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Ayúdame, Señor, a abrir caminos nuevos que superen mis rutinas y me lleven a tu encuentro. Caminos que recorran las sendas de tu evangelio y me conduzcan a los más sencillos y pequeños, a todos los que más necesitan esperanza y consuelo. a vencer todos mis miedos, que me paralizan y me acomodan, me hacen egocéntrico y me impiden afrontar los desafíos y retos a los que tú me mandas para construir tu Reino. a mantenerme despierto para que no se me nuble mi entendimiento y sepa comprender lo que me estás pidiendo en cada lugar y en cada momento. a dar fecundidad a mis desiertos, donde aprenda a vivir de un modo más sencillo y austero, más generoso y desprendido, más comprometido y honesto. a preparar tus caminos y que tú seas mi verdadero centro. Perdón, Señor… por mis desconfianzas para aceptar tus promesas. por mis precipitaciones, que me llevan a juzgar por apariencias. por mi poca constancia, por mis prisas e impaciencias. por mis muchas palabras tantas veces vacías de experiencias. ********************* Ilumina, Señor, nuestros caminos… para que nuestra fe sea creíble a través de palabras y gestos que se entiendan. para vivir austeramente pensando en el bien todo el planeta. para abrir espacios de diálogo donde los conflictos se resuelvan. para llevar tu Buena Noticia a todo tipo de fronteras. para ayudar y acompañar a quienes viven en situaciones de dolor y de pobreza. para que nuestro deseo de crecer y madurar en la fe no se detenga. para que trabajemos por una sociedad más justa y más fraterna. para que nuestros deseos de conversión plasmen en realidades concretas. «Preparad el camino al Señor...» Un camino, Señor, es un corazón, en el que puedas nacer, vivir y quedarte para siempre. Un camino por el que, avanzando, podamos encontrarnos contigo, que esperas de cada uno de nosotros actitudes de fe y de alegría, de conversión y de entrega, de acogida y de oración... Ayúdanos a construir un camino así, Señor, un camino, entre tantos caminos inciertos, que nos lleve hasta Ti En el amanecer de nuestras esperanzas, en el mediodía de nuestros entusiasmos, en la tarde de nuestros cansancios, en la noche de nuestras horas negras y tristes..., te preparamos un camino, Señor, a ti que das alas a nuestra esperanza. El camino que nuestra humanidad necesita. El camino que nos tiene que llevar a mirar en la dirección adecuada. El camino que nos lleve al desierto del silencio, que nos pierda en la calma de la oración, que nos comprometa con la realidad que nos envuelve. Te preparamos el camino, Señor, porque sabemos que llegas para hacer posibles nuestras esperanzas, para soñar en cada uno de nosotros tus sueños de hermandad, para saber que nuestra espera tiene sentido, para poder levantamos cada mañana rebosantes de alegría... Mantennos despiertos y atentos para acogerte en nuestras vidas y nos hagas a todos hermanos. [I.L.] 2º Dom. Adv. Ciclo B Caminos en el desierto Como la sal en el agua. Salomé Arricibita CONSOLAD. Imperativo repetido del profeta que invita despertar la sensibilidad dormida y descubrir tanto desconsuelo, acompañar tanto dolor, a aliviar tantas heridas, a estar presentes en tantos duelos para acompañar con nuestras palabras y con nuestros gestos, con nuestra presencia y con nuestros silencios, con nuestra cercanía y con nuestro apoyo sincero… No ofrecer falsos remedios, ni recetas prefabricadas, ni resignados consuelos. Transmitir esperanza, ayudar a no abandonarse en la propia desgracia, ni decir “es lo que hay, no se puede hacer nada”, ni quedarse en la resignación, ni arrojar la toalla… Decir palabras de aliento, palabras que sirve para mirar de otra manera y encontrar otras perspectivas.. Allanar senderos para favorecer la marcha a nuevos aprendizajes, sabiendo que Dios mismos conduce nuestros caminos. ¿Quién necesita a mi lado hoy palabras de consuelo? ¿Cómo me acerco a las personas que están pasando por malos momentos? TENED PACIENCIA. Lo importante en la vida llega despacio, se construye poco a poco, no viene a “fogonazos”. Lo más valioso en la vida crece en silencio y lentamente va madurando. Todo lo que surge “ya y rápido” y no está sólidamente asentado va desapareciendo a media que se pierde el entusiasmo. Permanece lo que se ha ido con paciencia consolidando. Lo que ha respetado los ritmos, acompañado procesos, lo que ha quedado bien fundamentado. A veces pensamos que las promesas de Dios nos han abandonado. Dios es paciente y misericordioso, continuamente está esperando. Sabe que el corazón humano está traspasado por continuas contradicciones, recaídas periódicas, infidelidades inesperadas… y necesita paciencia encontrar la meta deseada. ¿Cómo ando de paciencia? ¿Se esperar y respetar los ritmos de crecimiento de las personas y las cosas? PREPARAD. Se nos invita a tener iniciativas, a dejar la comodidad, a crecer, a avanzar, a afrontar la travesía de cualquier “desierto” como reto, dejando atrás ataduras y tranquilizadoras esclavitudes. Estamos cansados de lo monótono (mismos horarios, mismos lugares, mismos mensajes…) La rutina va minando la novedad y secando la sorpresa; va carcomiendo la necesidad de cambiar, de encontrar la novedad que ilusione y despierte. Juan Bautista lanza un mensaje provocador, ilusionante, honesto… y mucha gente acude. Sus palabras y su estilo de vida ofrecen la frescura de algo distinto que conecta con lo que la gente busca. ¿Cómo son nuestras palabras y estilo de vida? ¿Abrimos caminos al Señor con nuestros mensajes significativos, alegres, esperanzadores que den respuesta a las necesidades de las personas? ¿Allanamos o ponemos obstáculos? ¿abajamos orgullos, codicias, ambiciones, desprecios… y elevamos pesimismos, desánimos, conformismos…?
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Salmo 84,9ab-10.11-12.13-14 R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia
Lectura del libro de Isaías (40, ): «Consolad, consolad a mi pueblo, –dice vuestro Dios–; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados.» Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos –ha hablado la boca del Señor–» Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres.» Salmo 84,9ab R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.» La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra. R/. La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo. R/. El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos. R/.
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Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,1-8):
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro (3,8-14): No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos. Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. El día del Señor llegará como un ladrón. Entonces el cielo desaparecerá con gran estrépito; los elementos se desintegrarán abrasados, y la tierra con todas sus obras se consumirá. Si todo este mundo se va a desintegrar de este modo, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra vida! Esperad y apresurad la venida del Señor, cuando desaparecerán los cielos, consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos. Pero nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia. Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables. Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,1-8): Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."» Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
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