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Presentación del tema: "**************************"— Transcripción de la presentación:

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Transforma, Señor… mi dureza en sensibilidad, mi orgullo en sencillez, mis engaños en sinceridad, mis dudas en certezas, mi egoísmo en generosidad, mis ambiciones en entregas, mi dejadez en responsabilidad, mis rencores en perdón, mis vanidades en humildad, mis fatigas en descanso, mis triunfos en gratuidad, mi prepotencia en servicio, mis divisiones en igualdad, mis protestas en compromiso, mis incoherencias en autenticidad, mis juicios en comprensión, mi individualismo en comunidad, mis exigencias en ayudas, mis posesiones en solidaridad. Transforma, Señor, mi corazón para que crezca en hondura y humanidad. Perdón, Señor… Por mis incoherencias y mi poco ejemplo de vida. Por fijarme en las apariencias y juzgar a primera vista. Por exigir mucho y ayudar poco a las personas que me necesitan. Por mis durezas de corazón, mi vanidad y mis cobardías. ************************** Ponemos ante ti, Señor, nuestros deseos… Libera a la Iglesia de toda tentación de buscar prestigio, notoriedad y honores. Libera a los pueblos de la violencia, guerras, injusticias y ambiciones. Libera a los gobernantes de la prepotencia, los abuso y el alejamiento de los pobres. Libera a los sacerdotes de todo afán de protagonismo y de sentirse superiores. Libera a las familias de todo tipo agresividad y divisiones. Libera a los medios de comunicación del engaño, la superficialidad y la parcialidad en las informaciones. Libéranos a todos de la envidia, el egoísmo y de tener un corazón inmisericorde Como un niño en brazos de su madre, así quiero vivir, Señor. Que no viva de espaldas a la verdad, que mi sí a tu voluntad, se manifieste en un compromiso sincero, que mi sí a tu palabra sea imagen de lo que pienso y de lo que hago... Que en mi vida sepa armonizar mis ideas con mis hechos, mis ilusiones con mis realidades, mis anhelos con mis luchas, mi amistad contigo y mi trabajo por alcanzar la fraternidad. Así quiero vivir, Señor, como un niño en tus brazos de madre. Sin separar mi estancia contigo del servicio a los demás, sin renunciar a la oración sincera y a un exigente trabajo, sin olvidar que, aunque tenga los ojos y el corazón puestos en ti, aún me falta por recorrer el camino del compromiso, de la vida que se ofrece sin medida. [I.L.] 31º Dom. T. O. Ciclo A Vivir lo que digo Dejarme hacer - Grupo Ixcis RESPONSABLES. Dios siempre necesita mediadores para llevar adelante su obra. Personas que sean punto de referencia para encarnar su mensaje. Todos estamos llamados a llevar adelante esa misión. Cada uno en nuestro puesto. En el lugar que nos toca vivir somos puente y cauce para que llegue la savia del evangelio a nuestro alrededor. Somos responsables de lo que decimos y hacemos. Para muchos nuestras vidas son el único evangelio que puedan ver y oír… y se nos pide un testimonio auténtico. El profeta critica la falta de disponibilidad y de obediencia, hacer tropezar a muchos en lugar de acompañar y dar respuestas, hacer una injusta acepción de personas y provocar dolor y sufrimiento. ¿Soy “causa de tropiezo” para otros? ¿soy consciente de la responsabilidad que tengo? SERVIDORES. El ejemplo de Pablo nos sirve de referencia, de luz para orientarnos, de camino hacia una meta. En su mensaje a los cristianos de Tesalónica destaca su amor entrañable, delicado, lleno de ternura; sus esfuerzos y fatigas para permanecer fiel en el anuncio del Evangelio y no ser “gravoso a nadie”; su entrega generosa sin escatimar detalles ni tiempo; su reconocimiento y respeto de cómo van creciendo. No importa sólo lo que hacemos, sino cómo lo hacemos: el estilo que mostramos, la forma cómo lo llevamos a cabo. En la actitud, mostramos quiénes somos y qué define nuestro comportamiento. ¿Con qué talante hago las cosas? ¿Qué “estilo” define mi forma de relacionarme con los demás? ¿Qué perciben de mí quienes están a mi lado? ¿La delicadeza, la dulzura, la acogida… son la clave con la que me sitúo ante la gente? COHERENTES. El evangelio nos invita a reflexionar sobre la fuerza del testimonio personal y a repasar algunos elementos de nuestra forma de actuar. ¿Imponemos cargas o ayudamos a llevarlas? ¿buscamos protagonismos o trabajamos desde la sencillez, el ocultamiento y el servicio? ¿agobiamos con leyes y normas o proponemos una relación basada en el amor y el agradecimiento? ¿decimos “palabras bonitas” sin compromisos que las avalen o comunicamos experiencias que salen del corazón? ¿vivimos de manera transparente o nos ocultamos tras el engaño y la hipocresía? ¿sacrificamos todo por triunfar o estamos dispuestos a “perder” cuando algo va en contra de nuestros principios? ¿somos agresivamente competitivos o solidariamente comprometidos? ¿Vivimos una “mundanidad espiritual” (Papa Francisco) o una espiritualidad enraizada en Cristo? ¿alabamos, admiramos y deseamos la vida de quienes ostentan cargos importantes y son famosos o vivir austeramente nos hace sinceramente felices? Jesús nos recuerda que ya no se trata de dominar, sino servir; ya no se trata de alcanzar fama y notoriedad, sino vivir la fraternidad; ya no se trata de acumular méritos, sino llenar el corazón de agradecida generosidad. Guarda mi alma, Señor, de la arrogancia, de la ambición mezquina y traicionera; que la unción, entendida a tu manera, me aleje del boato y la jactancia. Ayúdame en cualquiera circunstancia a henchir de tu presencia cada espera, a encender con tu luz cada ceguera y aliviar la escasez con tu abundancia. Que al decir con rigor el Padrenuestro, te aclame como el jefe y el maestro, situado al nivel de mis hermanos. Que en senda abrupta o en jornada larga ayude a todos a llevar su carga hasta dejar sus vidas en tus manos... [J.F.M.]

2 Lectura de la profecía de Malaquías
(1,14–2,2b.8-10): «Yo soy el Gran Rey, y mi nombre es respetado en las naciones –dice el Señor de los ejércitos–. Y ahora os toca a vosotros, sacerdotes. Si no obedecéis y no os proponéis dar gloria a mi nombre –dice el Señor de los ejércitos–, os enviaré mi maldición. Os apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley, habéis invalidado mi alianza con Leví Pues yo os haré despreciables y viles ante el pueblo, por no haber guardado mis caminos, y porque os fijáis en las personas al aplicar la ley. ¿No tenemos todos un solo padre? ¿No nos creó el mismo Señor? ¿Por qué, pues, el hombre despoja a su prójimo, profanando la alianza de nuestros padres?» Salmo 130,1.2.3 R/. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor Señor, mi corazón no es ambicioso,  ni mis ojos altaneros;  no pretendo grandezas  que superan mi capacidad. R/. Sino que acallo  y modero mis deseos,  como un niño  en brazos de su madre. R/. Espere Israel en el Señor  ahora y por siempre. R/.

3 Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses
Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor. Recordad si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. Ésa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes. Lectura del santo evangelio según san Mateo (23,1-12): En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»


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