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****************************** Fiesta de Pentecostés. A

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Presentación del tema: "****************************** Fiesta de Pentecostés. A"— Transcripción de la presentación:

1 ****************************** Fiesta de Pentecostés. A
Ven, Espíritu Santo, ilumina mi vida, clarifica mi entendimiento, enséñame la prudencia con el don del buen consejo. Que tu fortaleza ahuyente mis temores y mis miedos. Que tu profunda ciencia me desvele los misterios. Que tu amor y tu ternura me enseñen lo que es bueno. oriéntame cuando me pierdo, lléname de tus dones, fecunda mis desiertos, alienta mis desánimos, bautízame en tu fuego, ayúdame en mis decisiones, da fruto a mis esfuerzos, siembra en mi pobreza los valores de tu Reino. enséñame la humildad y el respeto, pon audacia en mi vida, libérame de mis comodidades y apegos, hazte presente en mi historia, transfórmame desde dentro para ser un buen testigo allí donde me encuentro. Perdón, Señor… porque me cuesta descubrir la presencia del Espíritu en lo profundo de mi corazón. porque desconfío que el Espíritu pueda avivar en mí el fuego de su amor. porque no sé romper la frialdad, la indiferencia y la tibieza arraigadas en mi interior. por no desarrollar las semillas y talentos que Dios me concedió. ****************************** Envíanos, Señor, tu Espíritu… para que la Iglesia crezca en comprensión y acogida. para que en el mundo reine la justicia. para que a los pobres les anunciemos buenas noticias. para animar a los jóvenes a una vida profundamente vivida. para que el amor reine en todas las familias. para que los enfermos reciban los cuidados que necesitan. para que en todos los niños no se borre nunca la sonrisa. para que la paz la construyamos entre todos día a día. para que desarrollemos las gracias recibidas para que vivamos la fe con entusiasmo y alegría. Ven, Espíritu Santo, apaga en nosotros los fuegos del odio y la violencia; quema con tu fuego nuestros egoísmos e impurezas, con tu fuego que purifica y transfigura; haznos pasar de la cobardía a la decisión, del encierro y del temor a la firmeza de reconocer vivo al Señor; limpia nuestras ansias de grandezas y concédenos la sencillez del niño que se recuesta confiado en los brazos de su madre. Ven, Espíritu Santo, Dios de comunión, derriba las barreras que dividen a los pueblos y a los hombres, nuestras torres orgullosas, con la fuerza de tu aliento poderoso y sanador. Multiplica los lazos solidarios, cose las rupturas con el hilo del perdón, haznos hermanos que se aman, precisamente, por ser diferentes. Ven, Espíritu Santo, Dios de luz, pon entendimiento en las viejas discusiones y rencillas; enséñanos la lengua común humanitaria, la lengua de la tolerancia y del respeto, la lengua del amor y del perdón; que todos podamos valorarnos y comprendernos dialogando, siendo fieles a nuestra palabra, haciendo un pacto definitivo y sincero con la verdad. Ven, Espíritu Santo, Dios Padre y Madre ensancha nuestro pequeño corazón; sácanos de nuestra parcela insolidaria para salir al encuentro de los otros, valorar a los pequeños, sentarnos en la mesa de los humildes porque tú eres Padre de todos y, por lo mismo, todos somos hermanos. Ven, Espíritu Santo, Dios de la ternura, don del Padre, corazón del Hijo, fuerza de Dios, que envuelves toda nuestra vida. [I.L.] Fiesta de Pentecostés. A Fuerza que nos anima Ven Espíritu Santo, Enciende nuestro Corazón El Espíritu está presente en nuestra vida para ayudarnos a… RECORDAR. Necesitamos volver a pasar por el corazón (“re-cordar”) lo más importante del mensaje de Jesús: sus actitudes, sus valores, sus sentimientos, su manera de hablar y de escuchar, su forma de acercarse a las personas, su acogida y generosidad, sus opciones y sus preferencias, su cercanía a Dios y a los demás… Eso sólo es posible si el Espíritu nos enseña a profundizar el Evangelio, a sintonizar con su propuesta, a descubrir la necesidad dejarnos modelar, a ir cambiando poco a poco hábitos que nos alejan de lo que Él nos quiso enseñar. Puedo hacer un rato de oración y pedir al Espíritu que me ayude tener presente lo más importante del mensaje de Jesús. ¿Qué es aquello que tengo que hacer más presente? ¿Qué debo cultivar con más empeño? ¿Qué actitudes, hábitos, comportamientos… me están alejando del estilo de vida de Jesús? ILUMINAR. Ante tantas propuestas, caminos, opciones, alternativas… con las que me encuentro cada día, ¿cómo discernir lo que es más adecuado? ¿Desde dónde tomo las opciones importante en mi vida? ¿Hacía donde dirigir mis pasos? El Espíritu me da luz para orientarme, claridad para discernir, criterios para tomar decisiones… Puedo hacer un rato de oración y pedir al Espíritu que enseñe a saborear la vida en toda su profundidad, a no malgastarla de cualquier manera, a no pasar superficialmente junto a lo esencial, a hacer pausa en mi alto ritmo de vida y encontrar la armonía y la calma para tomar las decisiones con seriedad y libertad. FORTALECER. Muchos miedos y temores nos rodean, y hacen que cerremos puertas, busquemos seguridades paralizantes, estemos a la defensiva, no nos fiemos de nadie… Necesitamos el Espíritu para que nos dé valor y confianza, para que cure nuestros pesimismos y ahuyentes nuestras tristezas, para que nos transmita su paz y abra todas nuestras puertas cerradas para buscar nuevos caminos, sabiendo que Dios siempre nos acompaña. Puedo hacer un rato de oración y pedir al Espíritu que me libere de mis miedos y me ayude a fortalecer todos los dones que Dios ha sembrado en mí para ponerlos a fructificar. ACTUALIZAR. El mensaje del Evangelio no es algo del pasado. Necesito encarnarlo hoy en mi mundo, en mi entorno, en mi realidad… El Espíritu quiere invadirme con una alegría profunda, dándome transparencia interior, audacia y libertad para utilizar lenguajes nuevos que sintonicen con las preocupaciones y problemas reales de las personas. Que se abran caminos de entendimiento, de lucha por la justicia, de compartir tiempo, bienes y capacidades, de comunicar misericordia y compasión, de erradicación de cualquier tipo de pobreza… Pido al Espíritu que me libere del vacío interior, que me ayude a desarrollar la capacidad de dar y de recibir, de amar y ser amado, de estar atento para ver dónde soy más necesario, de descubrir en lo pequeño y lo sencillo el comienzo de algo grande, de renacer cada día, comenzando cada jornada con entusiasmo a pesar del desgaste diario.

2 Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2,1-11): Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban: «¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.»

3 Lectura de la primera carta
del apóstol san Pablo a los Corintios (12,3b ): Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. Salmo 103,1ab.24ac.29bc R/. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas. R/. Les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra. R/. Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras. Que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor. R/.

4 con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequia, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-23): Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»


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