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Publicada porMargarita Henríquez Saavedra Modificado hace 6 años
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Cari dad 21 Virtudes 35 3ª 49 Obras de MISERICORDIA 1: A1 y 2:
Dar de comer al hambriento y dar de beber al sediento
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Después de haber visto algunas principales características de la caridad, en cuanto amor al prójimo, vamos a examinar algunas de las principales obras de caridad en beneficio a los demás. Es lo que se llama: las obras de misericordia, que el catecismo distingue en obras de misericordia corporales y obras de misericordia espirituales.
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Se nombran siete y siete, por aquello de que el número 7 era muy importante entre los hebreos en el tiempo de Jesucristo, ya que se consideraba un número completo. Pero pueden considerarse otras más. Las siete corporales son: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, visitar y cuidar a los enfermos, visitar y socorrer a los presos, vestir al desnudo, dar posada al viajero y enterrar a los muertos.
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Las espirituales, que van dirigidas más a la parte moral o espiritual del ser humano, son: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia las molestias del prójimo, rogar a Dios por los vivos y los muertos.
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Primero veamos lo que en la Biblia se entiende por «Misericordia»
Primero veamos lo que en la Biblia se entiende por «Misericordia». Veamos nada más lo más elemental. Varias veces en el Antiguo Testamento y en las palabras de Jesucristo se nos hace una invitación sagrada a que seamos «misericordiosos». No hay contraposición entre el Antiguo y el Nuevo Testamento sobre la misericordia de Dios. Más bien es un proceso de Revelación culminando con Jesús, la misericordia de Dios encarnada.
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En el Antiguo Testamento más que de misericordia, al estilo de Jesús, se habla de «gracia y fidelidad» de Dios. Dios es fiel a la alianza establecida con su pueblo a diferencia de la infidelidad del pueblo. Los profetas, como Oseas, hablan de la ternura de Dios con su pueblo, poniendo el ejemplo de una madre hacia sus hijos.
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Hay una frase en Oseas, donde se habla de la misericordia de Dios, frase que luego Jesús repitió varias veces: «Quiero misericordia y no sacrificio» (Os 6,6). Ni siquiera, por repetirla Jesús, es exactamente igual, ya que en Jesús está mucho más espiritualizado. Por eso Oseas, como si fuese una pequeña explicación, continúa: «conocimiento de Dios, más que holocausto». Por todo ello, los que explicaban la Biblia, como los escribas, tendían a verlo más en sentido legal.
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La frase quizá más importante en el Antiguo Testamento para enseñarnos que Dios es misericordioso se la dijo Dios a Moisés. Le dijo Dios que subiera al Sinaí con dos tablas de piedra donde, por 2ª vez iba a escribir los mandamientos. Moisés se postró. Pasó Dios proclamando: «Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad».
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Entre las vivencias sobre la misericordia de Dios en el Antiguo Testamento, podemos recordar el hecho de Jonás. Era un hombre bueno que recibió de Dios el encargo de predicar en Nínive la destrucción por los muchos pecados. Tuvo miedo y naufragó; pero Dios, por medio de aquel pez, le llevó a Nínive y comenzó su predicación, porque quería ser fiel a Dios. Pero, aunque no lo esperaba el profeta, aquella ciudad se convirtió.
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Todos los de la ciudad hicieron penitencia
Todos los de la ciudad hicieron penitencia. Y Dios misericordioso les perdonó. Pero Jonás, que creía que Dios debía cumplir su palabra de destruir la ciudad, se enfadó con Dios. Y le decía: «¿No lo decía yo?...Bien sé que eres un Dios bondadoso, compasivo, paciente y misericordioso, que te arrepientes del mal». Y le costaba a Dios enseñarle que es mucho mejor que Dios sea misericordioso que no castigador.
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Estas fórmulas nosotros las apreciamos más que los escribas, que en el tiempo de Jesús explicaban la Biblia, porque nosotros las leemos a través del conocimiento excelso que nos ha dejado Jesucristo sobre la misericordia de Dios. Bajo este conocimiento leemos y cantamos, por ejemplo, el salmo 102 que nos dice: «El Señor es compasivo y misericordioso».
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El Señor es compasivo Au-to-má-ti- co
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y misericordioso.
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El Señor es compasivo
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y mi-seri-cor-dio-so.
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Bendice, alma mía, al Señor
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y todo mi ser a su santo nombre.
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Bendice, alma mía, al Señor
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y no olvides sus beneficios.
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El Señor es compasivo
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y miseri-cordioso.
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El Señor es compa-sivo
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y misericor-dioso. Hacer CLIC
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Cuando Jesucristo nos enseñó cómo debe ser un discípulo suyo, nos indicó la misericordia: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Y cuando resumió las actitudes que debe tener quien le siga, entre las bienaventuranzas proclamó: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia».
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Jesús nos enseñó la misericordia de Dios en los hechos de su propia vida, ya que es «la misericordia de Dios encarnada». Como al tratar con la mujer adúltera, o la pecadora que lava sus pies con las lágrimas, con Zaqueo y tantos hechos milagrosos, como efluvio de su misericordia. Jesús con su vida nos enseña cómo es Dios, que es amor y misericordia.
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Y quizá como mejor nos enseña la misericordia de Dios, al estilo como lo hacían los orientales, era a través de diversas parábolas, sobre todo en el evangelio de san Lucas, llamado «el evangelio de la misericordia». Entre esas parábolas resplandece la del «hijo pródigo».
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Pero igualmente reflejan la bondad de Dios la parábola de la oveja perdida, la del siervo que debía diez mil talentos, la del buen samaritano, la alegoría del buen pastor.
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Todo ello, porque «Dios es rico en misericordia»
Todo ello, porque «Dios es rico en misericordia». Así les decía san Pablo a los de Éfeso (2,4). Siglos después, cuando el papa san Juan Pablo II quiso enseñarnos muchas cosas sobre la misericor-dia de Dios, escribió una encíclica que tituló: «Rico en misericordia». Esto fue el 30 de Noviembre de Y el papa Francisco organizó todo un año santo, entre 2015 y 2016, para reflexionar y practicar más la misericordia.
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Los apóstoles, seguidores de Jesús, dieron ejemplos de gran misericordia y nos enseñaron a serlo así. San Pablo se hizo eco de todo el grupo, cuando escribía a los colosenses diciendo: «Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia».
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«La misericordia, dice san Agustín, es una especie de compasión interna ante la miseria ajena que nos mueve e impulsa a socorrerle, si nos es posible». La palabra «misericordia» viene de miseria y corazón (cordia): Así que es un corazón compasivo ante la desgracia ajena. Esta desgracia puede ser corporal, como una enfermedad o puede ser interior. La desgracia puede haber sido producida externamente o uno mismo se lo ha producido. Pues hasta de ésta hay que tener misericordia.
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Este dolernos de las desgracias ajenas proviene del amor
Este dolernos de las desgracias ajenas proviene del amor. La misericordia viene a ser lo mismo que compasión, que es padecer con. Esto se hace cuando hay amor. A veces la misericordia puede ser sólo un mero sentimiento pasional, como una compasión natural, que no es virtud cristiana, ya que la virtud cristiana es cuando dicho sentimiento está regulado por la fe en Dios y la caridad.
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Así que debemos ser misericordiosos porque Dios primeramente es misericordioso. La misericordia es propia de Dios porque es Superior. Para que uno sea misericordioso o pueda remediar miserias, tiene que ser superior, al menos en algo y en ese momento. Por eso Dios muestra su grandeza siendo misericordioso con nosotros. Por lo tanto debemos dejar que la misericordia de Dios nos inunde.
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Alguno puede pensar que la misericordia va contra la justicia (un poco al estilo de Jonás), pensando que Dios debe castigar a quien lo merece. Jesucristo nos dijo que eso ya llegará en la otra vida. Mientras estamos aquí, siempre hay tiempo para la misericordia. El apóstol Santiago tiene una frase muy hermosa: «La misericordia triunfa sobre el juicio» (sant 2,13). En Dios aparece la liberalidad, por la que nos perdona a todos, si nos dejamos perdonar.
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La misericordia no va contra la justicia, sino que la perfecciona
La misericordia no va contra la justicia, sino que la perfecciona. Es como su coronamiento. Dios es perfecto: es Amor, pero un amor misericordioso. Así que la misericordia es como una expresión del amor de Dios. Podemos decir también: «Dios es misericordia». Y Dios es misericordia ahora, porque somos imperfectos. Cuando estemos en el cielo, ya no necesitará Dios actuar con misericordia, sino sólo con amor perfecto.
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La mayor misericordia de Dios con la humanidad ha sido la Encarnación del Hijo de Dios. Se hizo hombre para derramar sus caudales de misericordia por toda la tierra. Y nos podríamos preguntar: ¿Qué hubiera sido de cada uno de nosotros si Dios no fuera misericordioso? Pero lo es y le damos gracias por siempre.
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Qué hubiera sido de mi, si Tu no fueras misericordioso.
Automático
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Estaría en la oscuridad, en el olvido o en el abandono.
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Qué hubiera sido de mi, si Tu no fueras un Dios amoroso.
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No tendría ruta ni fin; mi pobre vida sería sólo polvo.
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Pero tu amor hacia mi hizo cruzarte en mi camino,
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para llenarme de Ti y conducir tú mi destino.
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Eres un rostro de amor, de compasión, eres misericordioso
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Quiero ser tuyo, Señor, toma mi barro. Tómame todo.
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Llévame en tu corazón. Quiero ser hijo de un Dios poderoso.
Hacer CLIC
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Pero veamos ya las dos primeras obras de misericordia corporales: Dar de comer al hambriento y dar de beber al sediento. Son dos, pero podrían ponerse como una. Una característica es que es una obra urgente e indispensable. Porque hay otras que pueden retrasarse como el enseñar al que no sabe o corregir. Si no está la persona, puede dejarse para la semana próxima; pero el hambre y la sed son urgentes.
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Por eso a una persona que tiene hambre o sed no pretendas enseñarle nada, porque toda su preocupación primordial está en satisfacer el hambre o la sed. Esto lo sabían los grandes misioneros que, antes de enseñar el catecismo, procuraban dar alimento y bebida. Luego el catequizado, sintiéndose a gusto, podía recibir enseñanza religiosa. El problema es que son miles y millones los que tienen necesidad de comida y bebida.
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Pensando primero en el hambre, en el mundo es un hecho vergonzoso
Pensando primero en el hambre, en el mundo es un hecho vergonzoso. Hoy que se hacen tantas cosas grandiosas en el sentido material, no se ha podido solucionar el problema mundial del hambre. Y casi lo mismo se puede decir de la sed. El mayor problema es que en realidad no se quiere resolver, ya que los ricos prefieren tener a los pobres con hambre para poderles tener más sujetos.
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Antiguamente, cuando se hablaba de «dar de comer al hambriento» se pensaba en personas particulares cerca de nosotros, como vimos que hacían en la edad Media las abadías de religiosos. Esto sigue y seguirá. Pero hoy el problema es global, es mundial, ya que por los medios de comunicación estamos más enterados y sabemos que muchos en el mundo mueren verdaderamente de hambre. Por lo tanto hay que buscar soluciones globales.
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A veces hay situaciones casi permanentes
A veces hay situaciones casi permanentes. Otras veces son situaciones derivadas de alguna catástrofe, como terremotos o riadas muy grandes. Cuando se da una situación de urgencia, también suelen darse movimientos de caridad o filantropía para reunir alimentos y otras cosas necesarias para la subsistencia. Pero siempre es necesaria una mejora en la organización.
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Realizar esta obra de misericordia de «dar de comer al hambriento» significa ayudar a estas organizaciones caritativas, como puede ser Cáritas en la Iglesia Católica. Porque hay personas que quizá se preguntan: ¿Cómo puedo yo dar de comer a algún pobre sin que lo tenga que llevar a casa, etc., pues estoy muy ocupado…? Amigo, da una buena cantidad a Cáritas, que hay gente que lo organiza bien, con rectitud de conciencia.
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Claro que para que una organización de caridad funcione bien, lo primero que se necesita es mucha caridad. Y las organizaciones que buscan alimentar a niños pobres, deben mirar la técnica para dar alimentos sanos para que los niños no sólo crezcan «como sea», sino sanos y fuertes para que puedan ser buenos ciudadanos. Así que aprenda-mos, si no lo sabíamos, que hoy dar de comer al hambriento, es sobre todo ayudando a una buena organiza-ción.
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En la solución del hambre mundial entra también lo que se dijo de la justicia social. De esto han hablado seriamente los papas en el último siglo y medio. Un obrero necesita ganar un salario familiar para que esa familia pueda vivir dignamente. Y como decía Pío XII, puedan reservar para los tiempos de estrechez. Todo esto es de la justicia, unida a la caridad. Esa mentalidad deben tener las empresas en sus ganancias.
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Y como estamos hablando de obras de misericordia, que pertenecen a la caridad sobrenatural, para que sean meritorias, no basta con dar de comer o de beber, sino que ha de hacerse con amor. Esto es, porque un alimento también se puede dar sin amor, quizá para quedar bien.
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Ya se decía en el Antiguo Testamento, en los Proverbios: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer, si tiene sed, dale de beber. Yahvé te lo pagará». Y el profeta Isaías decía: «A los que tengan sed llévenles agua…, den pan a los fugitivos». Así que se decía de dar alimento y agua a los fugitivos, en aquellos tiempos cuando era difícil a veces tener agua en una ciudad.
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Por eso era tan importante cuando un pueblo podía tener un buen pozo de agua, como se preocupó Jacob de realizar en varios pueblos. Había ocasiones en que había verdaderas batallas en torno a un pozo. El autor sagrado les viene a decir, de parte de Dios, que esa agua conseguida no es sólo para ellos, sino también debe ser compartida hasta con el enemigo.
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Esa frase «porque es mi discípulo» significa un motivo sobrenatural.
Y como era muy apreciada en algunos momentos y estaciones del año, Jesús nos dijo: «El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, sólo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa» (Mt 10,42). Esa frase «porque es mi discípulo» significa un motivo sobrenatural.
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Y al hablar del agua y de la sed, un pecado social mundial es que muchas veces se despilfarra, cuando allí mismo, en la misma ciudad, hay mucha gente que no dispone de lo suficiente. Esto lo mismo podríamos decir de los alimentos. No se trata de dar en caridad algo que nos ha sobrado, sino de organizar la vida para que entre más en el fondo y en la realidad la virtud de la caridad con respecto a quienes tienen menos.
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Un día el Señor nos juzgará
Un día el Señor nos juzgará. Seremos felices, si se dirige a nosotros diciéndonos: «Venid, benditos, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber». ¿Cuándo le pudimos dar de comer o le dimos de beber? Pues quizá cuando estaba sentado sobre la acera, cuando estaba enfermo hasta perder el color. Nos pidió un poco de amor y se lo dimos, porque ahí estaba Dios.
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Esta noche he visto a Dios sobre la acera sentado,
Automático
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hambriento y mal aseado,
amarillo y sin color,
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pidiendo un poco de amor, porque está el amor parado.
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pidiendo un poco de amor, porque está el amor parado.
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Él me llamaba y su voz era la del marginado
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su mano la del parado, en el pobre su dolor,
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porque está el amor parado.
pidiendo un poco de amor, porque está el amor parado.
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porque está el amor parado.
pidiendo un poco de amor, porque está el amor parado.
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Nunca le hubiera mirado.
miraba y me miró, Nunca le hubiera mirado.
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Qué bien hacer a su lado; mi puesto junto al Señor.
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pidiendo un poco de amor, porque está el amor parado.
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pidiendo un poco de amor, porque está el amor parado.
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Con María, la Madre, Consuelo de los que sufren.
AMÉN
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