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Publicada porRosa María Rico Moya Modificado hace 7 años
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El mismo día de la resurrección del Señor, dos de los discípulos que estaban reunidos con los apóstoles, tuvieron que salir de camino de Jerusalén (Jua_24:13-35). Era ésta una aldea llamada Emaús, que dista “sesenta estadios” de Jerusalén.
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Según la tradición recogida por los franciscanos, los dos discípulos de Emaús serían Cleofás y Simeón. Un folleto del hermano Sabino de Sandoli. ofm, publicado en 1968 nos dice que, según Eusebio de Cesarea ( ) citando a Hegesippo de Jerusalén ( ), Cleofás sería hermano de san José, esposo de la Virgen María. Así mismo Cleofás era esposo de María, la madre de Santiago y José.
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Cleofás moriría lapidado en su propia casa por confesar que Jesús
En cuanto al segundo discípulo, el hermano Sabino dice que, según Orígenes, se trataría del propio hijo de Cleofás: Simeón “hermano del Señor”, es decir, su primo. Cleofás moriría lapidado en su propia casa por confesar que Jesús era el Mesías anunciado por los profetas.
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El hermano Sabino indica que los discípulos de Emaús tomaron la segunda ruta que pasa al sur
de la colina de Nebi Samuel y que, aunque no era muy cómoda, suponía un acorte a pié de 12 km.
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como un viajero más, pero ellos no le reconocieron.
En su caminar, preocupados por los acontecimientos, Cristo se les une en el camino, como un viajero más, pero ellos no le reconocieron. El texto dice: “pero sus ojos estaban retenidos para no reconocerle.” Algunos autores piensan que se trata de una acción sobrenatural que les impedía reconocer a Cristo.
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se les mostró en una forma no ya la ordinaria.
Era sencillamente que la apariencia de Cristo resucitado, cuerpo glorioso, se les mostró en una forma no ya la ordinaria. Como fue en el caso de Magdalena, que piensa sea un hortelano; o cuando Cristo resucitado se les aparece junto al Tiberíades, y de momento no le reconocieron los discípulos.
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La conversación se inicia con la preocupación que les embaraza,
por lo que pasó en Jerusalén. El impacto tuvo que ser muy grande en la ciudad, pues Cristo era muy conocido, los peregrinos de todo Israel estaban allí con motivo de la fiesta pascual y la crucifixión era siempre un acto espectacular.
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Estos peregrinos hablan de Jesús Nazareno, nombre con que era conocido pero como de un “profeta.” Sin embargo, con este nombre piensan en el Mesías, pues “esperaban que rescataría a Israel.” Estaban en la promesa mosaico-mesiánica. Y le reconocen “poderoso en obras y palabras,” estilo con el que los peregrinos proclaman la obra salvadora doctrinal de Cristo y su vida de milagros.
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El desánimo en ellos está patente. Su “esperanza” no se ve.
Esperaban que “rescataría a Israel,” y van tres días de su muerte. Y aunque aluden a la visita de las mujeres al sepulcro, y que no hallaron el cuerpo de Cristo, y que habían tenido una “visión” de ángeles, que les dijeron que vivía, y que algunos discípulos fueron al sepulcro y no hallaron el cuerpo del Señor, el desánimo y la desilusión se acusa en ellos.
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que por el sufrimiento entraría en “su gloria.”
La cifra de tres días, tan anunciada por Cristo para su resurrección, estaba muy fija en ellos. El alma permanecía tres días sobre el cadáver y lo abandonaba al cuarto (Talmud). Este es el momento en que Cristo les explica lo que en las Escrituras se decía de El: que por el sufrimiento entraría en “su gloria.”
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Y así el Mesías entraría en “su gloria.”
Hacía falta deshacer el concepto judío de un Mesías triunfante política y nacionalmente; había de sufrir. Por eso apeló al gran argumento en Israel: las Escrituras. Y comenzó por Moisés (Pentateuco) y los Profetas. No faltó la profecía mesiánica del “Siervo de Yahvé.” Así “era preciso” que el plan del Padre, revelador de las Escrituras, se cumpliese. Y así el Mesías entraría en “su gloria.”
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se realiza mediante las pruebas y las humillaciones.
No solamente nombró los textos que anunciaban su pasión y su resurrección como: Is 50; Is 52,13; Za 12, 11; Sal 22; Sal 69; etc.; sino todos aquellos que mostraban que el designio de Dios se realiza mediante las pruebas y las humillaciones.
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Jesús acepta la invitación a quedarse porque el camino que se inició
con la Escritura termina en la acción sacramental del partir el pan.
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Cristo a la mesa con estos peregrinos, como invitado, “tomó el pan,
lo bendijo, lo partió y se lo dio” las dos últimas fórmulas son del rito judío. Pero la “bendición” del pan en Emaús pudiese, revertir sobre la fórmula histórica primitiva de bendición de la comida, evocando a esta hora, en cierto sentido, la Eucaristía. Después de reconocido, Cristo desaparece.
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con este nombre la Iglesia primitiva, se había aparecido a Pedro.
Estos discípulos, conociendo a Cristo en el rito del pan, por ser característica suya la bendición, o el tono de voz, volvieron presurosos a Jerusalén. Allí encontraron a los Once y a “sus compañeros”. Fácilmente se imagina la viveza con que contaron su encuentro con Cristo. Ellos supieron que el “Señor,” el Kyrios, confesándose así la divinidad de Cristo, como lo hacía con este nombre la Iglesia primitiva, se había aparecido a Pedro.
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Lo que al principio era sólo miedo,
ahora se convierte en fortaleza como signo de lo que es la fe. Lo que empezó como éxodo terminó como pascua, y lo que empezó en angustia terminó en gozo.
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Hoy como ayer Cristo se detiene primero en la enseñanza de las Escrituras, y luego,
por la consagración eucarística, está entre nosotros por su real presencia eucarística y resucitado.
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La fe es contar lo que Dios ha hecho con nosotros porque es mucha la tibieza en el mundo, mucha la oscuridad, y la misión apostólica del cristiano es iluminar con la paz y el amor Jesús.
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