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Publicada porCristina Mendoza Botella Modificado hace 7 años
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El 03 de Enero, la Iglesia celebra la Fiesta del Santísimo Nombre de Jesús recordando aquel momento cuando a los ocho días de su nacimiento lo circuncidaron poniéndole por nombre Jesús, - impuesto por el Ángel antes de ser concebido en el seno materno -y que en hebreo significa «Dios salva». Significa que el Nombre mismo de Dios está presente en la Persona de su Hijo hecho hombre para la Redención universal y definitiva de los pecados (Hch 5, 41; 3 Jn 7).
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debamos salvarnos» (Hch 4, 12; Hch 9, 14; St 2, 7).
Él es el Nombre divino, el único que trae la salvación (Jn 3, 18; Hch 2, 21) y de ahora en adelante puede ser invocado por todos porque se ha unido a todos los hombres por la Encarnación (Rm 10, 6-13) de tal forma que «No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos» (Hch 4, 12; Hch 9, 14; St 2, 7).
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pero el último Calendario Litúrgico la ha trasladado al 3 de enero.
Esta fiesta, que se remonta al año 1530 el Papa Clemente VII concedió por vez primera a la Orden Franciscana la celebración del Oficio del Santísimo Nombre de Jesús. En 1721, en tiempos del Papa Inocencio XIII, ha sido celebrada el 1 de Enero pero el último Calendario Litúrgico la ha trasladado al 3 de enero.
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no sin el altísimo designio de su infinita sabiduría..
En torno al nacimiento de un niño, las principales obligaciones mosaicas eran cuatro: la circuncisión, la imposición del nombre, la presentación en el Templo y la purificación de la madre. Nuestro Señor Jesucristo no tenía obligación alguna de someterse a las observancias legales que la ley de Moisés y las costumbres del pueblo imponían a todo israelita. Él estaba por encima de la Ley pero quiso voluntariamente someterse a aquellas ceremonias prescritas por la Ley, no sin el altísimo designio de su infinita sabiduría..
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Santo Tomás señala siete razones de conveniencia
por las cuales el Salvador se sometió a un rito propio de un pecador: 1.Para demostrar la verdad de su carne humana, contra los que se atreverían a decir que tiene un cuerpo fantástico o aparente; contra los que afirmarían la consubstancialidad del Cuerpo de Cristo con la divinidad; y contra los que sostendrían que Cristo trajo su Cuerpo del Cielo. 2.Para aprobar la Circuncisión, que en otro tiempo había sido instituida por Dios. 3.Para probar que era del linaje de Abrahán, el cual había recibido el precepto de la Circuncisión como signo de su fe en Cristo. 4.Para quitar a los judíos el pretexto de rechazarle por incircunciso. 5.Para recomendarnos con su ejemplo la virtud de la obediencia, por lo que fue circuncidado al octavo día, según el mandato de la ley. 6.Para que quien había venido en carne semejante a la del pecado, según la expresión de San Pablo, no desechase el remedio con que la carne de pecado solía purificarse. 7.Para que, tomando sobre sí la carga de la ley, librase a los demás de semejante carga, según las palabras de San Pablo: Dios envió a su Hijo, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley.
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Como Cristo, sin tener ningún pecado, sufrió por propia voluntad la muerte, que es efecto del pecado, para librarnos de ella y hacernos morir espiritualmente al pecado, así también quiso someterse a la Circuncisión, remedio del pecado original, sin tener ese pecado, para librarnos del yugo de la ley y para producir en nosotros la circuncisión espiritual; es decir, para que, tomando la figura, cumpliera la realidad.
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•Brinda ayuda a necesidades corporales, según la promesa de Cristo.
Cuando invocamos el Nombre de Jesús con confianza obtenemos sus bendiciones: •Brinda ayuda a necesidades corporales, según la promesa de Cristo. (Mc 16, 17-18) (Hch 3, 6; 9, 34) •Da consuelo en las aflicciones espirituales. •Nos protege del mal espíritu quien teme su Santo Nombre porque lo ha vencido en la Cruz.
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«Lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre» (Juan 16, 23).
•En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: «Lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre» (Juan 16, 23). Por eso la Iglesia concluye todas sus plegarias con las palabras: «Por Jesucristo Nuestro Señor». Así se cumple la palabra de San Pablo: "Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos." (Fil 2, 10).
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Un especial devoto del Santísimo Nombre fue San Bernardo,
quien habla de él con especial ardor en muchos de sus sermones. Pero los promotores más destacados de esta devoción fueron San Bernardino de Siena y San Juan de Capistrano. Llevaron consigo en sus misiones en las turbulentas ciudades de Italia una copia del monograma del Santísimo Nombre, rodeado de rayos, pintado en una tabla de madera, con el cual bendecían a los enfermos y obraban grandes milagros.
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y sobre las puertas de sus viviendas.
Les recomendaban que tuviesen el monograma de Jesús ubicado sobre las puertas de sus ciudades y sobre las puertas de sus viviendas. Al finalizar sus sermones mostraban el emblema a los fieles y les pedían que se postraran a adorar al Redentor de la humanidad.
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fue acusado por sus enemigos y llevado al tribunal del Papa Martín V.
Debido a que la manera en que San Bernardino predicaba esta nueva devoción, fue acusado por sus enemigos y llevado al tribunal del Papa Martín V. Pero San Juan de Capistrano defendió a su maestro tan exitosamente que el papa no sólo permitió la adoración del Santísimo Nombre, sino que asistió a una procesión en la que se llevaba el Santo Monograma.
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El emblema o monograma que representa el Santísimo Nombre de Jesús consiste de las tres letras:
IHS son las iniciales de: «Jesús Hominum Salvator» (Jesús Salvador de los Hombres).
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Los jesuitas hicieron de este monograma el emblema de su Sociedad, añadiéndole una cruz sobre la H
y tres clavos bajo ella pretendiendo explicar que los clavos eran originalmente una "V", y que el monograma significaba "In Hoc Signo Vinces" (En Esta Señal deben Conquistar), palabras que vio Constantino en los cielos bajo el signo de la Cruz antes de la batalla en el puente Milvian (312).
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al Ave María fue difundida en Italia, y de ahí a la Iglesia Universal.
Fue gracias a los esfuerzos de San Bernardino la costumbre de añadir el Nombre de Jesús al Ave María fue difundida en Italia, y de ahí a la Iglesia Universal. Sixto V y Benedicto XIII concedieron una indulgencia de cincuenta días a la jaculatoria: "¡Bendito sea el Nombre del Señor!" con la respuesta "Ahora y por siempre", o "Amén".
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pronunciar aunque sea mentalmente el Nombre de Jesús.
Estas dos indulgencias fueron confirmadas por Clemente XIII, el 5 de setiembre de 1759. Tantas veces como invoquemos el Nombre de Jesús y de María («¡Jesús!», «¡María»!) podremos ganar una indulgencia de 300 días, por decreto de Pío X, el 10 de octubre de 1904. Es también necesario, para ganar la indulgencia papal al momento de la muerte, pronunciar aunque sea mentalmente el Nombre de Jesús.
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Humillemos nuestras frentes y nuestras almas
al Nombre dulcísimo de Jesús, no para nuestra confusión, sino para nuestro consuelo, porque Él es el que da al alma los verdaderos goces. Pidámosle cuanto nos falte, porque toda salvación está en el Nombre de Jesús: el dolor de los pecados, la victoria en las tentaciones, el progreso en las virtudes, luz en nuestras tinieblas, fortaleza en nuestras debilidades, y sobre todo el don de la perseverancia hasta el momento de la muerte, en la que podamos pronunciar el Nombre de Jesús, que será nuestra salvación definitiva en el Cielo. Bendito sea el Santísimo Nombre de Jesús ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.
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