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Publicada porMaría Cristina Pinto Flores Modificado hace 7 años
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Creer en el cielo es para mí resistirme a aceptar que la vida de todos y de cada uno de nosotros es sólo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándome en Jesús, intuyo, presiento, deseo y creo que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el deseo de vida, de justicia y de paz que se encierra en la creación y en el corazón da la humanidad. No me resigno a que Dios sea para siempre un "Dios oculto", del que no podamos conocer jamás su mirada, su ternura y sus abrazos. No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con Jesús. No me resigno a que tantos esfuerzos por un mundo más humano y dichoso se pierdan en el vacío. Quiero que un día los últimos sean los primeros y que las prostitutas nos precedan. Quiero conocer a los verdaderos santos de todas las religiones y todos los ateísmos, los que vivieron amando en el anonimato y sin esperar nada. Un día podremos escuchar estas increíbles palabras que el Apocalipsis pone en boca de Dios: «Al que tenga sed, yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida». ¡Gratis! Sin merecerlo. Así saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros. José Antonio Pagola Lucas 20, Dm 32 Tiempo Ordinario –C- Autora: Mariasun Gutiérrez. Música: Gluck. Orfeo y Eurídice. Danza de los espíritus bienaventurados.
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Se acercaron entonces unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron:
Jesús está en Jerusalén, en los últimos días de su vida terrena. Los saduceos representaban la casta sacerdotal privilegiada, a la que pertenecía la mayoría de los sumos sacerdotes. Se servían de la religión para explotar al pueblo. Eran conocidos por su conservadurismo social y religioso. No creían en la resurrección, basándose en que no se dice nada al respecto en los cinco libros de la ley –Pentateuco-, los únicos que aceptaban. Presentan a Jesús, a quien consideran una amenaza, un enrevesado e increíble caso. No sólo buscaban desacreditarlo, también intentaban justificar una forma de vida, muy alejada de lo que Él vivía y anunciaba. La pregunta no es importante. Lo que tiene importancia es la respuesta de Jesús.
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Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muer su hermano dejando mujer sin hijos, cásese con la viuda y de descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cual de ellos será la mujer? Porque los siete estuvieron casados con ella. La pregunta se basa en la ley del levirato -levir significa cuñado-, ley discriminatoria que sólo tiene en cuenta a los antepasados varones. Ley de varones para varones. Jesús no entra en el tema. Habla de la vida después de la muerte, algo mucho más importante que el caso que le presentan. ¿Creo en la vida eterna? ¿Cómo la imagino?, ¿pienso en el cielo? ¿Intento olvidar o negar el tema, como los saduceos?. ¿Creo en esta vida? ¿Qué hago para mejorar las condiciones de vida de las personas empobrecidas, de los que sufren, de quienes me necesitan?
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Jesús les contestó: -En la vida hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos, no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac , Dios de Jacob. Las promesas de Jesús se relacionan siempre con la plenitud de vida. Todo tipo de instituciones, de parentescos, de estados de vida, de relaciones humanas, dejarán paso a la nueva y liberadora realidad que nos espera en Dios. Jesús en su respuesta deja de lado una miope y literal interpretación de la ley. Afirma que la resurrección no es un simple revivir, es nacer a la vida a la que aspiramos y anhelamos, es terminar con todo tipo de limitaciones y ataduras, para vivir plena y definitivamente libres y felices. Una vida en plenitud que no podemos captar desde nuestras categorías finitas de espacio y tiempo, pero sí vislumbrar y anhelar apoyados en la fuerza de la fe y la esperanza.
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No es un Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.
Dios es Fuente de Vida. Creer en él es acogerlo como fuente, fundamento y meta de nuestra vida. La fe en la resurrección no nos saca de la historia, al contrario, hace que nos encarnemos profundamente en ella, trabajando por una vida digna para todos, libre de esclavitudes e injusticias. Es en medio de la vida donde debemos descubrir y mostrar a nuestro Dios, como Alguien que la sostiene, la impulsa y nos llama a vivir y a hacer vivir.
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DIOS de VIDA y no de MUERTE
Sí, yo nunca creeré en: el Dios que ame el dolor. el Dios que ponga luz roja a las alegrías humanas, el Dios que se hace temer..., porque Tú eres un Dios de vida y no de muerte. Sí, yo nunca creeré en: el Dios árbitro que juzga con el reglamento en la mano, el Dios que manda al infierno..., porque Tú eres un Dios de vida y no de muerte. Sí, yo nunca creeré en: el Dios que adoran los que son capaces de condenar a un hombre, el Dios que condena la sexualidad, el Dios que cree discípulos desertores de las tareas del mundo..., porque Tú eres un Dios de vida y no de muerte. el Dios que ponga la ley por encima de la conciencia, el Dios que no saliera al encuentro de quien le ha abandonado, el Dios incapaz de hacer nuevas todas las cosas... porque Tú eres un Dios de vida y no de muerte. Juan Arias. DIOS de VIDA y no de MUERTE
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