EL OTRO NUNCA ES UN EXTRAÑO EL PACTO DE MISERICORDIA

Presentación del tema: "EL OTRO NUNCA ES UN EXTRAÑO EL PACTO DE MISERICORDIA"— Transcripción de la presentación:

1 EL OTRO NUNCA ES UN EXTRAÑO EL PACTO DE MISERICORDIA
NUESTRAS EXPERIENCIAS 7 PdV esVida PALABRA DE VIDA Ef 4, 32 EMPEZAR DE NUEVO A AMAR «Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo». Mi padre se disponía a ir a visitar a unos familiares que viven en una nación vecina. Me ofrecí a acompañarlo pensando en aprovechar el tiempo de viaje para estar y hablar con él; pero las cosas no salieron como yo pensaba, aunque trataba de amarlo, me parecía que no le agradaba mi compañía. En el viaje de vuelta además tuvimos un accidente muy grave y mi padre fue el responsable. Podríamos haber muerto, pero, milagrosamente, solo tuvimos unas pocas heridas. La noche la pasamos yendo y viniendo del hospital a la estación de policía hasta que finalmente llegamos a casa. Pero la parte más difícil, ¡aún no había llegado! Mi madre y mis hermanos habían ido a visitar a la abuela enferma y papá se pasó todo el día tratando de reparar el coche. Me encerré en la habitación más escondida de la casa: No tenía ganas de hacer nada, ni siquiera de comer. Escribí a mis amigos, pero nadie respondía... no podía compartir con ninguno lo que estaba experimentando y empecé a sentir muy sola. Entonces, finalmente me llamó un amigo que entre otras cosas me dijo: “Con este dolor puedes expresar del modo mejor tu amor a Dios. Estoy orgulloso de ti, porque has hecho todo lo posible para amar a tu padre”. Estas palabras me dieron fuerzas para seguir amando, para ser la "primera" en amar. Papá tenía más heridas que yo, así que empecé a curárselas, quitando una a una las astillas, aplicándole crema... y además me decía: mira ¡nos hemos salvado! Poco después vino a verme una amiga y allí me di cuenta de lo mucho que Dios me ama, incluso a través de los demás. Empecé a rezar todos los días para lograr perdonar por completo a mi padre, a ofrecer mi dolor por la abuela enferma, mi madre, mis hermanos y también por las otras personas involucradas en el incidente que todavía estaban en el hospital. Ahora ya se han recuperado y papá ha podido reconciliarse con ellos. Estoy seguro de que si Dios me quiere viva todavía, es porque tiene ¡un plan maravilloso para mí! Mola que te digan: “¡Te quiero!”. Cuando alguien nos quiere, no nos sentimos solos, caminamos seguros, podemos afrontar incluso dificultades y situaciones críticas. Si además el quererse se vuelve recíproco, la esperanza y la confianza se refuerzan, nos sentimos protegidos. QUERER EL BIEN DEL OTRO Jesús nos recuerda que quererse no es un mero sentimiento; es un “querer el bien del otro” muy concreto y exigente. Jesús se acercó a los enfermos y a los pobres, sintió compasión por la multitud, tuvo misericordia con los pecadores y perdonó a quienes lo habían crucificado. EL OTRO NUNCA ES UN EXTRAÑO Querer el bien del otro significa escucharlo, compartir sus alegrías y sus pruebas, preocuparse de él, acompañarlo en su camino. El otro no es nunca un extraño, sino un hermano, una hermana, a quien quiero servir. Todo lo contrario de lo que sucede cuando lo percibimos como un rival, un enemigo; o cuando nos sucede que acumulamos rencor, desconfianza, hostilidad o simplemente indiferencia o desinterés hacia quienes nos han perjudicado, o nos resultan antipáticos o que no pertenecen a nuestro círculo social. ¡Seguir siendo los primeros en amar! EL PACTO DE MISERICORDIA Querer el bien los unos de los otros significa tomar el camino de la misericordia, dispuestos a perdonarnos cada vez que nos equivocamos. Chiara Lubich con sus primeras compañeras para evitar que los defectos de las otras y los juicios enfriasen el amor entre ellas, cuenta que un día: «hemos hecho un pacto que llamamos “pacto de misericordia”. Decidimos ver cada mañana al prójimo con quien nos encontrábamos (…) totalmente nuevo, sin recordar en absoluto sus tachas ni sus defectos, sino cubriéndolo todo con el amor. Y acercarnos a todos con una amnistía completa del corazón, con un perdón universal. Era un compromiso fuerte, que adquirimos todas juntas y que nos ayudaba a ser siempre las primeras en amar, a imitación de Dios misericordioso, el cual perdona y olvida». Corta y dobla