información. Más bien es la manera de crecer en honestidad, “aterrizar” nuestra relación con Él y comprometernos en una relación auténticamente íntima. Cuando el orante tiene resistencia a expresarle a Dios sus sentimientos “negativos” tarde o temprano se queda sin nada que decirle a Dios. Cuando menos es quedarse sin nada “real/importante” que decirle. Es natural que entonces la oración como diálogo se torne árida.

27 Dios responde y en su respuesta nos sana
Cuando compartimos con el Señor a este nivel y después guardamos silencio, Dios nos responde. Como en toda buena comunicación, uno habla desde le corazón y después guarda silencio para escuchar la palabra del otro. Dios no sólo nos transmite ideas sino que nos comunica su sentir. La comunicación de Dios nos ilumina y siempre nos transmite vida.


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