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Presentación del tema: "************************"— Transcripción de la presentación:

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Gracias, Señor, porque me invitas a salir de los sepulcros donde se entierra mi vida: la pasividad, el conformismo, mi egoísmo individualista, la insensibilidad que me dispersa y me despista, mis desconfianzas y soberbias que me impiden ir más allá de lo que veo a primera vista. porque me llamas a no esconder los dones que otros tanto necesitan, a ofrecerlos con sencillez y sin buscar contrapartidas, transmitiendo esperanza, llevando luz en compañía, enjugando lágrimas, sanando heridas. porque me empujas a sembrar buenas noticias, a liberar ataduras, a combatir injusticias, a comunicar a todos que tú nunca nos olvidas. porque quieres que sea tu reflejo día a día. Perdón, Señor… por mis dudas y desconfianzas sobre el amor que tú me tienes. por ser “signo de muerte” causando dolor, tristeza o mal ambiente. por vivir encerrado en mis preocupaciones y pasar con indiferencia ante los problemas de la gente. por no saber acompañar a familiares y amigos que están sufriendo, y permanecer ausente. ************************ Llama, Señor y da vida… a los que formamos la Iglesia, para que no tengamos temor al futuro y rompamos con lo que ata y paraliza. a quienes viven agobiados por el peso de la tristeza y la angustia. Sé para ellos fuente de confianza y alegría. a los que han experimentado cercana la muerte y les cuesta afrontar el dolor por la pérdida de personas queridas. a quienes sufren las guerras, el hambre, la violencia y las injusticias. Que no olvidemos nuestra tarea de ayudar a sanar heridas. a los que estamos instalados en la comodidad y las rutinas. Despiértanos con tu Palabra para comunicar de buenas noticias Mira, Señor, aquellos a quienes tú amas están enfermos. Estamos enfermos, Señor, no nos encontramos bien en la vida: a veces nos duele el cuerpo, a veces, casi siempre, nos duele el alma y, con frecuencia, nos fallan las fuerzas. Tropezamos y perdemos las esperanzas porque nos falta el empuje del amor que nos ayude a llevar una vida entregada y justa. No hay paz en el mundo, no hay paz en nuestras vidas, porque nos hemos olvidado de la justicia. No hay libertad en el mundo, no vivimos la libertad de los «hijos de Dios», porque no hemos descubierto que tu ley es una ley de libertad que hace libres a las personas; que la verdad nos hace libres y andamos entre engaños y ocultamientos. Necesitamos que nuestro dolor y nuestra muerte se transformen en vida. Creemos en ti y, por eso, estamos llamados a ver la gloria de Dios. Aumenta nuestra fe, Señor, para que sean posibles en nosotros todas las maravillas de las que nos has hablado en el Evangelio. Gracias, Padre, porque siempre nos escuchas. [I.L.] 5º Dom. Cuaresma A Lléname de Vida TU CREES EN MÍ. Salomé Arricibita ACOMPAÑAR EN EL DOLOR. El evangelio presenta a un Jesús muy humano y entrañable: se conmueve, se estremece, llora por la muerte de un ser querido. Ante un corazón roto por el dolor y la muerte, lo primero que se me pide es presencia y compañía. Ofrecer apoyo, respetar en silencio, comunicar esperanza… Hay un horizonte más allá, la muerte no tiene la última palabra. Dios no me abandona, no permite que me pierda, no deja que me diluya en la nada… me hace entrar en su Vida Plena y encontrar lo que tanto buscaba. La realidad de la muerte la tengo muy cercana a pesar de que muchas veces se me pretenda ocultar, me quieran aislar de ella y alejarla de la vida cotidiana. Hoy es un buen día para preguntarme cómo me acerco a las personas que han perdido a un ser querido: ¿qué hago? ¿qué digo? ¿cómo me hago presente? ¿qué ofrezco? ¿qué continuidad hay el acompañamiento? ¿Qué aprendo de Jesús para dar respuesta al enigma de la muerte? ¿CREES ESTO? El evangelio presenta también a un Jesús divino, capaz de comunicar fuerza y vida en abundancia. Él es la Resurrección y la Vida. Y me interpela como a Marta: ¿crees esto? ¿Qué significa para mí creer en la Resurrección? ¿Es algo central en mi fe? ¿Es el horizonte que da sentido, motivación, alegría, coraje a mi existencia? ¿Me apoyo en él como cimiento sobre el que mi vida y mi fe se asientan? SALIR DE MIS SEPULCROS. Lázaro deja el lugar de la muerte para ir al lugar de la vida. También yo soy invitado salir de mis “sepulcros” donde se ha enterrado mi vida. Muchas losas que pesan sobre mí, múltiples vendas que me aprisionan y me atan, y no me dejan vivir una vida liberada. Mucha vida mortecina, pasiva, atrapada, cerrada, autorreferencial, rutinaria… ¿Qué impide que mi vida crezca, madure, se expanda más allá de mí mismo? ¿Qué ataduras me limitan, me paralizan, me aprisionan y no me dejan vivir la novedad del evangelio?... Lázaro sale maniatado con las vendas y Jesús implica a los que están allí a desatarlo y dejar que ande. Vuelve a la vida por la acción de Jesús pero su acción liberadora compromete a los que le siguen. Creer que Jesús es la Resurrección y la Vida no es una cuestión sólo doctrinal, exige participar en las acciones liberadoras de Jesús: consolar tristezas y sanar heridas, llevar esperanza y transmitir buenas noticias… ¿Qué lugares, personas, situaciones… de muerte me están interpelando para que yo ponga vida en ellas? ¿Cómo doy y comunico vida a los demás? ¿Qué “sepulcros de corrupción” necesitan ser abiertos para que salgan a la luz y poner vida en ellos? ¿Qué acciones y gestos liberadores veo a mi alrededor y en nuestro mundo que van dando “claridad a las sombras de muerte”? ¿Cómo puedo colaborar con ello?

2 Lectura de la profecía de Ezequiel (37,12-14): Así dice el Señor:
«Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago.» Oráculo del Señor. Salmo 129, ab.4c-6.7-8 R/. Del Señor viene la misericordia,  la redención copiosa Desde lo hondo a ti grito, Señor;  Señor, escucha mi voz,  estén tus oídos atentos  a la voz de mi súplica. R/. Si llevas cuentas de los delitos, Señor,  ¿quién podrá resistir?  Pero de ti procede el perdón,  y así infundes respeto. R/. Mi alma espera en el Señor,  espera en su palabra;  mi alma aguarda al Señor,  más que el centinela la aurora.  Aguarde Israel al Señor,  como el centinela la aurora. R/. Porque del Señor viene la misericordia,  la redención copiosa;  y él redimirá a Israel  de todos sus delitos. R/.

3 Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,8-11):
Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. Lectura del santo evangelio según san Juan (11, b-45): En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo.» Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.» Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea.» Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa.  Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.»

4 Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.» Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.» Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?» Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.» Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?» Le contestaron: «Señor, ven a verlo.» Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!» Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?» Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. Dice Jesús: «Quitad la losa.» Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.» Jesús le dice: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?» Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.» Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera.» El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario.  Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar.» Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.


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