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Tu cercanía, Señor, hace disminuir mis miedos, me da seguridad y confianza, fortaleza y aliento para afrontar todas las cosas que me van sucediendo. Tú cercanía, Señor, me ayuda a vivir mis desiertos como oportunidad para crecer y dar solidez a mis cimientos, abriéndome espacios hacia caminos inéditos donde poder descubrirte de un modo nuevo. pone luz a mis desconciertos y me ayuda a discernir lo más adecuado y correcto para que mi vocación se consolide y pueda llegar a buen puerto. me da serenidad y contento, me hace sentirme acompañado en todo momento, aliviando mis soledades, fecundando mis silencios, acercándome poco a poco a la inmensidad de tu misterio, con alegría y con gozo, con profundo agradecimiento. Perdón, Señor… por mi falta de transparencia, por querer ocultar mis debilidades, fragilidades y deficiencias. por mis miedos, cobardías y perezas, que dificultan que mi fe y mi vida crezcan. por despreocuparme de la misión que me das para con los de lejos y los de cerca. por mis tibiezas, que no me dejan comprometerme con energía y fuerza. ********************* Concede, Señor, tu fortaleza… a quienes viven perseguidos por sus creencias. Que permanezcan fieles y mantengan firme su coherencia. a los que están agobiados, inseguros, bloqueados, desorientados, sin puntos de referencia… Que descubran el sentido profundo de sus vidas y no desfallezcan. a los que son víctimas de la desigualdad y la pobreza. Que encuentren en nosotros ayuda y cooperación efectiva y concreta. a las familias que viven situaciones de tensión y violencia. Haz que busquen caminos para resolver sus diferencias. a los jóvenes que ven el futuro sin esperanza y con pocas certezas. Que no se dejen vencer por el pesimismo y la indiferencia. a quienes formamos la Iglesia. Que seamos lugar de acogida para todo el que se nos acerca. No tengas miedo a los que amenazan, a los que hieren, a los que dañan la dignidad y matan el cuerpo pero no pueden quitarte la vida. a los que ocultan la verdad o, creyéndose dueños de ella, la manipulan, dosifican y venden; a los que con el arma de la mentira quieren dominar pueblos y personas. Rebélate, manifiesta en todos los sitios, en todo momento, a tiempo y a destiempo, tu fe en la vida y en la hermandad adquirida al abrigo del Padre, al lado de Jesús, a la sombra del Espíritu, en el seno de la comunidad. Haz de esa fe un gozo personal diario, un estandarte de libertad, una fuente de vida, un banquete compartido, una canción de esperanza, tu reivindicación más sentida. a los que, por eso, pueden castigarte, retirarte el apoyo, privarte del trabajo, ignorar tu presencia, olvidar tu historia, golpear tu debilidad, hacerte mal. No tengas miedo. Fíate de Jesús, responde a su llamada fíate del Padre, descansa en su regazo, fíate del Espíritu, lucha y sé libre. Estás invirtiendo la vida en el proyecto más grande y venturoso puesto en nuestras manos. ¡No tengas miedo! ¡Fíate de Jesús! [F.U.] 12º Dom. T. O. Ciclo A ¡No tengas miedo! Que me escuche tu bondad. Salomé Arricibita TRANSPERENTES. Es el primer mensaje del evangelio de hoy: todo se descubre, todo se esclarece, todo sale a la luz. La tendencia a ocultar, llevar “dobles vidas”, mantener reservas, acomodarse en la mentira… lleva a situaciones cada vez más engañosas y destructivas, genera suspicacias y tensiones, crea mal ambiente en las relaciones. La invitación a ser transparentes nos lleva a mostrar actitudes, valores, convicciones… sin engaños ni dobleces, con la verdad por delante, manifestando lo que uno es, piensa y vive, siendo coherente con las propias actuaciones y asumiendo la responsabilidad que ello conlleve. No tener miedo a mostrarnos frágiles o débiles, necesitados de ayuda y de personas que nos acompañen y enseñen. ¿Qué grado de transparencia hay en mi vida? ¿Qué oculto y por qué? ¿Me muestro como soy, con naturalidad, con humildad? ¿A quién abro la intimidad de mi vida para sentirme acompañado? Hago un rato de oración para pedirle a Dios que me ayude a vivir sencillamente transparente. CONFIADOS. Hay muchos miedos, temores, turbaciones… que anidan en nuestro corazón: al futuro, a no ser queridos y aceptados, al dolor, a ser incomprendidos, maltratados, ninguneados y rechazados, a no responder a las expectativas, a no ser escuchados, a que se burlen de lo que para mí es importante… El miedo paraliza y encierra, retrae y bloquea, hace inseguros y desorienta… Jesús nos invita a ser confiados. La presencia consoladora, permanente y victoriosa de Dios acompaña nuestro caminar. Valemos mucho para Él: nos lleva “marcados” en sus manos y “guardados” en su corazón. La fe es la confianza de no sentirnos solos, de que Alguien vela para que nuestra vida no quede frustrada. La fe no nace del miedo, sino del Amor que nos sostiene, nos fundamenta y hace que el temor se aleje: “El miedo llamó a la puerta. La fe fue a abrir y no había nadie” (L. King) La fe da valencia y fortaleza para la misión; da audacia para arriesgarse y no quedar infecundos y vacíos. Quien confía y se arriesga dará mucho fruto. Hago algún momento de oración y pongo nombre a los miedos que asaltan mi vida. Los pongo confiadamente en Dios y dejo que Él los vaya transformando en fortaleza para mis compromisos. Medito pausadamente los contrastes de las tres lecturas de hoy: frente a la debilidad humana está la fuerza de Dios; frente al poder del pecado está la abundancia de la gracias; frente a la vocación arriesgada está la seguridad de la presencia del Espíritu. CUIDADOSOS. Dios cuida providentemente de todo, desde lo más insignificante (un cabello) y sencillo (un pequeño pájaro). A Dios no se le escapa ni el más mínimo detalle. Así muestra cómo somos para Él de importantes. En los pequeños gestos, en los mínimos detalles, en el cuidado de las cosas y las personas que tengo a mi alcance… ahí es donde muestro lo que es importante. Puedo hacer algún compromiso para ser más detallista y cuidadoso con el ambiente y las personas con las que convivo a diario.
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Lectura del libro de Jeremías (20,10-13):
Dijo Jeremías: «Oía el cuchicheo de la gente: "Pavor en torno; delatadlo, vamos a delatarlo." Mis amigos acechaban mi traspié. " A ver si se deja seducir, y lo abatiremos, lo cogeremos y nos vengaremos de él." Pero el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán de su fracaso con sonrojo eterno que no se olvidará. Señor de los ejércitos, que examinas al justo y sondeas lo íntimo del corazón, que yo vea la venganza que tomas de ellos, porque a ti encomendé mi causa. Cantad al Señor, alabad al Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos.» Salmo 68, R/. Que me escuche tu gran bondad, Señor Por ti he aguantado afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro. Soy un extraño para mis hermanos, un extranjero para los hijos de mi madre; porque me devora el celo de tu templo, y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/. Pero mi oración se dirige a ti, Dios mío, el día de tu favor; que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude. Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia; por tu gran compasión, vuélvete hacia mí. R/. Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos. Alábenlo el cielo y la tierra, las aguas y cuanto bulle en ellas. R/.
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Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (5,12-15):
Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Porque, aunque antes de la Ley había pecado en el mundo, el pecado no se imputaba porque no había Ley. A pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que había de venir, Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por la transgresión de uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud. Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,26-33): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.»
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