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Domingo 16º del tiempo ordinario
Ciclo A 23 de Julio de 2017
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El domingo pasado comenzábamos a examinar el capítulo 13 en el que san Mateo nos expone algunas parábolas pronunciadas por Jesús. A través de cosas sencillas, como el trigo y la cizaña, el grano de mostaza y la levadura nos sigue hablando en este día de cosas importantes para nuestra salvación.
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El hombre que teme a Dios es firme como el camino,
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y sabe que su destino es confiar.
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El hombre que teme a Dios es como la levadura
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que contagia con su fuerza a los demás.
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De cosas sencillas Jesús les hablaba:
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de trigo y cizaña, de oveja y pastor.
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Jesús hoy repite las mismas palabras.
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De cosas sencillas nos habla el Señor.
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Hoy el evangelio nos presenta principalmente la parábola del trigo y la cizaña. Después dice otras dos pequeñas parábolas, de las que diremos algo al final. A nosotros nos parece medio fácil entender lo del trigo y la cizaña, quizá porque lo hemos oído muchas veces. Pero no fue así para los apóstoles, quienes pidieron a Jesús una aclaración. Lo cual hizo Jesús. Veamos la proposición de la parábola (Mt 13, 14…)
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El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores:
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«Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero».
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Alguna vez se nos hace raro, en nuestra mentalidad, que un enemigo se ponga en ese trabajo de sembrar cizaña para hacer el mal; pero el ambiente de venganza de aquella sociedad admite esas ocurrencias, como signo de maldad. Veamos la explicación de Jesús, al final del evangelio:
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Luego Jesús dejó a la gente y se fue a casa
Luego Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: "Acláranos la parábola de la cizaña en el campo." Él les contestó: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.
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Dios ha hecho todo bueno. La naturaleza es buena
Dios ha hecho todo bueno. La naturaleza es buena. A los seres humanos les ha dado algo extraordinariamente bueno, que es la libertad para poder alcanzar méritos eternos. Pero el demonio ha sembrado todo lo malo que hay y nos dificulta colaborar con Dios para quitar lo malo y poner lo bueno.
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Lo importante es el final: lo malo será quemado.
Jesús da un sentido hondo y universal a la libertad. Nosotros somos la semilla, que puede ser buena o mala. La gran diferencia, debido a nuestra libertad, es que nosotros sí podemos cambiar de malos a buenos o viceversa. Lo importante es el final: lo malo será quemado.
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Lo cierto es que hay hierba mala y buena bajo el mismo cielo.
La parábola es un canto a la misericordia de Dios. Y sobre todo a su paciencia. ¿Por qué deja Dios tantos males que hay en el mundo? De hecho es para nuestro bien. Si todo fuese definitivo, no seríamos libres y no podríamos conseguir el cielo. Lo cierto es que hay hierba mala y buena bajo el mismo cielo.
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Hierba mala y hierba buena nacen bajo el mismo cielo,
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vil cizaña y noble trigo crecen sobre el mismo suelo.
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La historia del hombre malo, la historia del hombre bueno.
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Trigo y cizaña sembraron en los hombres de mi tiempo.
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Alguno puede decir: Pues que venga fuego del cielo sobre los malos y queden sólo los buenos.
Decir eso es muy peligroso porque el fuego puede caer sobre quien lo está diciendo. Algo así dijeron a Jesús los apóstoles Juan y Santiago sobre aquella ciudad que no quiso recibir a Jesús. Pero Jesús les reprendió: “No sabéis de qué espíritu sois”.
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Ciertamente eso llegará, como vemos en la parábola
Ciertamente eso llegará, como vemos en la parábola. Llegará el día del juicio final. Pero mientras tanto debemos tener paciencia. Lo primero para la paciencia es saber comprender, porque muchas veces es muy difícil saber distinguir los buenos de los malos. Y luego esperar, porque un malo se puede convertir en bueno.
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No es fácil huir de la cizaña, porque la solemos tener en el corazón.
Respecto a esto se dan en la Iglesia muchas tentaciones. Algunos, quizá con buena voluntad, han intentado una total separación de lo bueno y lo malo. Es lo que se llama el puritanismo. No es fácil huir del mundo, porque el mundo lo llevamos con nosotros. No es fácil huir de la cizaña, porque la solemos tener en el corazón.
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Ha habido momentos en la historia de la Iglesia en que muchos santos buscaban apartarse del mundo para estar mejor con Dios. No era fácil, porque el mundo iba donde ellos, sobre todo si era ya un grupo. El trigo y la cizaña no es sólo división entre personas, sino rasgos diferentes en nuestro interior.
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Por todo ello no es fácil distinguir el trigo y la cizaña, sobre todo al principio. Eso es porque nacen de la misma raíz y están en la misma persona. El cambio es muy delicado y debe ser con la ayuda de la gracia de Dios.
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Hay personas, a las que creemos malas, porque no tienen religión o tienen una muy rara. Sin embargo quizá tienen buenas virtudes y pueden hacer mucho bien. Ya decía el Conc. Vat II que en todas las religiones se dan “semillas de la fe”. Por lo tanto, hermano, ten paciencia, como el labrador que espera la cosecha.
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Ten paciencia, hermano. Automático
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Como el labrador espera llegue el grano, debes mantener abiertas tu las manos.
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Ven, Señor.
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Procura que el tiempo no te haga olvidar que a cada día bástale su afán.
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Ven, Señor
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Ven, Señor.
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Ten paciencia, hermano.
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Ten paciencia, hermano. Hacer CLICK
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Pero ¡Atención!: La paciencia no es una virtud pasiva, como quien dice: “Qué lo vamos a hacer; estémonos quietos”. No. La paciencia significa comprensión y sobre todo trabajo para que el mal se vaya convirtiendo en bien. Porque el mal se puede convertir en bien, es por lo que debemos tener paciencia.
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Cuántas veces pasa que si hubiésemos arrancado esa hierba mala, hubiéramos arrancado también un germen del bien. Allá por el siglo V, san Pedro Crisólogo tiene un bonito sermón explicando que “la cizaña de hoy se puede cambiar en trigo”. Y pone el ejemplo de muchos santos convertidos, como san Pablo.
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Por eso es necesario meditar en la paciencia de Dios, que está unida a su misericordia y al perdón. Con ello muestra precisamente su poder y grandeza. Eso para nosotros es una fuente de esperanza. Así nos lo dice el libro de la sabiduría y lo leemos hoy en la 1ª lectura: Sabiduría 12,
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Fuera de ti, no hay otro dios al cuidado de todo, ante quien tengas que justificar tu sentencia. Tu poder es el principio de la justicia, y tu soberanía universal te hace perdonar a todos. Tú demuestras tu fuerza a los que dudan de tu poder total, y reprimes la audacia de los que no lo conocen. Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres. Obrando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.
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Sentir la misericordia de Dios es una invitación al arrepentimiento para que, por lo menos, la cizaña que hay en nuestro corazón se transforme en trigo bueno. Con ello damos un paso para ir cambiando la cizaña que hay en el mundo en el trigo que quiere Jesús.
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No es fácil ni es posible con solas nuestras fuerzas
No es fácil ni es posible con solas nuestras fuerzas. Por eso debemos pedir la intercesión del Espíritu Santo. Sin duda que vendrá, si le abrimos el corazón a Dios, que es Amor. Así nos lo dice san Pablo hoy en la 2ª lectura: Romanos 8,26-27
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Hermanos: El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
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Entre la proposición y la explicación de la parábola del trigo y la cizaña, Jesús propone dos pequeñas parábolas. Una es sobre el grano de mostaza: Les propuso esta otra parábola: "El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas."
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Así es la Iglesia. Quizá no se refiere tanto al número, que aun hoy es relativamente pequeño comparándolo con todos los habitantes de la tierra, sino a su vitalidad. La Iglesia ha ido influyendo en el bien universal a través de la grandeza de corazones en monjes y en tantas personas entregadas a hacer el bien a gentes de toda raza y religión.
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Viene a demostrar que, sin tener pretensiones de grandeza, como la pequeña semilla de la mostaza, acoge entre sus ramas a todos aquellos que buscan la fraternidad y la paz.
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La otra pequeña parábola es la de la levadura
La otra pequeña parábola es la de la levadura. Dice el evangelio: “Les dijo otra parábola: El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente”. La levadura aparente-mente es poca cosa, pero lo que hace en la masa es muy importante.
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La levadura es como la virtualidad de la fuerza de Dios dentro de la humanidad. Nosotros, que somos Iglesia, debemos parecernos más a la verdadera levadura, que es fuerza oculta y silenciosa de Dios, pero siempre activa, fermentando el mundo para que todos sepan cuál es el verdadero sentido de la vida. Pero todo con paciencia.
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Terminamos con el tema del trigo y la cizaña: imitar la paciencia de Dios. Es la paciencia de la buena, la que se tiene trabajando. En primer lugar debemos tener paciencia con nosotros mismos. Porque dentro de nosotros hay mucha cizaña que quitar.
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Y paciencia con los demás; porque a veces queremos quitar demasiado precipitadamente lo que en realidad no está tan mal. Por eso debemos pedir esa luz especial al Espíritu Santo.
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Y debemos recordar que al final Dios enviará a sus ángeles que harán la verdadera separación.
Entonces se realizará el definitivo juicio y ya no habrá más lugar para la paciencia, sino que, como esperamos, llegará el tiempo del descanso amoroso y de la paz. Esperamos que sea así, porque al fin del mundo vendrá el Señor.
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Al fin del mundo vendrá el Señor
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Todos saldremos a su encuentro.
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El Señor vendrá
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Ese día nos juntaremos todos
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para el regreso del gran Rey.
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Los cautivos serán liberados
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Y la alegría brillará en su frente.
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Que la Madre nos lleve ante su Hijo.
AMÉN
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