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automático EN EL DESIERTO
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En aquél desierto, inmenso y sin riberas, árido, sublime y poderoso crecían algunos esmirriados arbustos que durante la noche destilaban el bíblico maná cuando el día se levantaba de nuevo.
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El tamarisco y la alcaparra producían unas excrecencias, como cristalinas perlas de rocío, tan dulces como la miel,…
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…que en otro tiempo y en ese mismo lugar dieron de comer a Moisés y a los suyos cuando se liberaron de la esclavitud de Egipto.
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Para entonces las golondrinas ya habían emigrado, la arena cegaba el cuenco de las rocas…
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…y los escarabajos y las langostas arrasaban la mísera vegetación.
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Y fue en aquél lugar, junto a una humilde mariposa, cuando una mañana a finales de aquél ardiente verano…
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…Jesús se irguió silencioso sobre un peñasco para oír el armonioso canto de sus alas.
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Pero su corazón no lo escuchó y enmudeció de pronto.
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Un mensajero detuvo su caballo junto a él y se atemorizó, porque aquél enviado se presentó sobre un brioso corcel cubierto de blanca espuma y furiosamente agitado.
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“¿No eres tú hijo de Dios y rey de los judíos. ”
“¿No eres tú hijo de Dios y rey de los judíos?” Jesús guardó silencio porque advirtió un aire provocador en sus palabras.
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Tras una pausa el jinete continuó: “He venido a ti para llevarte a la torre más alta del Templo de Jerusalén, y si te arrojas desde ella sin lastimar tu cuerpo contra las rocas demostrarás la verdad de tu realeza”.
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Al amanecer Jesús subió a lo alto del pináculo y remontando el vuelo como el águila soberana, gritó:
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“No tentarás al Señor, mi Dios
“No tentarás al Señor, mi Dios Desde aquí bajaré a los caminos del mundo y en ellos repartiré la dádiva de mi Amor”
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No hubo más Fue el primer día del mes de Elul del año 29 de la era de Jesús de Nazaret en el desierto de Judea, cuando la luna desplegó sus alas en un sublime vuelo revelador.
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En el desierto. En aquél desierto, inmenso y sin riberas, árido, sublime y poderoso crecían algunos esmirriados arbustos que durante la noche destilaban el bíblico maná cuando el día se levantaba de nuevo. El tamarisco y la alcaparra producían unas excrecencias como cristalinas perlas de rocío, tan dulces como la miel, que en otro tiempo y en ese mismo lugar dieron de comer a Moisés y a los suyos cuando se liberaron de la esclavitud de Egipto Para entonces las golondrinas ya habían emigrado, la arena cegaba los cuencos de las rocas y los escarabajos y las langostas arrasaban la mísera vegetación Y fue en aquél lugar, junto a una humilde mariposa, cuando una mañana a finales de aquél ardiente verano, Jesús se irguió silencioso sobre un peñasco para oír el canto de sus alas. Pero su corazón no lo escuchó y enmudeció de pronto Un mensajero detuvo su caballo junto a él y se atemorizó, porque
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aquél enviado se presentó sobre un brioso corcel cubierto de blanca espuma y furiosamente agitado “¿No eres tú, hijo de Dios y rey de los judíos?” Jesús guardó silencio porque advirtió un aire provocador en sus palabras Tras una pausa el jinete continuó: “He venido a ti para llevarte a la torre más alta del Templo de Jerusalén, y si te arrojas desde ella sin lastimar tu cuerpo contra las rocas demostrarás la verdad de tu realeza” Al amanecer Jesús subió a lo alto del pináculo y remontando el vuelo como el águila soberana, gritó: “No tentarás al Señor, mi Dios. Desde aquí bajaré a los caminos del mundo y en ellos repartiré la dádiva de mi Amor”. No hubo más Fue el primer día del mes de Elul del año 29 de la era de Jesús de Nazaret, en el desierto de Judea, cuando la luna desplegó sus alas en un sublime vuelo revelador.
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En el desierto. Texto y composición: pedro martínez borrego.
Imágenes: Internet. Tema musical: Los sonidos del silencio – Fausto Papetti.
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