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Empújame, Señor, a subir a tu montaña y me deje inundar por tu luz transfigurada, que clarifique mis dudas y me abra horizontes cuando ya no veo nada, que me dé fortaleza cuando las fuerzas me fallan, que alivie mis cansancios cuando quiero arrojar la toalla. Llévame, Señor, a la montaña para escuchar tu voz y estar atento a tu Palabra para que me haga comprender lo que mi lógica no alcanza y me ayude a verlo todo con la perspectiva adecuada. Anímame, Señor, a bajar a mi vida cotidiana para afrontar sin temor lo que cada día me depara e implicarme con ilusión en mis tareas diarias con actitud de servicio y la ilusión renovada, atento y disponible para ir donde mi presencia sea más necesaria. Sintiéndome en tu compañía podré realizar confiado todo lo que tú me mandas. Perdón, Señor… por las prisas que me impiden hacer pausas para escucharte. por la poca disponibilidad para ir donde tú quieres enviarme. porque me cuesta el esfuerzo y la entrega para buscarte. porque me preocupo en exceso por cosas superficiales *********************************** Escucha, Señor, nuestra oración: ilumina nuestras oscuridades y danos fortaleza en nuestras debilidades. acompaña a la Iglesia para que sea fiel transmisora de tu mensaje. hazte presente en las personas que viven cansadas y agobiadas porque no las ayuda nadie despierta nuestro compromiso para estar cerca de los más necesitados y vulnerables. ayuda a las familias: que sean hogar donde el evangelio se encarne. protege a los niños y jóvenes. Enséñales a descubrir los valores importantes. No abandones a los misioneros en sus dificultades. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. Si me escondes tu rostro, Señor, mi vida pierde su sentido y todo para mí se torna vacío y opaco. cómo descubriré el estímulo de tu gracia que me permita ser voz que pregona tu poder, grito que canta tus hazañas, susurro que alaba tu grandeza y tu santidad... no sabré adónde mirar: mis hermanos me parecerán solo seres humanos y no hijos de Dios, la vida será para mí un camino de lágrimas y no el valle de la alegría y de la esperanza, mis acciones se contarán como errores y desencantos y no como oportunidades para demostrar que tú lo eres todo para mí. Por eso quiero salir de mi casa para encontrarme contigo en el desierto cuaresmal. aunque esté desfigurado: escondido en el rostro de los niños, oculto en la faz de los ancianos, manchado en la mirada de los oprimidos. para descubrirte en la montaña de mi existencia, y poder gritar con alegría: «¡Qué bien se está aquí!». 2º Dom. Cuaresma A Subir y bajar Sé tú, Señor, mi riqueza. Salomé Arricibita SUBIR Y BAJAR. La vida nos va conduciendo por muchas encrucijadas, por muchos caminos que nos cansan, nos agotan, nos dejan sin aliento. Muchas situaciones nos agobian, nos desasosiegan, hacen que no veamos las cosas claras… Cuando las responsabilidades nos desconciertan, cuando nos sentimos abrumados por el peso de las responsabilidades, cuando los compromisos y obligaciones ineludibles nos cuestan, cuando la tristeza nos acecha, cuando se nos oxidan las ilusiones, cuando sólo vemos la niebla en el horizonte, cuando la cruz aparece de forma tan inesperada… necesitamos subir a la montaña. Para mirar desde otra perspectiva y tomar distancia, para contemplar desde allí la realidad del valle de manera sosegada, para respirar otro ambiente y hacer que sea más profunda la mirada. La montaña es el lugar del encuentro con Dios donde todo adquiere la perspectiva adecuada. El encuentro con Dios da luz, fuerza, serenidad, ilusión renovada, energías precisas para afrontar la realidad. La montaña es el lugar sanador donde Dios nos acoge y regenera nuestras fuerzas gastadas. El peligro es quedarse “en las nubes” y no bajar a la vida diaria. Querer una felicidad sin dolor, un bienestar sin compromiso, una vida sin problemas, un domingo que se prolongase toda semana, unos frutos sin esfuerzo, un crecimiento sin poda, una fe sin dudas, ni sombras... La montaña es un viaje de ida y vuelta. Nos alejamos de preocupaciones, dolores, intereses, dificultades… para encontrarnos con Dios y bajar transfigurados, sanados, renovados, con la fuerza necesaria para afrontar todo lo que nos encontramos. Dedica esta semana algún tiempo prolongado a hacer silencio, a orar con calma y despacio… Si puedes, retírate a algún lugar tranquilo y pon delante de Dios todo lo que eres y vives, tus dificultades y agobios, tus preocupaciones e intereses… deja que la Luz de Dios lo transfigure y pídele fuerzas para volver a tu día a día con alegría y buen ánimo. ESCUCHA Y DISPONIBILIDAD. Abraham escucha a Dios y se pone en camino; Timoteo escucha a Pablo y no ahorra esfuerzos; Pedro, Santiago y Juan reciben en el cargo de escuchar a Jesús y seguir su ejemplo. La fe es estar a la escucha. Prestar oído a lo que Dios me va diciendo. Buscar espacios y dedicar tiempo para que la voz de Dios aparezca cuando menos lo espero. En mi camino de fe, lo más importante es escuchar a Jesús, leer su evangelio, meditar sus palabras, contemplar sus gestos, su modo de hacer, sintonizar con sus sentimientos… y guardarlo todo muy adentro (en la mente y en el corazón) y dejar que poco a poco me vaya transformando en alguien nuevo, siguiendo sus pasos, encarnando en mi vida lo que voy descubriendo. Escuchar a Jesús me adentra en la profundidad de su misterio, me invita a caminar con Él para hacer de mi existencia un don de amor y de entrega, de generosidad y de disponibilidad para guiarme por donde Él quiera. ¿Cómo puedo mejorar en la escucha y en la disponibilidad? Hago un compromiso para esta semana.
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R/. Que tu misericordia, Señor,
Lectura del libro del Génesis (12,1-4a): En aquellos días, el Señor dijo a Abrán: «Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo.» Abrán marchó, como le había dicho el Señor. Salmo 32, R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. R/. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R/. Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. R/. Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1,8b-10): Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio.
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Lectura del santo evangelio según san Mateo (17,1-9): En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
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