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Publicada porRafael Castilla Casado Modificado hace 7 años
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Año de la misericordia INTEGRANTES: Nordenstrom Valentin y Pontanau Gonzalo CURSO: 1ºB PROFESOR: Elsa Molinari COLEGIO: Pompeya Pallotti
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Las obras de misericordia espirituales
1-Enseñar al que no sabe 5-Consolar al triste 2-Dar buen consejo al que lo necesita 6-Sufrir con paciencia los defectos del prójimo 3-Corregir al que se equivoca 7-Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos 4-Perdonar al que nos ofende
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Enseñar al que no sabe Se debe enseñar el bien y lo bueno a quien no lo sabe, porque la Sagrada Escritura promete que quien enseñe la justicia a las gentes, brillará como las estrellas del cielo. En cambio hay que cuidarse de enseñar el mal, porque esta no sería una obra de misericordia sino de maldad. Y esto hoy se hace especialmente con los niños y con los jóvenes, que ya desde la más tierna infancia se les enseña el camino del pecado, en las mismas escuelas y jardines de infantes adonde asisten. ¿Qué castigo les está reservado a los que escandalizan a los pequeños y a los jóvenes? No es expresable en términos humanos.
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Dar buen consejo al que lo necesita
La tradición bíblica pone de relieve la importancia del consejo de la siguiente manera: “La salvación está en un gran número de consejos” “El consejo del sabio es como una fuente de vida” “Los sabios/guías espirituales brillarán como el fulgor del firmamento”
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Corregir al que se equivoca
La tercera obra de misericordia espiritual nos habla de la corrección fraterna. Hay correcciones que nacen desde actitudes negativas. Esto ocurre cuando uno corrige porque el otro le molesta, porque quiere vivir tranquilo, porque siente envidia ante lo bueno de una persona o porque se fija sólo en lo malo que encuentra en un familiar, un compañero, un conocido. En ocasiones esas correcciones apuntan a defectos reales, incluso pueden ayudar a quien las recibe. Pero arrancan con un vicio de fondo que muchas veces se refleja en la forma: un extraño deseo de dañar al otro, de humillarle, de hacerle ver que uno es superior y que el otro, por ser inferior, tendría que doblegarse. Corregir al que se equivoca
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Perdonar al que nos ofende
Yo perdono… pero no olvido. Esta frase quizá la hemos escuchado más de una vez en labios de una persona que ha sufrido a causa de otro. Con frases como ésta los cristianos buscamos esquivar el compromiso evangélico de perdonar a nuestros enemigos. No nos engañemos: el Evangelio, si no duele, no es Evangelio. Perdonar al que nos ofende no es nada fácil. Sin embargo, esta obra de misericordia se halla al centro del mensaje de Jesús de Nazaret.
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Consolar al triste: ¡Cada una de las obras de misericordia nos interpela! No se trata de ideas o reflexiones que hay que interpretar, sino de modos muy concretos de vivir el nuevo mandamiento del Señor. Vivir las obras de misericordia no es tan complicado. Si quieres vivir la de “visitar a los enfermos” sólo tienes que pensar en una persona que conozcas y que esté enferma e irla a visitar. Si quieres vivir la de “rezar a Dios por los vivos y por los difuntos” sólo tienes que ponerte brevemente de rodillas y hacer una oración por ellos.
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Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
Conforme se crece en la vida uno se ve a sí mismo con mayor realismo. Nos damos cuenta de nuestros defectos: somos impacientes, celosos, envidiosos… En algunos momentos parece que hemos superado estos vicios, pero la realidad es que siempre vuelven, convirtiéndose en la cruz que debemos cargar. Una cruz que hace sufrir no sólo a los demás, sino también a nosotros mismos. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
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Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos
Cuántas veces nos han dicho: “reza por mí”, o “te encomiendo en mis oraciones”. ¿Qué hay detrás de estas peticiones? ¿Cómo podemos ayudar a los demás con nuestras oraciones? No son solamente frases que buscan dar un consuelo sentimental a aquellos a quienes las proferimos. Si de verdad lo hacemos con todo nuestro corazón, y nos dirigimos a Dios pidiendo por estas personas, estamos realizando una verdadera obra de misericordia espiritual. Esta obra de misericordia tiene un fundamento muy profundo, porque gracias a nuestro bautismo hemos sido “injertados en Cristo” (cf. Rm6,5), empezamos a formar parte de su Cuerpo Místico. Gracias a esta íntima unión con Él, podemos recibir los infinitos tesoros de gracia que el Padre nos ha dado por los méritos de la muerte y resurrección de Jesucristo, haciéndonos sus hijos por medio de su Hijo Unigénito (cf. Ef 1,3-10). Ahora, si somos miembros visibles del cuerpo de Cristo, ¿no se encargará.
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