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Publicada porVicente Mora López Modificado hace 7 años
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LA FIDELIDAD DE LO PEQUEÑO Coment. Evangelio Domingo XXV. T. O
Ciclo C. 18 Setiembre Jesús Sanz Montes. Arzobispo Oviedo Música: My Way. Órgano y violín Montaje: Eloísa Díaz-Jara Avance manual
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TEXTO BÍBLICO Lc En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido." El administrador se puso a echar sus cálculos: "¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa." Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?"
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Éste respondió: "Cien barriles de aceite
Éste respondió: "Cien barriles de aceite." Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta." Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" Él contestó: "Cien fanegas de trigo." Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta." Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado.
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Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.
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Aparentemente Jesús ensalza la habilidad de un administrador infiel.
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Pero hay que ser cautos y afinar en aquello que viene ensalzado: no es la infidelidad, la corrupción, sino la habilidad, la astucia de aquel administrador avispado.
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El que es fiel en lo poco, lo será también en lo mucho.
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Que viene a decir: todo aquello que te gustaría cambiar de un mundo demasiado cruel, empieza por cambiarlo en tu propia casa, en tu corazón.
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Y en verdad, ¿quién no se ha quejado alguna vez de cómo va nuestro mundo a tantos niveles?
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La política, la economía, la paz, la justicia, la familia, los ancianos, los jóvenes, y un largo etcétera en donde ponemos contra las cuerdas a nuestra sociedad bastante inmoralizada y desmoralizada.
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En todo lo cual no falta razón: se ha perdido el rumbo de muchas cosas, se han abandonado impunemente muchos principios básicos,
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se han destruido tantos valores que no eran negociables, se ha deshumanizado tanto nuestra humanidad.
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Pero caben dos salidas: caer tanto en pesimismos deprimentes (todo es malo, “y cualquier tiempo pasado fue mejor” que decía el poeta en su elegía)
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como en optimismos irresponsables (lo importante es cambiar, arrasar, que no quede nada de lo anterior),
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o más bien, tener una mirada serena sobre el mundo, sobre la vida, sobre el dolor, sobre el amor, sobre tantas cosas que no van, y empezar a arreglarlas en uno mismo.
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El mundo nuevo, la tierra nueva, empieza por mi casa, por mi propio corazón.
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Empecemos por lo poco, por lo pequeño, por lo cotidiano, por lo nuestro.
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No es el gobierno de turno, ni los organismos mundiales de vanguardia, ni el vaticano, ni los banqueros, ni los periodistas, ni los sindicatos... quienes tienen que dar el pistoletazo de salida.
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El mundo nuevo empieza más cerca de mí, en mis actitudes, en mis opciones, en mi modo de escuchar, de atender, de proponer, de vivir.
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La llamada de Jesús es clara: no podemos tener dos patrones, dos amos.
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O nos adherimos al diseño de Dios, a su proyecto de humanidad, de civilización del Amor,
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o nos apuntamos a la barbarie en la que termina siempre toda pretensión que censura algún aspecto del corazón del hombre.
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Sin Dios, sin este “amo” tan especial que nos hace libres, es muy difícil hacer un mundo que sepa a justicia, a limpieza, a paz, a respeto, a libertad, a felicidad.
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Metamos al Señor en nuestras cosas y en nuestras casas, sin fanatismos pero sin complejos.
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Porque sólo quien ama de verdad a Dios llega a no despreciar al hombre hermano.
FIN
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